martes, 25 de diciembre de 2007

Ceferino Beato

Ceferino Namuncurá fue durante casi 100 años un santo pagano. Tenía el lugar que le daba la gente, en especial la más pobre. Hoy la iglesia católica lo integra y está a un paso del santoral, pero dicha integración ha sido también un abandono a sus orígenes.


Por Bruno Pedro De Alto


1. Durante el mes de octubre del 2007, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Bertone, enviado por el Papa Benedicto XVI, y el presidente del Episcopado, cardenal Bergoglio, presidieron en Chimpay, Río Negro, la ceremonia en la que Ceferino Namuncurá fue declarado beato (el paso anterior a la santificación). Esto luego de los esfuerzos que por décadas que había hecho la congregación salesiana en la Argentina para lograrlo.

Ceferino es presentado como un símbolo para el pueblo mapuche, expresa la nueva identidad del pueblo que incorporó símbolos y valores cristianos, reinterpretándolos desde su propia experiencia.

El fervor popular en todo el país por la beatificación de Ceferino creció desde que se anunció en el 2006, que el proceso para su proclamación había ingresado en la recta final y, particularmente cuando la Santa Sede reconoció un milagro - el último requisito - atribuido a su intercesión.

Una estimación de 60.000 personas, de los más diversos puntos de la geografía nacional asistieron a la ceremonia en la que fué proclamado. Ésta combinó los rituales mapuches con la liturgia católica, Ceferino fue declarado beato poco más de un siglo después de su muerte, ocurrida en Roma cuando tenía 18 años.

Los representantes de la comunidad mapuche, con sus atuendos típicos, fueron quienes pidieran en su lengua la beatificación de su antecesor.

Es evidente que la beatificación de Ceferino permitió recordar su enorme popularidad. Un joven, de origen araucano y que no realizó ningún hecho grandilocuente había calado muy hondo en la sensibilidad de los católicos argentinos.

2. Argentina ya tiene un santo: Héctor Antonio Valdivielso Sáez (San Héctor) que si bien nace en Argentina, pero con apenas 5 años su familia lo lleva a España y allí desarrolla su vida sacerdotal hasta que muere a los 24 años en un violente hecho de la guerra civil española.

Sin embargo la posibilidad de la reciente beatificación y futura santificación de Ceferino abre otro fervor.

Ceferino era hijo de Manuel Namuncurá, cacique de origen araucano chileno. Su resistencia a los embates del ejército, su lucha por la tierra, son todavía hoy orgullo de sus descendientes.

Manuel había reconocido la soberanía argentina, quería que se cumplieran los tratados y que su comunidad tuviera un lugar digno para vivir.

Pero a través de las derrotas el poder de Namuncurá queda reducido a casi nada y se entrega finalmente en la localidad neuquina de Ñorquín - siguiendo el consejo del misionero salesiano Domingo Milanesio – en 1884.

El cacique depuso las armas y evitó a los pocos indígenas que quedaban del exterminio total a cambio de una promesa de que les iban a entregar tierras - el Congreso le otorgó 8 leguas en Chimpay - pero en realidad le terminaron asignando una pequeña porción de tierra en una agreste zona cordillerana

Hasta el día de hoy los descendientes de Namuncurá y toda su gente, esperan las tierras prometidas.

Ceferino nació en 1886 y alcanza notoriedad al convertirse a la religión católica, dejando la religión araucana. Ésta se basa en el culto a los antepasados, encarnado en el Pillán, entidad que no tiene categoría de dios o de demonio, sino de progenitor.

Manuel ya viejo y humillado, sin poder aliviar a su gente hambrienta, envía a Ceferino a Buenos Aires a estudiar. Esto atrajo el interés de la iglesia, que lo veía como un símbolo de integración y como una esperanza para los pueblos indígenas. Asimismo, representaba la derrota definitiva del indigenismo: La conversión al catolicismo de Ceferino se podía ver como la rendición total de los mapuches.

Esa tarea es encomendada al vicario de la Patagonia, monseñor Cagliero. Previo paso por una escuela estatal de Tigre, Ceferino finalmente recala en el colegio Pío IX, del barrio porteño de Almagro.

Por entonces, los problemas de salud comenzaron a manifestarse en Ceferino. La tuberculosis llevó a que lo trasladaran a un colegio de Viedma, en febrero de 1904. Pero como empeoraba, y aprovechando un viaje a Roma, Cagliero decide llevarlo, pensando que el clima de Italia podría sentarle mejor.

Sabemos de su maestro italiano, el padre Zuretti, que: "Quería ser sacerdote para dedicar su vida a sus paisanos. Tenía gran veneración a Evangelio, que él quería difundir entre sus contemporáneos. Siempre sonriente y con un gran carácter, siempre la misma calma, la misma dulzura, la misma bondad de alma... Había perdonado de corazón las armas que habían combatido a su gente".

Ceferino, como proyecto de integración, debió ser muy importante para Roma: poco antes de morir fue recibido por el Papa Pío X.

Ceferino sumaba a su enfermedad otros sufrimientos. Además del padecimiento de su pueblo, la ausencia de su madre, separada de su padre, la incomprensión de los blancos y el aislamiento de sus compañeros, temerosos de contagiarse. En marzo de 1905 ingresa a un hospital romano. Le dicen que rezan por su salud, pero él pide que lo hagan por la salvación de su alma. El 1º de mayo, Ceferino muere.

3.La iglesia católica le abre una puerta a Ceferino, y lo eleva a sus máximas categorías. Lo integra sin remarcar demasiado que había dejado su religión y tomado la cristiana. Le permite exponer su vestimenta y su origen araucano. Pero no difunde sus creencias originales: el culto a los antepasados.

Esos antepasados fueron masacrados y perseguidos a causa de defender sus tierras. La integración propuesta ha sido también un abandono. Para ser parte de una religión se debió abandonar otra, la propia. Hay una religión ganadora y otra derrotada. El converso pidió la primera, y se la han dado con todos los honores.

Quienes lo veneran no se interesan tanto en los aspectos cristianos más formales, pareciera que la popularidad y devoción a Ceferino resiste por la memoria colectiva de la gente patagónica: se trata de un joven de origen humilde y sufrido que porta una raza humillada y derrotada y que acoge con éxito las peticiones de ayuda divina.

Su estatura

Por Bruno Pedro De Alto

escrito un día de 1999


En el living de mi casa, las ventanas centrales son particulares. Digamos que empiezan desde el techo hacia abajo, lo cual hace que la pared no tenga interrupciones desde el piso hasta la parte baja de la ventana. El resultado es una buena combinación entre luminosidad e intimidad.

Esa intimidad se pierde si yo me paro sobre el sofá (que en realidad es una cama con almohadones). En efecto, mi cabeza llega a la altura de las ventanas y logro mirar hacia afuera.

