lunes, 19 de septiembre de 2011

Una aclaración necesaria: ¿ciencia básica o ciencia aplicada?

Es necesario afrontar la aclaración que permita distinguir los conceptos de ciencia básica y ciencia aplicada, porque se plantea que, de algún modo, la preponderancia del sistema científico argentino sobre las bases de sus ciencias básicas, han significado una dificultad a la hora de contribuir con un desarrollo tecnológico autónomo.

Nos permitiremos modelizar la relación entre ambas con estas ideas. Podemos graficar un esquema de relaciones para ver de qué se trata. Por ello, decir que tanto la ciencia básica, como la ciencia aplicada son puntos de una línea, donde la primera es necesariamente anterior en sentido lógico y temporal, nos remite a un primer modelo teórico que se esbozó para explicar como funciona el proceso que va desde un laboratorio de investigación, por ejemplo, hasta su concreción en un producto concreto.

Un caso concreto para mostrarlo: el científico alemán Robert Koch buscando las causas de la tuberculosis logró aislar el bacilo que la produce en 1882. Su esfuerzo era conocer las causas de esa enfermedad y su logro permitiría una solución que irremediablemente no estaría en sus manos. La vacuna contra la tuberculosis - BCG - fue utilizada por primera vez en Francia, en 1921. Es decir, en otro país y casi cuarenta años después.

Sin embargo, este modelo de linealidad donde todo avanza empujado por lo que descubre la ciencia básica, llamado science push, es resistido. Varias son las razones: una ellas es la profunda distancia entre el primer y último eslabón de esa hipotética cadena. Esto indicaría que todos los científicos trabajan a ciegas, ignorantes de lo que vaya a suceder con el resultado de sus logros. Y que en cierta manera, eso está bien, porque el investigador se convierte en un personaje "incontaminado" de la voracidad del mercado.

La misma figura lineal ha servido para otra explicación de como deben funcionar las ciencias. Y esa explicación es al revés de la que acabamos de plantear. Es un modelo lineal también, pero donde el mercado es el que tracciona a la ciencia aplicada y esta tracciona a la ciencia básica. Es conocido como el modelo del market pull. Hay una necesidad que el mercado no está ofreciendo y se busca hasta la raíz de como solucionarlo.

Otro ejemplo histórico facilita esta explicación. El inventor inglés Bessemer, patentó en 1856 un convertidor que a partir de hierro e insuflando aire, de manera muy económica obtenía acero. Era el “acero dulce” y rápidamente se usó en la industria. Sin embargo, las patentes que vendió e intentaban replicar su método no lograban el mismo resultado. ¿Qué ocurría? El acero obtenido en regiones distintas donde Bessemer lo había ensayado resultaba quebradizo. En ese momento, nadie sabía – tampoco Bessemer – que el acero de su región, Monmouth Shire, era libre de fósforo. Las grandes acerías que fracasaron al comprar un invento basado en un procedimiento práctico y aislado empezaron a comprender que necesitaban de investigaciones y desarrollos más rigurosos. Necesitaban comprender profundamente la naturaleza físico – química de los metales y encontrar el modo de eliminar el fósforo del acero, logrando de ese modo hacerlo útil. Y ello ocurrió recién en EEUU en 1878.

Y hay un tercer dibujo posible, que explique mejor estas relaciones. En este modelo las cosas ya no son lineales, y en realidad el orden tampoco es cronológico. La ciencia básica y la ciencia aplicada no son puntos sobre una línea, sino espacios que conviven en una superficie. Y en esa superficie operan el mercado, los centros de ciencias, los centros de desarrollo y las empresas. Esta representación muestra a la empresa desarrollando nuevos productos – que se supone que el mercado está en condiciones de recibir o ha señalado que lo necesita – y para lograrlos tiene a su disposición los conocimientos tecnológicos disponibles que le provee la ciencia aplicada, y si no existen, busca o demanda en la ciencia básica ese conocimiento nuevo. Aplicándole un sistema de dinámicas a este modelo, aparecen los actores sociales, económicos y políticos que al interactuar dan un orden de relaciones en red, que sin duda se diferencia mucho de los modelos lineales ya descriptos.

