Morir cuando se sale a ganar la vida.
por Bruno Pedro De Alto
1. El 28 de abril, se celebró el Día Internacional de la Salud en el Trabajo. Con esta jornada se recuerda a los trabajadores y trabajadoras que han perdido la salud y la vida en el trabajo.
Según la OIT () en el mundo se producen 350.000 muertes al año por accidentes de trabajo.
Desde la implementación de la Ley de Riesgos del trabajo, en octubre de 1995, en Argentina se han notificado 10.000 muertes. Se trata de la notificación de la muerte en situación de trabajo de trabajadores en “blanco” o registrados. Sabemos lo que ocurre en los sectores informales y en “negro”, pero no podemos cuantificarlo. Es probable que se duplique la cifra anterior.
Aquella nueva ley vino a poner freno la “industria del juicio”, proteger al empresario de los costos de la inseguridad creando aseguradoras de riesgos de trabajo que además iban a garantizar la prevención. Todo mentira y perverso: se desarmaron todos los sistemas de inspección, se creó la falsa imagen que todo estaba resuelto, el dinero de la “industria del juicio” fue a parar a la “industria de las ART”, se dejó de prevenir, el empleador creyó estar cubierto, y los trabajadores siguieron perdiendo de manera alarmante – solo atenuado por la recesión - la salud y la vida en el trabajo.
2. El conocimiento tecnológico y organizacional disponible en el mundo permite afirmar que todas esas muertes y daños son prevenibles. Sin embargo ocurrieron por desconocimiento, desidia, improvisación y en la mayoría de los casos por desprecio a la vida ajena.
Desde 1988 estoy vinculado a estos temas. Una capacitación me presentó la clásica mirada de la “Higiene y Seguridad en el Trabajo”, y al poco tiempo estaba diseñando un proyecto de capacitación sindical en seguridad industrial.
Hoy profeso un marco conceptual más amplio que va desde la salud de los trabajadores, las condiciones en que trabajan, la seguridad industrial y el medio ambiente laboral. Impulso la participación plena de los trabajadores en la prevención de sus riesgos en el trabajo y el cuidado de su salud.
Desde aquellos inicios hasta hoy con distintas dedicaciones: en el rol de formador y capacitador. A veces dedicado profundamente, otras veces alejado, y muchas veces parcialmente cercano. Eso último ocurre hoy.
3. En el trabajo terapéutico que realicé años atrás, encontré una serie de pistas que explicarían mi interés a estos temas. Como buena terapia acudimos a los tiempos de la niñez. Esas pistas eran dos. Una marcada por los relatos familiares, donde los padres les cuentan a sus niños historias pasadas; y el otro dentro de esa niñez y vivencial.
Mi papá Miguel se radicó en Argentina en 1948. Años después llegó uno de sus hermanos menores: Vittorio. En diciembre de 1953, vinieron ambas esposas: Rosalía, mi mamá y Rosetta, mi tía. Nacieron Armando, mi hermano; y mis primos Vito y Caterina. Año 1958, los hermanos trabajaban en la construcción. Y semanas antes de que yo naciera, el tío Vittorio murió.
¿Qué había pasado? La obra en construcción, un clavo, la herida, el tétanos y la muerte temprana.
El Tétanos es una enfermedad frecuentemente mortal provocada por una potente neurotoxina que es producida por una bacteria. Esta neurotoxina penetra en las fibras nerviosas motoras periféricas hasta llegar al sistema nervioso central. Se adquiere generalmente por cortaduras o penetración de algún objeto herrumbrado como clavos, anzuelos, cuchillas etc.
El primer síntoma del tétanos es la rigidez en los músculos de la mandíbula seguido de rigidez en el cuello y espalda, dificultad para tragar y rigidez muscular en el abdomen. Pudiendo llegar a producir espasmos y dificultad para respirar, hipertensión severa, taquicardia, fiebre y sudores excesivos. Cerca del treinta por ciento de los pacientes con tétanos mueren.
Entonces, al tío Vittorio le ocurrió una enfermedad – accidente. Sin tratamiento adecuado, probablemente una dolorosa agonía, dejó viuda y huérfanos.
Todo esto no lo vi., y cuando yo tenía apenas meses, la tía Rosetta y los primos se fueron a Italia. Atesoro la foto de la despedida en el barco: están todos rodeando a los viajantes, y mi papá me alza por encima de eloos para hacerme aparecer en la foto.
Y el relato familiar en mi niñez mantuvo la memoria de ese trabajador muerto en las circunstancias de estar ganándose la vida para él y su familia.
4. El otro hallazgo en la memoria, fue la muerte de un obrero que trabajaba en la pequeña empresa que había formado mi papá con otros dos socios italianos. El tiempo borró el nombre de ese muchacho. Yo tendría 5 o 6 años, pero vi algo que nunca olvidaré. Mi papá llorando por esa muerte.
Don Miguel estaba en casa, posiblemente porque era fin de semana. Sin teléfono, las noticias llegaban porque alguien las llevaba a las casas. Ese alguien vino y anunció la terrible noticia. Ese muchacho murió electrocutado al tocar una máquina para hacer “la mezcla”. Saliendo de la conmoción, mi viejo se cambió y salió a hacer lo que hoy supongo: ir a la obra, ocuparse de la situación, resarcir el daño… pero lo no lo olvidé nunca. Se fue llorando.
5. La tía Rosetta tiene 80 años y vive en Italia. Llama por teléfono para las fiestas y una vez escribió un Email, tiernamente escrito en un castellano lejano e irreconocible. Ese accidente la alejó, se llevó a los primos argentinos que no han vuelto nunca más y de ellos tres me queda el recuerdo, y probablemente una tarea familiar reparatoria: participar en la lucha por la salud y seguridad de los que trabajan.