Será por esa razón que me sorprendió descubrir su estatura cuando ella se subió al sofá (cama) para mostrarme su cuerpo en una imaginaria sesión fotográfica, su altura iba desde la parte inferior de la ventana hasta la parte superior del mueble, lo que equivale a un poco más de 1,60 metros. Esa noche, además de conocer su piel descubrí su altura, que meses anteriores yo la había definido como “ni alta, ni baja”.

La luminosidad de esas ventanas, aun de noche, vestían sus poses. Es curioso, cuando quiero pacificar mis recuerdos, vuelvo a su imagen recortada por la escasa luz del lugar y vestida solamente por una intensa confianza.

domingo, 16 de septiembre de 2007

La casita de los viejos



por Bruno Pedro De Alto

Mi viejo, Miguel De Alto, llegó a la Argentina en 1948.

Se alojó unos pocos días en el Hotel de los Inmigrantes y luego en pensiones.

En contacto permanente con su amigo Nicola Ventricelli, que ya vivía en Villa Domínico, Partido de Avellaneda, empezó a recorrer por su trabajo como albañil y constructor la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires.

Alrededor de 1951 – 1952 conoció la Zona Norte del Gran Buenos Aires y a Martínez que lo eligió como su definitivo lugar en el mundo. Recuerdo de sus dichos que habitó alquilando piezas en casas de familias paisanas. Una, a la vuelta de la iglesia de Santa Teresita, sobre la calle Rodríguez Peña y otra sobre la Avenida Santa Fé, Nº 2260.

Este último es el domicilio que declara al comprar en 1954 un terreno sobre la calle Santo Domingo.

Y aquí se me confunden las fechas. El terreno, que luego fuera su casa y hoy la mía, fue escriturado en julio de 1954. Sin embargo. Mi mamá Rosalía llegó a la Argentina en enero de 1954, y cuenta que al llegar la casa se estaba construyendo. Entonces ¿la escritura solo refleja jurídicamente un trámite comercial hecho en 1953? Creo que es posible.

Seguramente la escritura que guardo de aquella transacción, es además una actuación notarial que se hizo en la sede central del Banco Hipotecario. Posiblemente en la misma sede de hoy sobre la calle Hipólito Irigoyen, frente a Plaza de Mayo.

Esto era así por lo siguiente: Don Miguel le había comprado a otro tano – Guido Orfini – el terreno con un adelanto de $ 12.000 y un saldo de $ 9.000. Con un préstamo hipotecario de $ 62.000, que se lo otorgaron en julio de 1954, mi papá saldó esa deuda. Recibió entonces un adelanto de $ 11.400 y el compromiso del banco a recibir el resto del dinero con el inicio de construcción de una casa y sucesivos avances de obra.

En la escritura del 8 de julio de 1954 se consta de todo ello: la compra del terreno con un adelanto, el crédito hipotecario para terminar de pagar el terreno y saldar la deuda del terreno, y la construcción de una casa.

Entonces, la casa se debe haber empezado a construir a fines del 1953 y terminado a inicios de 1957, con mi hermano Armando con 2 años ya cumplidos. Durante ese tiempo, mis viejos habían vivido en la casa del tío Nicola y la tía Vita, en Villa Domínico. Armando nació en el Policlínico Eva Perón de Avellaneda.

Y los fines de semana se hacía la casa. Viajando desde allí en colectivo, tren, subte, tren, colectivo y caminando. El colectivo 1 – La Primera de Martínez – salía de la estación de trenes de Martínez y llegaba hasta la calle Fleming, esquina América (hoy Av. Hipólito Irigoyen). Y desde allí caminar unas 15 cuadras. Poco tiempo después el colectivo llegaría hasta Villa Adelina y entonces, por fin, pasaba por la esquina de la casa.

Casi todos los sábados y domingos de tres largos años se repitió la rutina ¿se quedaría a dormir el sábado a la noche? En aquel entonces el viaje duraba unas tres horas de ida y otras tantas de vuelta.

Apenas la casa pudo dar reparo, con el lavadero techado, un muchachito aprendiz venido de Zárate, hizo de sereno. Se trata de Oscar Andino, primo de la esposa de otro tanito venido en aquellos años: Rafael Loschiavo, socio y amigo de Don Miguel. A la sazón, padrino de mi hermano.

Cabe la anécdota que a Doña Rosa le dio un bajón – cuando no – al ver la casa semi construida apenas llegada a Buenos Aires. En realidad, contaba ella que toda Buenos Aires le resultaba fea. Pero la verdad es que no venía de Viena, o Florencia. Venía de un pueblo, Altamura, del messogiorno italiano: Bari, Puglia. Esa tristeza es motivo de otro relato. Pero la casa terminada y finalmente atendida por esa ama de casa, fue un orgullo compartido por ambos.

Las visitas eran obligadas a recorrerla. Todas coincidían en un “es muy linda” y si el señor era del oficio afirmaba que “estaba muy bien construida”. Mis viejos chochos.

Para él tener “una propietá” era determinante para evaluar su éxito. Siempre se midió con sus hermanos mayores que quedaron en Italia y fueron solamente inquilinos.

Con el tiempo la casa se modificó. Primero amplió su cocina, y de ese modo el lavadero quedó dentro. Luego una pequeña terraza permitió una segunda y definitiva ampliación de la cocina que así quedó como cocina – comedor. Ampliaciones de los aleros dieron una galería al fondo y un garage al frente. Finalmente un pequeño palier al frente hizo cambiar la puerta y llevarla más adelante.

La foto que acompaña este relato es casi un final de obra. La casa de una planta, con dos piezas, baño, cocina, lavadero, altillo y comedor, recién pintada mereció una foto bien de frente y para el cuadrito. Un cuadrito que siempre se colgó en casa y hoy lo tengo yo. Colgado también.

Armando se fue buscando destinos entre 1979 y 1980. Yo alrededor de 1987.

Ya vacía, sin los viejos, en el 2005, recibió a mi familia. Y empieza otra historia.

Historias del Correo - Cuentito

Por Bruno Pedro De Alto


Hay algunas historias que me han contado, que por más increíbles que parezcan, sus relatores me juraron que eran verdaderas. Las rescato porque en éstas épocas de telecomunicaciones y satélites, hay quienes piensan que las cartas y el correo son cosas destinadas al olvido. Puede ser, pero mientras tanto, una legión de ilusos seguimos escribiendo, poniendo cartas en sobres, yendo al correo ó al buzón y dejando que con la carta viajen noticias, deseos y sueños.


El tío Alfredo y una carta que llegó tarde.

El tío Alfredo, cuando joven, viajó a Medio Oriente. Era en la época que en aquellos lugares se ofrecía trabajos extraordinariamente bien pagos y eran extraordinariamente peligrosos.

