jueves, 26 de noviembre de 2015

El ministro Lino Barañao.

por Bruno Pedro De Alto

La designación de Lino Barañao como Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en el gabinete de presidente electo Macri ha causado sorpresa. El macrismo lo plantea como "un reconocimiento a una de pocas cosas bien hechas por el kirchnerismo", también está quien cree ver una política de Estado, es decir, aquello que supera los periodos de un solo gobierno, porque está en un nivel de consenso importante.



Se neutraliza las dudas afirmando que Cristina lo avala. Los medios lo resaltan, la gente común se lo cree.

Es curioso: Barañao se iba con el gobierno de Scioli, y se queda con el gobierno de la oposición. No es fácil estar en sus zapatos. Tras 8 años de construcción, le dan la oportunidad de seguir la obra, o quizá de cuidarla.

La comunidad científico - tecnológica fue una de las más movilizadas por el ballotage. Sus paradas críticas a Cambiemos en las estaciones de trenes, plazas y laboratorios, tuvieron impacto. Allí se lavaba platos de manera simbólica. No solo son los 1200 científicos repatriados que cuentan, hay una cifra muy superior de jóvenes que se han incorporado en los últimos 12 años.

La movida tenía razón: el equipo económico de Menem los había mandado a lavar platos, y son ellos los que vuelven al gobierno sin disculparse; Macri criticó Arsat; en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires invirtió una cifra irrosoria en Ciencia y Tecnología; en campaña no se mostró referentes de peso. Este tema les es ajeno.

Si estas demostraciones críticas perduraban en 2016, poco favor la harían al nuevo gobierno. A lo mejor, la continuidad de Barañao, es para ello.

¿Estará bien o mal que siga Barañao como Ministro? Sara Rietti, suele hacer una pregunta groseramente política, cuando dice "¿Ciencia y Tecnología, para que?" Veamos.

Vannevar Bush modeló para EEUU una trama lineal: donde todo empieza con las ciencia básica, luego - a modo de cascada - se nutrían sucesivamente las ciencia aplicada, el desarrollo tecnológico y finalmente las aplicaciones comerciales o sociales, llamadas innovaciones. En ese modelo, mientras más se invirtiera en ciencias básicas, más resultados se obtendría al final en nuevos productos tecnológicos. Luego Japón, y más recientemente los países del sudeste asiático han demostrado que este modelo no es universal: ellos han podido hacer grandes desarrollos tecnológicos sin contar con grandes sistemas de ciencias básicas. Toman los infinitos conocimientos universales disponibles y los transforman en tecnologías y luego en productos.

En nuestro país, hace 50 años, Jorge Sabato nos explicaba que la tecnología es una mercancía, por lo tanto, su lugar de valor se da dentro de un sistema productivo. Era la perspectiva novedosa de transformar al conocimiento como un factor económico, no como un bien neutral, de una creación humana que ayuda a la sociedad per se. Sabato, como luego su alumna Rietti, ven a la política como driver de la ciencia y la tecnología.

Nuestro sistema científico - tecnológico se organizó de la mano de Bernardo Houssay quien inspirado en el modelo lineal de Bush, creó en 1958 el Conicet, una organización donde se hacía Ciencia Básica, apenas Ciencia Aplicada y nula Tecnología. No había en el país, como en los EEUU, capacidad de absorción productiva de esos nuevos conocimientos: una Argentina con la economía extranjerizada, con empresas publicas en retroceso, y Pymes débiles.

Recién la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología en el 2007, y sus antecedentes como Secretaría, el aumento del presupuesto, la repatriación e incorporación de científicos y tecnólogos, la priorización estratégica en nanomateriales, biotecnología y Tic´s, el fortalecimiento de la CNEA, el impulso de consorcios público - privados, la vinculación con las cadenas de valor, etc. han revertido esa tendencia. Paralelo a ello: la creación de ARSAT, y el nivel de la empresa tecnológica Invap. Se llegó al 2015 a un punto crítico, de clivaje, donde el desarrollo tecnológico nacional debería expandirse en recursos y beneficiarios porque el sistema científico - tecnológico nacional logró masa crítica.

Tanto la Fundación Dar de Daniel Scioli, como Aldo Ferrer, como síntesis del pensamiento de un neodesarrolismo nacional proponían que se debería pasar del crecimiento al desarrollo. No es una definición de compromiso: ponía otra vez - como lo decía Jorge Sabato - al conocimiento en el lugar estratégico para lograr el desarrollo. El Estado, las empresas estatales y las Pymes tecnológicas (fundamentalmente nacionales) se transformaban en grandes tractoras de ese conocimiento, sabiendo que las grandes empresas privadas no tienen dificultades para obtener conocimiento: o lo producen ellas mismas o lo compran en el mercado. En la experiencia internacional se verifica que es un factor determinante el rol del Estado en el desarrollo de la economía nacional a partir del desarrollo tecnológico nacional.  Lo vimos en EEUU, Japón y Europa, lo vemos en Israel, India, China, Corea, Vietnam.

Volviendo a Lino Barañao, su ministerio será una perla negra en un collar de representantes de la economía primarizada de la Sociedad Rural y de los grupos extranjeros y financieros (GM, Esso, J. P. Morgan, etc)

Pareciera que ya no habrá intervención del Estado para que aparezcan fuerzas tractoras nacionales que demanden nuevos conocimientos para desarrollar nuevos procesos o productos nacionales. En ese contexto, es esperable que el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, se vaya replegando hacia el modelo de Houssay: todos los recursos - que no necesariamente podrían reducirse - se concentrarían en las Ciencias Básicas. Produciríamos mucho, se publicaría mucho, hasta podríamos volver a tener un nuevo premio Nobel. Pero no habría continuidad en la cadena: no habría desarrollo tecnológico, es más, no haría falta industria nacional para que ello funcione. Los científicos ya no serán estratégicos para el desarrollo aunque sus producciones estarán disponibles de manera universal - porque así funciona el sistema - y cualquier país que tenga política de desarrollo tecnológico podrá disponer de ellas de manera gratuita.

Son conjeturas. El nuevo gobierno aún no echó a rodar. Pero, lo que pasa es que esta historia ya la vivimos.

Tenemos aún un Ministerio de Ciencia y Tecnología, dentro de él un ministro que llegó hasta aquí como kirchnerista, pero... ¿para que?

Biografías mínimas:
Sara Rietti. Primera ingeniera nuclear del país.
Vannevar Bush. Padre del sistema de ciencia y tecnología de los EEUU creado después de la Segunda Guerra Mundial.
Jorge Sabato. Físico. Creador del Instituto de Metalurgia de la CNEA
Bernando Houssay. Fisiólogo argentino. Premio Nobel de Medicina en 1947

1 comentario:

Unknown dijo...

Bruno... yo lo veo con preocupación. Un sistema científico tecnológico no se construye de manera abstracta, a tontas y a ciegas, sin un Modelo de desarrollo que le de norte y sustento. ¿Cuál es el modelo de desarrollo de Cambiemos?¿Cuáles deberán ser los pilares del desarrollo Argentino?¿Los agronegocios?¿La tecnología en alimentos?¿La Informática?¿Los servicios comerciales y financieros? ¿Cuál es el modelo de desarrollo -si es que lo hay- que tendrá el Macrismo y que le dará sustento a la política de ciencia y tecnología? ¿Cómo articulará en lo que Castells llama "Medios de Innovación" en nuestras grandes ciudades? Cómo se enmarcará esa -eventual- política respecto de las UNiversidades Públicas, muchas de las cuales son despreciadas por Macri?