viernes, 8 de junio de 2007

100 años. 1ra Parte


por Bruno Pedro De Alto

La mente tiene salidas creativas. Fruto de conversaciones movilizantes o de momentos inexorables de soledad – por ejemplo cuando se viaja solo manejando un auto - que a veces disparan aventuras imaginarias, momentos inexistentes o francamente improbables.

Una prueba de ellos es creer que es posible imaginar una vida similar pero en otro momento histórico. La pregunta disparadora sería: “¿Qué otro momento pasado nos hubiera gustado vivir?”.

Para mi, la respuesta es clara y sin dudas: “En Buenos Aires, aproximadamente entre 1880 y 1920, porque fueron años extraordinarios” La aldea que es Buenos Aires se convierte en ciudad, cambia la composición poblacional, inmigrantes, esbozos de industrialización, se forma el Partido Socialista, se conmemora por primera vez el 1º de Mayo, luego nace la Unión Cívica que será después radicalismo, el Centenario de Mayo, el voto popular, la reforma universitaria, la revolución bolchevique, y el nacimiento del Partido Comunista. Domingo Faustino Sarmiento, Julio A. Roca, Carlos Pellegrini, Leando N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios, Juan B. Justo, Leopoldo Lugones y Lisandro de la Torre, entre otros formidables personajes. Son los más reconocidos. Sin embargo rodeados de otros tan deslumbrantes como ellos.

Puesto a reflexionar sobre esa afirmación, e intentando darle cuerpo, me encuentro en algunos bretes.

El primero es darse cuenta que esta vida (la real, la verdadera, la que vivo y me permite este relato) es fruto de miles de decisiones, contando solamente las personales, que la fueron delineando. Pero, otra vida… ¿Qué puntos de referencia podían tener para ser en alguna medida, vidas equiparables o comparables?

El segundo es en que medida el conocimiento que tengo hoy del pasado me influye en la elección de los factores de aquella otra vida y que hayan impactado en ella.

Y tercero, ¿Al recrearme en otro momento histórico no estaré, en realidad, debatiendo sobre lo que hice y dejé de hacer en este momento actual, es decir el que realmente me corresponde vivir?.

La prueba está planteada y es realmente fascinante. Empecemos.

Fijemos algunas cosas. ¿Nombre, nacionalidad, fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, padres?

Si tratamos de extrapolarnos hacia atrás, convengamos que para vivir el período citado y con una precisión claramente arbitraria – 1880 a 1920 – Dalo, lo llamaremos así, ya sería un adulto en el período de su vida que va desde los 20 años, hasta los 60 años, por ejemplo. Esto me lleva a suponer haber nacido en 1860… o mejor en 1858. Haber nacido exactamente 100 años antes. 100 años de diferencia entre una vida y otra. Ya esta cometida la primer gran arbitrariedad.

La segunda es la siguiente: ¿hijo de quienes? Me seduce seguir pensando que también en aquel entonces era un hijo de inmigrantes italianos. Pero aquellos pocos italianos que habitaban Argentinas antes de 1858 eran bastantes distintos a los que empezaron a llegar luego de la dominación austriaca y la unidad política italiana lograda a partir de 1861 que produjo la expulsión de un enorme excedente poblacional. Esos eran inmigrantes pobres, empobrecidos o en muchos casos perseguidos políticos.

Los pocos que habían llegado antes estaban en mejor posición. Eran pequeños empresarios, artesanos y operarios calificados. Venían principalmente del norte italiano.

¿Entonces?. Dalo nacido en 1858, hijo de inmigrantes, había nacido en el seno de una familia humilde pero con cierta movilidad social. Por ejemplo los padres de Florentino Ameghino – nacido en 1854 - , que venían de Génova, poseían unas tierras en Luján. Y tenían cierta instrucción, lo que a su vez, motivó al pequeño Florentino a estudiar.

Algo semejante, para Dalo. Hogar humilde, con instrucción y ganas de progreso.

Supongamos entonces que nació en un hospital de la ciudad. No eran muy abundantes: 4 o 5 - el General de Hombres, el Buenos Aires, el hospicio de las Mercedes y el San Roque - y dependían de la asistencia Pública, pero administrados por la vieja Sociedad de Beneficencia[1] creada por Rivadavia unos 40 años atrás.

En 1858, existía la Argentina como la Confederación Argentina y Buenos Aires era una provincia que no terminaba de integrarse (quizá nunca lo hizo) con el resto del país. Gobernaban Justo José de Urquiza y el gobernador Pastor Obligado respectivamente. Pero Mitre era ya el hombre fuerte de Buenos Aires y estaba ya mirando a la Argentina. Faltaban aún 3 largos años, batalla de Cepeda, mediante, para la unificación definitiva y real de la República Argentina.

Yo, nacido en San Isidro, en 1958, lo hice bajo el gobierno de Arturo Frondizi y la gobernación de Oscar Alende. Contaba mi mamá que nací en el Sanatorio San Isidro. Aún es el día de hoy que no se bien de que se trataba. ¿Era un lugar privado? Lo dudo, dada la situación de mis padres, un albañil mutando hacia pequeño empresario y madre ama de casa, sería un lugar público. Tal vez, luego fusionado al hospital municipal de San Isidro.

La renta nacional se repartía en un 60% capital y un 40% trabajo. Argentina volvía a crecer y el desarrollismo como idea intentaba reemplazar al modelo nacional peronista. En definitiva, en relación de lo que sucedería después, Argentina era una fiesta.

Miguel y Rosalía tenían poca, pero buena instrucción. Sin televisión y sin biblioteca, los hermanos Armando y Bruno iban a crecer yendo si o si a la primaria; seguramente a la secundaria y tal vez (“ojalá”) a la universidad.

Cien años atrás, en Buenos Aires, la escuela se transformaba en algo serio y laico. Detrás de ello: Domingo Faustino Sarmiento a cargo del Departamento de Escuelas de la Provincia. Seguramente en 1865, Dalo entraba por primera vez a una escuela pública que había sido creada por Sarmiento. Esa era la aspiración paterna. Los hijos con instrucción. Prepararse para el trabajo, la hacienda o quizá algún pequeño negocio.

El sueño de Miguel era que fuéramos constructores.

Armando contará su historia. Pero algo ocurrió para que yo no lo fuera. Ocurrió que no querría ser igual a él. Y es probable que Dalo tampoco querría ser igual al padre.



[1] Se trataba de una institución oficial costeada por el Estado y administrada con autonomía parcial por una comisión de señoras. Estas, que designaban a sus reemplazantes entre las damas de la burguesía terrateniente y tradicional.