Si bien nunca terminó la carrera de ingeniería, sabía de caños y válvulas, lo que le permitió conseguir un empleo en pleno desierto árabe. Trabajó durante quince años en una petrolera inglesa y otros cinco en una petrolera americana. Ganó fortunas, quizá veinte veces lo que hubiera ganado aquí.

Los riesgos no provenían de los chorros de petróleo, sino las constante guerras civiles y de las constantes guerras entre países y/o reinos y/o sultanatos.

Por momentos se tenía que cuidar de unos flacos barbudos con turbante amarillos que se tiroteaban con otros flacos barbudos de turbante turquesa. Luego venían las intervenciones de los Extranjeros Unidos por la Paz de Mundo, de los cuales también había que cuidarse, pues eran de gatillo fácil.

En definitiva, el tío Alfredo pasó veinte años entre balas que le silbaban muy cerca de su cabeza ó “rozando el trasero invicto”, como a él le gustaba bromear.

Mientras tanto en Monte Guerrero, su pueblo natal, quedó su hermana Victoria.

Dos años menor que Alfredo, estudió el bachillerato y a los 21 años se casó con Federico, un buen tipo, pero medio lento. Tuvieron seis hijos, que al momento del suceso tenían el mayor 17 años y la menor 11 meses.

Los años que coincidieron con la ausencia del tío Alfredo fueron para su hermana, la familia de ella y el pueblo entero, muy duros. Todos conocemos esa parte de la historia: conflictos, derrocamientos, tiros, represión, desaparecidos, inflación, saqueos, falta de trabajo, corrupción, etc.

En ese lapso, los hermanos no dejaron de cartearse, a veces intensamente, otras veces con intervalos muy largos.

Posiblemente por lo anterior, intervalos largos en el intercambio de correspondencia, sucedió lo que sucedió.

La violencia irracional de todos contra todos estaba instalada en Monte Guerrero. El pueblo se había dividido entre barrios que se asaltaban unos a otros. La crisis del (des)gobierno se manifestaba con inflación galopante y con la falta de todo tipo de enseres: fideos semolados, papel higiénico y loción para después de afeitarse.

Las carencias enardecían a la gente. Esas personas, pacíficas en otras épocas, hoy estaban armadas y enfrentadas al resto del mundo. La solidaridad era cuestión de practicidad, generalmente los vecinos se unían por el exclusivo interés de defenderse de los ataques de otros vecinos, que por pertenecer a barrios distantes unas tres o cuatro cuadras eran temibles enemigos.

Victoria y Federico, no escapaban a la regla. Tenían en su casa tres escopetas y un revólver. Ellos y sus dos hijos mayores sabían usarlas. Y las usaban con frecuencia.

Para aquellos meses fué que el tío Alfredo decidió regresar. Debía esperar durante medio año para iniciar un nuevo emprendimiento, en pleno Mar Rojo, sobre una plataforma petrolera. Pensó que viajando a su lugar natal, y con el tiempo a su favor podía sondear la posibilidad de un regreso definitivo. Era lógico, con una diferencia económica en su bolsillo, sin ataduras afectivas en Medio Oriente y con enormes añoranzas hacia su pueblo natal y sus tardes de siestas.

Cuando tuvo la precisión de la fecha del viaje, y el pasaje en la mano, envió una carta a su hermana Victoria con el detalle de las novedades.

La carta del tío Alfredo llegó al pueblo natal, pero tardó en salir de la oficina del Correo, porque el mismo estaba sitiado por los bomberos. Éstos querían quemar las boletas de los servicios para evitar que las deudas del Cuartel General de los Bomberos Voluntarios aumentasen. Dentro del Correo, los carteros y algunos policías (se sabe que eran algunos, porque había otros que estaban a favor de los bomberos) se defendían valientemente.

En resumen, el tío Alfredo llegó antes que la carta que anunciaba su regreso. Salvo Victoria nadie lo conocía personalmente, además su aspecto no sólo era ajeno al barrio sino al país: tenía un aire árabe muy marcado.

Los tiroteos lejanos, las calles cortadas y barricadas en las esquinas fué el paisaje que le dio la bienvenida. No podía creer lo que veía y mucho menos entenderlo. Aceleró el paso buscando resguardarse en la casa de su hermana Victoria que debía estar esperándolo.


-
Papá, mirá ese tipo que está afuera. No lo conozco –dijo Víctor, el mayor de los sobrinos de Alfredo.

- Agarrá tu escopeta y traeme la mía –dijo el cuñado de Alfredo.


En el momento que el tío Alfredo intentaba cruzar el tejido de alambre de púa que hacía de cerco en la casa de su hermana, vió cómo desde adentro de la casa salieron dos tipos armados, uno más o menos de su edad y otro joven, casi adolescente. Cada uno con una escopeta y aputándole. Dispararon varias veces.


Dos días después, finalmente llegó la carta. Al principio Victoria se alegró mucho con la noticia del regreso de Alfredo, pero al notar que la fecha prevista para el arribo ya había pasado, empezó a preocuparse y a preguntar.


-
¿Se puede saber cómo era el tipo que balearon los días pasados...?


Victoria, Federico y los seis sobrinos se apersonaron como una verdadera delegación diplomática en el hospital del pueblo. Pidieron por el “extranjero” tiroteado y lo encontraron en la sala de hombres.

Alfredo estaba muy dolorido por los perdigones recibidos en su cuerpo, y que no pudo evitar, a pesar de recular rápidamente sobre sus pasos.

La familia se deshacía en disculpas, intentaban explicar el clima de inseguridad y violencia que estaban viviendo, lo mal que funcionaba el correo, etc. etc.


El tío Alfredo, estaba boca abajo, pues no podía estar de otra manera. Con la cara semiundida en la almohada siseaba alguna que otra frase corta. Estaba de mal humor.

Victoria, su marido Federico y los seis sobrinos rodeaban la cama del acribillado. En realidad, María Victoria, la más pequeñita jugaba al pié de la cama. Ya caminaba, pero lo hacía aferrándose de cualquier cosa. En ésta oportunidad había logrado confianza tomándose de las sábanas del tío Alfredo, que colgaban al costado del lecho.

María Victoria, mientras sus padres y hermanos mayores parloteaban y seguían intentando explicar lo imposible, caminó hasta donde pudo. En cierto momento perdió estabilidad y cayó sentada y aún aferrada a las sábanas, hizo que éstas se deslizaran hacia un costado, dejando toda la humanidad del tío Alfredo al descubierto.

Se hizo silencio de inmediato. Las extremidades, la espalda y el traste del tío baleado quedaron al aire libre. Todos pudieron observar los sesenta y cuatro perdigonazos en el cuerpo: la mitad más uno, treinta y tres, en el traste; veinte impactos en los brazos y en la espalda; y el resto en las piernas.

Ese silencio duró varios segundos, hasta que Matías el sobrino de quince años comentó muy divertido:


-
Tío, te dejamos el culito a la miseria...


Los sobrinos tragaron sus sonrisas y alguna que otra risita pícara; Federico mientras reprobaba con la mirada el comentario, cubría con las sábanas caídas al tío Alfredo casi como si se tratara de un muerto; y Victoria se encargaba de María Victoria que seguía en el suelo llorando.

Se fueron en fila india y saludando con chaus y hasta mañanas.

El tío Alfredo, hundió definitivamente su cara contra la almohada y pensó con mucha fuerza en el Mar Rojo y en la plataforma petrolera.


FIN

lunes, 9 de julio de 2007


Perfección.


por Bruno Pedro De Alto

Me encontré con la "Oda a la Patria" de Jorge Luis Borges. Y es una buena excusa para compartir la perfección en la escritura. Basta leer que "La patria, amigos es un acto perpetuo"; "
ser dignos del antiguo juramento que prestaron aquellos caballeros de ser lo que ignoraban, argentinos (...)" o "Somos el porvenir de esos varones, la justificación de aquellos muertos (...)". Ese juego con los tiempos. Esa definición de patria... Perfección. Admiración.
Comparto:

Oda a la patria. Jorge Luis Borges.

La patria, amigos, es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago, Su olvido.)
Nadie es la patria, pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban, argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.

jueves, 5 de julio de 2007

Y un día, Mauricio Macri va ser presidente de los argentinos.
por Bruno Pedro De Alto
No es un deseo. Ni una premonición. Es una conclusión.
Intento practicar el pensamiento sistémico, que está bastante alejado del pensamiento lineal. Pero muchas veces tengo la impresión que la realidad argentina anula la teoría de sistemas y las infinitas variables terminan neutralizándose y finalmente todo se reduce al viejo esquema causa – efecto.
Ese esquema simplón, odioso y criticable, me lleva a decir que Mauricio va a ser algún día presidente de los argentinos.
Entonces los aciertos, cualidades y adhesiones de la derecha finalmente vencerán sobre los errores, inconsistencias y descréditos de la izquierda y los sectores nacionales y populares.
Mauricio ha tenido aciertos: se ha propuesto conducir Boca Juniors (gracias bosteros): lo hizo y triunfó. Quiso ser diputado, lo logró. Es cierto que no cumplió, pero nada pasó. Intentó una vez ser Jefe de Gobierno. Perdió, pero aguantó la revancha. Hoy va a gobernar la cosmopolita Ciudad de Buenos Aires. Y un día también gobernará la Argentina.
Sabemos que no es un intelectual. No piensa como un hombre de derecha. Eso lo haría más sutil, ambiguo, razonable. Pero siente y se crió como hombre de derecha. Es previsible: cree que ser pobre es una elección mal tomada; cree que el dinero da más derechos; y siente que lo público es un error que se debe salvar.
Y la verdad es que en Buenos Aires y sus alrededores hay muchas argentinas y argentinos que si bien no piensan como derecha, sienten como de derecha. Eso crea consensos y empatía con Mauricio y lo han consagrado su representante.
Mientras tanto, socialistas de diversos colores e “ismos”, peronistas “que combaten el capital”, radicales que creen en puebladas y revoluciones, sindicalistas antiburocráticos y clasistas, intelectuales, etc. se distraen en la lucha por los mismos espacios de poder, sin pensar en todo, ni en todos. Creando falsos enemigos, eludiendo a la derecha brutal como adversario del pueblo. Dilapidando la fe ajena y el patrimonio público. Sin decir las cosas de fondo. Peleándose. Esperando que la revolución y la reforma los vaya a buscar a la oficina.
El actual gobierno nacional tiene sus aciertos, y ello origina algunas de las críticas que escuchamos. Son militantes de partidos políticos. Desde fines de los años 60, durante los 70, y a principios de los 80. Pertenecieron a esa escuela política del esfuerzo, el debate, y la austeridad de la militancia. De allí los derechos humanos, de allí cierta atención a lo público, de allí la prioridad de lo colectivo sobre lo individual. Pero son los últimos que nos quedan.
Mientras no se recupere la esencia del partido político y la democracia interna y no se expulsen las campañas de publicidad, las encuestas, y los asesores; para la izquierda y los sectores nacionales y populares el final es previsible. Linealmente previsible. Aunque la “realidad es compleja”, como nos gusta decir.
Si no hacemos lo que hay que hacer, algún día Mauricio Macri (o lo que representa) va a ser presidente de los argentinos.

La mujer del río.

por Bruno Pedro De Alto

Tanto la felicidad como la melancolía me llevaban periódicamente al río. El muelle de la calle Pacheco era mi lugar favorito.

En aquella oportunidad, cuando conocí a esa extraña mujer, fuí por melancolía. Me había sentado en un banco sobre el muelle y miraba hacia el sur, donde a la vista se juntan la ciudad y el río. La mujer llegó en bicicleta y se sentó a mi lado, era delgada, tendría algo más de cincuenta años y los llevaba muy dignamente, pues era altiva, interesante y muy intuitiva.

Hablamos del río, de la bruma, de la contaminación, del parapente, de los amigos de la infancia, de la calle Alvear, del amor.

Dijo: “Este lugar me oxigena el alma. Cuando extraño algo ó alguien, vengo acá.”

“Y que lográs con eso...?” Pregunté.

“Serenarme, recuperar la paciencia, despojarme los enojos, fortalecerme en mis deseos, soñar nuevas oportunidades, perdonar, perdonarme...”

Curiosamente me atreví a preguntarle algo muy personal: “Entre todas esas cosas, ¿Hay lugar para el amor no correspondido?”

“No existe el amor no correspondido –contestó sin dejar de mirar el sur- Si hay correspondencia es amor, sino es otra cosa. ¿Porqué decís que existe?”

“No se, te lo estoy preguntando... Yo amo a una persona, y ella me dice que no le ocurre lo mismo. La amo, o me lo imagino; si no me corresponde... ¿Que fuerza me impulsa a recordarla siempre?

Pensó un rato y me preguntó: “¿Te maltrata? ¿Te ignora?”

Busque en los recuerdos, intentando buscar el motivo de algún si, pero es en vano, yo ya lo había descubierto antes, la respuesta es un no rotundo.

“No, al revés, siento que me adora. Dice que influí en su vida: desea mi amistad.”

Dió vuelta la cara, me miró fijamente; seguramente advirtió mis ojos nublados, y me sugirió: “Mientras no descubras la verdad, no vas a poder resolver nada. Dedicate a eso. No hagas otra cosa que saber en realidad que te pasa a vos, mientras tanto seguramente ella estará haciendo lo mismo”

Sacó de su bolso, un papel y una lapicera. Anotó su nombre y un número de teléfono. Me lo entregó. “Hacé lo que te digo, y si no te sale bien, llamame: buscaremos la forma.” Se fué caminando, con una mano apoyada en su bicicleta que iba rodando a su lado.

Seguí su figura hasta que se perdió en la entrada del muelle. Al ver el papel que me dejó, descubrí que le faltaba un número. Sería imposible llamarla, y muy probablemente quisiera llamarla, por si no encontraba la forma de descubrir mi verdad, o por lo menos contarle que si la había encontrado. Corrí hasta el ingreso al muelle, y a pesar de haber poca gente, no la ví. Debería estar por allí pero no la alcanzaba a ver. Resignado volví al papel y a su número. Pero el número incompleto ya no estaba más, solo el papel en blanco.

Me quedé sin mi verdad y dudando de aquel encuentro.

A mi melancolía sumé una angustiante sensación de soledad.

viernes, 8 de junio de 2007

100 años. 1ra Parte


por Bruno Pedro De Alto

La mente tiene salidas creativas. Fruto de conversaciones movilizantes o de momentos inexorables de soledad – por ejemplo cuando se viaja solo manejando un auto - que a veces disparan aventuras imaginarias, momentos inexistentes o francamente improbables.

Una prueba de ellos es creer que es posible imaginar una vida similar pero en otro momento histórico. La pregunta disparadora sería: “¿Qué otro momento pasado nos hubiera gustado vivir?”.

Para mi, la respuesta es clara y sin dudas: “En Buenos Aires, aproximadamente entre 1880 y 1920, porque fueron años extraordinarios” La aldea que es Buenos Aires se convierte en ciudad, cambia la composición poblacional, inmigrantes, esbozos de industrialización, se forma el Partido Socialista, se conmemora por primera vez el 1º de Mayo, luego nace la Unión Cívica que será después radicalismo, el Centenario de Mayo, el voto popular, la reforma universitaria, la revolución bolchevique, y el nacimiento del Partido Comunista. Domingo Faustino Sarmiento, Julio A. Roca, Carlos Pellegrini, Leando N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios, Juan B. Justo, Leopoldo Lugones y Lisandro de la Torre, entre otros formidables personajes. Son los más reconocidos. Sin embargo rodeados de otros tan deslumbrantes como ellos.

Puesto a reflexionar sobre esa afirmación, e intentando darle cuerpo, me encuentro en algunos bretes.

El primero es darse cuenta que esta vida (la real, la verdadera, la que vivo y me permite este relato) es fruto de miles de decisiones, contando solamente las personales, que la fueron delineando. Pero, otra vida… ¿Qué puntos de referencia podían tener para ser en alguna medida, vidas equiparables o comparables?

El segundo es en que medida el conocimiento que tengo hoy del pasado me influye en la elección de los factores de aquella otra vida y que hayan impactado en ella.

Y tercero, ¿Al recrearme en otro momento histórico no estaré, en realidad, debatiendo sobre lo que hice y dejé de hacer en este momento actual, es decir el que realmente me corresponde vivir?.

La prueba está planteada y es realmente fascinante. Empecemos.

Fijemos algunas cosas. ¿Nombre, nacionalidad, fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, padres?

Si tratamos de extrapolarnos hacia atrás, convengamos que para vivir el período citado y con una precisión claramente arbitraria – 1880 a 1920 – Dalo, lo llamaremos así, ya sería un adulto en el período de su vida que va desde los 20 años, hasta los 60 años, por ejemplo. Esto me lleva a suponer haber nacido en 1860… o mejor en 1858. Haber nacido exactamente 100 años antes. 100 años de diferencia entre una vida y otra. Ya esta cometida la primer gran arbitrariedad.

La segunda es la siguiente: ¿hijo de quienes? Me seduce seguir pensando que también en aquel entonces era un hijo de inmigrantes italianos. Pero aquellos pocos italianos que habitaban Argentinas antes de 1858 eran bastantes distintos a los que empezaron a llegar luego de la dominación austriaca y la unidad política italiana lograda a partir de 1861 que produjo la expulsión de un enorme excedente poblacional. Esos eran inmigrantes pobres, empobrecidos o en muchos casos perseguidos políticos.

Los pocos que habían llegado antes estaban en mejor posición. Eran pequeños empresarios, artesanos y operarios calificados. Venían principalmente del norte italiano.

¿Entonces?. Dalo nacido en 1858, hijo de inmigrantes, había nacido en el seno de una familia humilde pero con cierta movilidad social. Por ejemplo los padres de Florentino Ameghino – nacido en 1854 - , que venían de Génova, poseían unas tierras en Luján. Y tenían cierta instrucción, lo que a su vez, motivó al pequeño Florentino a estudiar.

Algo semejante, para Dalo. Hogar humilde, con instrucción y ganas de progreso.

Supongamos entonces que nació en un hospital de la ciudad. No eran muy abundantes: 4 o 5 - el General de Hombres, el Buenos Aires, el hospicio de las Mercedes y el San Roque - y dependían de la asistencia Pública, pero administrados por la vieja Sociedad de Beneficencia[1] creada por Rivadavia unos 40 años atrás.

En 1858, existía la Argentina como la Confederación Argentina y Buenos Aires era una provincia que no terminaba de integrarse (quizá nunca lo hizo) con el resto del país. Gobernaban Justo José de Urquiza y el gobernador Pastor Obligado respectivamente. Pero Mitre era ya el hombre fuerte de Buenos Aires y estaba ya mirando a la Argentina. Faltaban aún 3 largos años, batalla de Cepeda, mediante, para la unificación definitiva y real de la República Argentina.

Yo, nacido en San Isidro, en 1958, lo hice bajo el gobierno de Arturo Frondizi y la gobernación de Oscar Alende. Contaba mi mamá que nací en el Sanatorio San Isidro. Aún es el día de hoy que no se bien de que se trataba. ¿Era un lugar privado? Lo dudo, dada la situación de mis padres, un albañil mutando hacia pequeño empresario y madre ama de casa, sería un lugar público. Tal vez, luego fusionado al hospital municipal de San Isidro.

La renta nacional se repartía en un 60% capital y un 40% trabajo. Argentina volvía a crecer y el desarrollismo como idea intentaba reemplazar al modelo nacional peronista. En definitiva, en relación de lo que sucedería después, Argentina era una fiesta.

Miguel y Rosalía tenían poca, pero buena instrucción. Sin televisión y sin biblioteca, los hermanos Armando y Bruno iban a crecer yendo si o si a la primaria; seguramente a la secundaria y tal vez (“ojalá”) a la universidad.

Cien años atrás, en Buenos Aires, la escuela se transformaba en algo serio y laico. Detrás de ello: Domingo Faustino Sarmiento a cargo del Departamento de Escuelas de la Provincia. Seguramente en 1865, Dalo entraba por primera vez a una escuela pública que había sido creada por Sarmiento. Esa era la aspiración paterna. Los hijos con instrucción. Prepararse para el trabajo, la hacienda o quizá algún pequeño negocio.

El sueño de Miguel era que fuéramos constructores.

Armando contará su historia. Pero algo ocurrió para que yo no lo fuera. Ocurrió que no querría ser igual a él. Y es probable que Dalo tampoco querría ser igual al padre.



[1] Se trataba de una institución oficial costeada por el Estado y administrada con autonomía parcial por una comisión de señoras. Estas, que designaban a sus reemplazantes entre las damas de la burguesía terrateniente y tradicional.

lunes, 28 de mayo de 2007

La (in)puntualidad.

por Bruno Pedro De Alto

Una de las características que me permito en la autodefinición es la de ser puntual. Si bien es cierto que parecería que es un bien que se pierde, como la vista y el pelo. La acumulación de tareas, el cansancio, el tránsito, las distancias, el olvido… son factores que vamos sumando con el tiempo y atacan la virtud.

El truco para ser puntual está en la hora de decidir cuando salir a la cita. Anteponer el tiempo estimado de viaje y ya está!

Pero ello no es tan fácil para todos. Un buen amigo, que para no crucificarlo lo llamaré CC, solía armar la agenda con reuniones que solo se podía cumplir con teletransportación. Llegábamos tarde a todos lados, y no se hacía cargo!

Desde hace un tiempo largo que guardo una viñeta, un textito exquisito sobre la impuntualidad. Se los comparto.

Esperando al impuntual. Por Piolín de Macramé[1].

La misión de los puntuales es la esperar a los impuntuales. La impuntualidad está llena de matices. Está el impuntual respetuoso de la publicidad. Llega tarde, pero pide disculpas. O miente una excusa… Que se le paró el reloj. Que el colectivo no llegaba. Además de impuntual es mentiroso. E imaginativo. O fantasioso. Tiene una recóndita sensación de culpa. Por eso el puntual debe ser magnánimo. Y recibir al impuntual con alegría. Creí que te había pasado algo. (Sonriente y expresivo.) Pero ya estás aquí. Que es lo importante. Telefoneé a tu casa varias veces. Me dijeron que ya habías salido para acá. Y me quedé tranquilo. Sea comprensivo con el impuntual. Y no le cree complejo de culpa. Pero dele cita en un café y lleve un libro. Que siempre es sano ocupar los ratos perdidos.

En algo cultural. Y mientras llega el impuntual no mire el reloj. A cada rato. Ni le diga al mozo: “Estoy esperando a un amigo. Creo que no le habrá pasado nada…” El mozo de café tiene alma de confidente ocasional. Pero ése es otro tema. Espero que esta nota salga puntual.”



[1] Piolín de Macramé es el seudónimo del doctor Florencio Escardó. (1904-1992). Se graduó de médico en 1929, en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. A los 22 años ingresó como residente en la Casa Cuna, donde como Jefe del Servicio de Pediatría, luchó por la internación conjunta de madres e hijos, para no sumar al dolor de la enfermedad el de la separación. En 1957 fue nombrado Decano de la Facultad de Medicina y después Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires. En 1959 introdujo la enseñanza mixta en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Fue un gran escritor, especialmente de Pediatría, y también un excelente literato, poeta, humorista y periodista. Solía decir “El miedo y el abandono enferman mucho más que las bacterias”.

sábado, 5 de mayo de 2007


Morir cuando se sale a ganar la vida.


por Bruno Pedro De Alto


1. El 28 de abril, se celebró el Día Internacional de la Salud en el Trabajo. Con esta jornada se recuerda a los trabajadores y trabajadoras que han perdido la salud y la vida en el trabajo.

Según la OIT ([1]) en el mundo se producen 350.000 muertes al año por accidentes de trabajo.

Desde la implementación de la Ley de Riesgos del trabajo, en octubre de 1995, en Argentina se han notificado 10.000 muertes. Se trata de la notificación de la muerte en situación de trabajo de trabajadores en “blanco” o registrados. Sabemos lo que ocurre en los sectores informales y en “negro”, pero no podemos cuantificarlo. Es probable que se duplique la cifra anterior.

Aquella nueva ley vino a poner freno la “industria del juicio”, proteger al empresario de los costos de la inseguridad creando aseguradoras de riesgos de trabajo que además iban a garantizar la prevención. Todo mentira y perverso: se desarmaron todos los sistemas de inspección, se creó la falsa imagen que todo estaba resuelto, el dinero de la “industria del juicio” fue a parar a la “industria de las ART”, se dejó de prevenir, el empleador creyó estar cubierto, y los trabajadores siguieron perdiendo de manera alarmante – solo atenuado por la recesión - la salud y la vida en el trabajo.


2. El conocimiento tecnológico y organizacional disponible en el mundo permite afirmar que todas esas muertes y daños son prevenibles. Sin embargo ocurrieron por desconocimiento, desidia, improvisación y en la mayoría de los casos por desprecio a la vida ajena.

Desde 1988 estoy vinculado a estos temas. Una capacitación me presentó la clásica mirada de la “Higiene y Seguridad en el Trabajo”, y al poco tiempo estaba diseñando un proyecto de capacitación sindical en seguridad industrial.

Hoy profeso un marco conceptual más amplio que va desde la salud de los trabajadores, las condiciones en que trabajan, la seguridad industrial y el medio ambiente laboral. Impulso la participación plena de los trabajadores en la prevención de sus riesgos en el trabajo y el cuidado de su salud.

Desde aquellos inicios hasta hoy con distintas dedicaciones: en el rol de formador y capacitador. A veces dedicado profundamente, otras veces alejado, y muchas veces parcialmente cercano. Eso último ocurre hoy.


3. En el trabajo terapéutico que realicé años atrás, encontré una serie de pistas que explicarían mi interés a estos temas. Como buena terapia acudimos a los tiempos de la niñez. Esas pistas eran dos. Una marcada por los relatos familiares, donde los padres les cuentan a sus niños historias pasadas; y el otro dentro de esa niñez y vivencial.

Mi papá Miguel se radicó en Argentina en 1948. Años después llegó uno de sus hermanos menores: Vittorio. En diciembre de 1953, vinieron ambas esposas: Rosalía, mi mamá y Rosetta, mi tía. Nacieron Armando, mi hermano; y mis primos Vito y Caterina. Año 1958, los hermanos trabajaban en la construcción. Y semanas antes de que yo naciera, el tío Vittorio murió.

¿Qué había pasado? La obra en construcción, un clavo, la herida, el tétanos y la muerte temprana.

El Tétanos es una enfermedad frecuentemente mortal provocada por una potente neurotoxina que es producida por una bacteria. Esta neurotoxina penetra en las fibras nerviosas motoras periféricas hasta llegar al sistema nervioso central. Se adquiere generalmente por cortaduras o penetración de algún objeto herrumbrado como clavos, anzuelos, cuchillas etc.

El primer síntoma del tétanos es la rigidez en los músculos de la mandíbula seguido de rigidez en el cuello y espalda, dificultad para tragar y rigidez muscular en el abdomen. Pudiendo llegar a producir espasmos y dificultad para respirar, hipertensión severa, taquicardia, fiebre y sudores excesivos. Cerca del treinta por ciento de los pacientes con tétanos mueren.

Entonces, al tío Vittorio le ocurrió una enfermedad – accidente. Sin tratamiento adecuado, probablemente una dolorosa agonía, dejó viuda y huérfanos.

Todo esto no lo vi., y cuando yo tenía apenas meses, la tía Rosetta y los primos se fueron a Italia. Atesoro la foto de la despedida en el barco: están todos rodeando a los viajantes, y mi papá me alza por encima de eloos para hacerme aparecer en la foto.

Y el relato familiar en mi niñez mantuvo la memoria de ese trabajador muerto en las circunstancias de estar ganándose la vida para él y su familia.

4. El otro hallazgo en la memoria, fue la muerte de un obrero que trabajaba en la pequeña empresa que había formado mi papá con otros dos socios italianos. El tiempo borró el nombre de ese muchacho. Yo tendría 5 o 6 años, pero vi algo que nunca olvidaré. Mi papá llorando por esa muerte.

Don Miguel estaba en casa, posiblemente porque era fin de semana. Sin teléfono, las noticias llegaban porque alguien las llevaba a las casas. Ese alguien vino y anunció la terrible noticia. Ese muchacho murió electrocutado al tocar una máquina para hacer “la mezcla”. Saliendo de la conmoción, mi viejo se cambió y salió a hacer lo que hoy supongo: ir a la obra, ocuparse de la situación, resarcir el daño… pero lo no lo olvidé nunca. Se fue llorando.


5. La tía Rosetta tiene 80 años y vive en Italia. Llama por teléfono para las fiestas y una vez escribió un Email, tiernamente escrito en un castellano lejano e irreconocible. Ese accidente la alejó, se llevó a los primos argentinos que no han vuelto nunca más y de ellos tres me queda el recuerdo, y probablemente una tarea familiar reparatoria: participar en la lucha por la salud y seguridad de los que trabajan.



[1] OIT: Organización Internacional del Trabajo.

jueves, 12 de abril de 2007

Recuerdos, búsqueda y tristes noticias.

por Bruno Pedro De Alto

Marzo de 2007. Es de noche y estoy haciendo ese zapping, que se hace monótonamente sin mirar demasiado lo que va apareciendo en la pantalla. En la zona donde el cable agolpa las películas, apareció la extraña cara de Mickey Rourke que mostraba ya su derrumbe de alcohol y desorden, y la bella Carre Otis, escondida debajo de una máscara de carnaval que apenas tapaba su cara.

Seguí pasando canales, pero súbitamente recordé a que película correspondía esa escena. Regresé a la señal del cable y recordé más los detalles del contexto de aquella película que su argumento. La película era mala. Malísima. Una joven abogada (Otis), viaja hasta Río de Janeiro, junto con su jefa (Jacqueline Bisset) para visitar a unos clientes. La chica conoce un atractivo brasileño pero luego se enreda con un estadounidense que es Rourke. Y este último quiera a las dos mujeres. Bodrio.

Digo que recuerdo más el contexto por lo siguiente. Recuerdo con quien fui al cine, y algunos detalles más. Era verano, hacía un calor sofocante, y fui con Inés Danziger a uno de los cines de la Avenida Santa Fe, en Buenos Aires.

A la salida del cine nos golpeó el calor y una inminente tormenta que electrificaba el aire, las cosas, las relaciones

Caminamos las 10 o 12 cuadras que separaban el cine de su departamento de la calle Billingursth, lo hacíamos comentando la película y empezando a intuir que la lluvia estaba allí. Torbellinos de viento, con mucha tierra, papel y otras voladuras. Un par de minutos y el torbellino se llena de agua que corre casi vertical y luego al enderezarse forma una cortina. Nosotros aún allí abajo corriendo, creyendo que más adelante es mejor y dejando atrás reparos que podían haber sido más útiles, si es que realmente nos estaba importando mojarnos. Llegamos a la entrada del edificio agitados y mojados.

Ya en el departamento, nos secamos las cabezas, nos descalzamos y finalmente quedamos largo rato sentados en un amplio balcón mirando como a la ciudad la cubría el aguacero.

¿Pero quién es Inés Danziger?

A decir verdad, nunca supe mucho de ella. Pude remedar ese desconocimiento recientemente, y el resultado de saber algo más sobre ella, me dejó contrariado. Como generalmente nos dejan contrariado los infortunios.

Me la presentó una persona que se llama Orlando Bustos, y que trabajaba en la Asociación Obrera Textil, como responsable de capacitación, durante un curso que yo estaba desarrollando en la delegación San Isidro.

“Atendé vos a esta chica, que es medio plomo…”. Un hombre formado en el sindicalismo machista, con orígenes en los Círculos de Obreros Católicos y la Acción Católica trataba de safar de sus preguntas feministas. Porque eso era lo que Inés fue a hacer ahí: indagar sobre el trabajo femenino.

El resumen de aquel primer encuentro fue saber que Inés era abogada y psicóloga y estaba buscando información sobre “trabajo femenino”, una cuestión de “género y trabajo” diríamos hoy. Vaya a saber que ocurrió, no lo supe nunca, ella mostró interés en que siguiéramos comunicados, y puso entusiasmo en ello. La recuerdo de 1,75 metros, blanca, de rulos rubios y ojos claros. Aspecto gringo. Mayor que yo, y yo tenía 32 años.

Nos vimos algunas veces más. Me invitó a cenar a su casa, cocinó y se vistió para la ocasión. Otro día fuimos al cine a ver la película comentada más arriba.

El 16 de enero de 1991 había empezado la Guerra del Golfo. Meses antes Irak, con Saddam Hussein en el gobierno, invade Kuwait. En represalia, los EEUU lanza la recuperación del territorio ocupado. Israel, es su socio en la región, en esas noches, y las siguientes, recibió muchos misiles iraquíes sobre sus ciudades.

Probablemente haya sido la noche del 17 de enero que sonó mi teléfono y al atender encontré a Inés muy conmovida, asustada y solicitándome que fuera hasta su casa para acompañara. Estaba aterrada por las noticias de los misiles cayendo sobre el pueblo judío Allí descubrí su condición de judía, además de descendiente alemana.

Casi de medianoche, salí a la calle y tomé el colectivo 60 que me dejaría a 5 ó 6 cuadras de su departamento. Casi un par de horas después llegué y recibí mayores explicaciones: en Israel (luego sabría que en Tel Aviv y Ramat Menashe) tenía amigos y parientes.

Inés tenía señal de cable y estaba viendo CNN en su versión, por entonces, única y original en inglés. Se transmitía en directo desde el lugar del conflicto y el canal de Turner decididamente a favor de Israel y en contra de Irak infundaba miedo desde la pantalla. Así que tomados de la mano, vimos largas horas de noticiero, hasta un amanecer que finalmente me permitió regresar a casa.

La vi una sola vez más. Nos encontramos en Martínez, para ir al río. Nuevamente mucho calor.

Yo tenía elegido un lugar como propio para descansar frente al río y tomar sol desde octubre hasta marzo. Inés lo conoció primero por mis dichos y luego al acompañarme en aquella oportunidad.

Hoy ya no existe más, el Tren de la Costa lo transformó. Pero en esos tiempos unos pocos lo usábamos y para batir el calor una canilla alta nos refrescaba: ponerse debajo y dejarse mojar.

Es evidente que en aquel lugar dije cosas que le llamaron la atención definitivamente y que le molestaron. Quizás mis actitudes esquivas y sin mayor compromiso con ella y que eran reiteradas. Al llegar a mi departamento en Acassuso, con la intensión de tomar algo fresco, llegó la pregunta de ella que definitivamente desequilibró la relación: “¿nunca pensaste en hacer terapia?”

Hasta ese momento, y solo pocos meses después, nunca me lo había planteado. Mejor dicho: creía “que no lo necesitaba ni remotamente”. Contesté algo parecido a eso, y muy enojada empezó a juntar sus cosas para irse, y seguramente para siempre. Poco pude negociar, solo acompañarla hasta la parada del colectivo. Se fue.

Posteriormente otros sucesos, donde si me había comprometido y con resultados dolorosos me mostraron que necesitaba terapia y allí acudí durante cuatro años y medio.

Iniciada la terapia, quise contárselo a Inés. Reconocerle que su pregunta tenía fundamento y contarle como me estaba yendo. Pero no conseguía comunicarme. El teléfono no era atendido nunca, ni de día, ni de noche. Sin contestador. Y pasaron meses, con esporádicos intentos fallidos. Y la di por perdida. Realmente tenía ganas de contarle sobre mi terapia, y en alguna medida la influencia de su pregunta.

En aquellos entonces no teníamos Internet como hoy, para buscar a alguien a través de sus pasos profesionales, comerciales, académicos, etc. Poner en un buscador “Inés Danziger” y ver que pasa.

Al año de su ida de casa, y quizás intuitivamente, volvía a llamar y la encontré. Seguí molesta conmigo y le extrañó mi llamado: hacía meses que se había ido a vivir a Alemania y pasó a cerrar sus temas en Buenos Aires. Quedamos en encontrarnos al día siguiente y no fui. Evidentemente mi terapia estaba recién en sus comienzos.

Más de quince años después, estos recuerdos se metieron por el televisor con las escenas de “Orquídea Salvaje”.

Buscando noticias de su vida, escribí en los buscadores de Internet el nombre de ella y encontré algunas noticias.

En primer lugar publicó un libro: “Psychosoziale Aspekte der Frauenarbeit in Argentinien” (Aspectos psicosociales del trabajo femenino en Argentina). Seguramente contiene las dudas del buen amigo Bustos. ¿Alguien publicará en Argentina este trabajo?

Otras noticias en alemán traen artículos escritos por ella sobre derrotero de los judíos alemanes por el mundo.

Y una nota hallada en Internet[1], en inglés, me da pistas de malas noticias. El texto traducido, resumido y complementado dice:

“Inés (Inesita) Margarita Danziger nació en 1947 en Buenos Aires. Su familia de judíos alemanes, emigró de Breslau, Silesia[2], en 1938. En Argentina ella estudió y ejerció como psicóloga. A principios de los años `90 viajó a Alemania y se radicó en Nuremberg. Allí comenzó a recoger documentos oficiales, artículos periodísticos, fotos y cartas personales de su familia extendida[3] y estudió su trasfondo histórico. Su sueño fue crear un libro acerca de su familia basada en estos documentos.

Dos temas resultaban de particular interés para Danziger: los orígenes históricos de la vida judía en Silesia; y el sino de su abuela paternal, Martha Danziger, que fue asesinada por los SS en Lituania.

Su producción inconclusa se resume en documentos de la familia de Inés Danziger incluyendo originales. Hay también material de la investigación, extractos de los libros, correspondencia y un CD-ROM compilado por Danziger. El CD contiene bosquejos del libro inacabado de Danziger junto a muchos otros archivos.

En 2001 contrae una fatal enfermedad. Antes de que ella muriera el 28 de mayo de 2001, expresó el deseo que su colección se done al der Juden de Geschichte del der de Erforschung del zur de Zentralarchiv en Deutschland (Archivos Centrales para la investigación de la historia de los judíos en Alemania), en la Universidad Heidelberg. Esos archivos llegaron allí el 30 de septiembre de 2001[4]” y fueron ordenados por el joven rabino de Dusseldorf, Yeshayahu P. Balog. Los archivos de la familia de Danziger consisten en 3 cajas de documentos y cartas, más 1 caja de libros y 1 CD-ROM”.

Sorpresivamente para mi, Inés Danziger está muerta.

Al recordar cada uno de nuestros encuentros, veo de qué manera se cruzó por mi vida y se interesó por mí. Pero mis afectos no se anclaban, la esquivé.

Debo reconocer que de algún modo influyó en un momento importante de mi salud mental con aquella pregunta sobre mi posibilidad de “hacer terapia”. En aquel entonces me di cuenta de ello, pero hoy me conmueve mucho más.

Al reconstruir parte de su vida, a partir de lo que es posible aquí y ahora, veo que Inés dejó la impronta de los que buscan su identidad: primero como mujer y luego como judía alemana.

Tengo una sensación de pena, quizá por esas penas que nos dan las muertes prematuras. Y yo no le devolví las atenciones a tiempo.

Curiosos usos de Internet, que me permitieron reconstruir y cerrar un círculo que había quedado muy guardado, casi olvidado, pero abierto.

En estos días se cerró. Este escrito los cierra.



[1] www.uni-heidelberg.de/institute/sonst/aj/PERSONEN/DANZIGER/introduc.htm

[2] Silesia (Slask)) es una región que se encuentra en la parte sur occidental de Polonia. Durante siglos estas tierras fueron lugar de disputas entre los polacos y los alemanes. Como resultado de la derrota alemana en la segunda guerra mundial, toda Silesia quedó en territorio polaco. La población alemana fue desterrada, y su lugar lo ocupó gente de los territorios polacos orientales, perdidos por Polonia.

[3] La gran mayoría de las cartas son de parientes en Sudáfrica, pero hay también cartas de otras ramas de la familia y los amigos alrededor del mundo en lugares tales como Dallas y Atlanta en los EEUU, Valparaíso en Chile, y Tel Aviv y Ramat Menashe en Israel.

[4] Simple curiosidad: esa fecha es mi cumpleaños.