Pero este modelo, requiere de una premisa fundante: el mundo científico, el mundo tecnológico, y el mundo empresario si bien son distintos deben coexistir en sus proyectos mutuos y articularse profundamente, y esto último, muchas veces es visualizado como el rol del Estado.

Una Argentina que organizó su sistema nacional de ciencia con Bernardo Houssay a la cabeza, un inminente hombre de las ciencias básicas, que sostenía la idea de "hágase ciencia y con esto estará todo más o menos resuelto en poco tiempo"; pero que desarrolló sus procesos económicos y tecnológicos estratégicos desde el propio Estado, por ejemplo con Mosconi con el petróleo, con Savio con la siderurgia, con Canesa con el gas, con la Comisión Nacional de Energía Atómica, o con su vehículo utilitario para el campo llamado Rastrojero, o su avión a propulsión llamado Pulqui, etc., ha sido por esa disociación, un país con desarrollo fragmentado. Con el agravante de que muchos de esos procesos económicos y tecnológicos estratégicos desde el Estado, pesar de sus aciertos y fortalezas, no han sobrevivido por múltiples causas, pero mayoritariamente por giros y alternancias hacia políticas liberales desindustrializantes.

Esta fragmentación es muy bien explicada por Diego Hurtado: “Podemos fijar un primer anclaje en los años 50, cuando se crean la Comisión Nacional de Energía Atómica, el CITEFA, el INTA y el INTI y el CONICET. Hasta los 90, junto con las universidades, estas instituciones fueron la columna vertebral institucional de la ciencia y la tecnología de nuestro país. (…). Si se observa este conglomerado institucional, una huella digital es que todas estas instituciones van a congregar buena parte de lo que se llama investigación y desarrollo de áreas centrales en la economía argentina. El INTA, del sector agropecuario; el INTI, del sector industrial; la CNEA, una parte clave de la cuestión energética que es la energía nuclear y, junto con CITEFA, lo que podrían llamarse áreas estratégicas vinculadas al sector militar. El problema fue que con estas instituciones las actividades de investigación y desarrollo quedaron instaladas fuera de las universidades. ¿Qué otra cosa le quedaba entonces a la universidad y al CONICET que la ciencia básica?”

Volviendo a la imagen o dibujo posible, que explique estas relaciones, donde la ciencia básica y la ciencia aplicada no son puntos sobre una línea, sino espacios que conviven en una superficie, se pudo expresar la experiencia voluntariosa y fallida en el caso particular del llamado período de oro de la universidad argentina que redefine algunas experiencias científicas entre 1955 y 1966 – por ejemplo el Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y el Departamento de Electrónica de la Facultad de Ingeniería, ambos de la UBA – y se concentran en las ciencias aplicadas con el objeto de abrirse camino para controlar procesos tecnológicos que generalmente eran de origen internacional, para configurar estrategias y experiencias que permitan la obtención de tecnología propia. Pero aquí también aparece la etapa del colapso: la intervención militar al gobierno del presidente Illia, arrasa con autoridades universitarias democráticamente electas, docentes e investigadores; y se ocupa especialmente de arrasar con aquellas experiencias de ciencias aplicadas en busca de controlar procesos tecnológicos estratégicos que ya se vislumbraban después de la Segunda Guerra Mundial y se confirmaba en 1966: la informática y la electrónica.

martes, 25 de enero de 2011

Joaquín y su máquina de frecuencias medias


Cuentito.

Joaquín y su máquina de frecuencias medias.

Por Bruno Pedro De Alto

I

A Joaquín le encanta reirse de los eufemismos. En su barrio, por ejemplo, habían colocado unos montículos de asfalto en forma transversal en la calle. Según su real saber y entender a dichos montículos todo el mundo los conocía como lomos de burro. Sin embargo el municipio les colocó un cartel de aviso a los automovilistas que decía .

“Reductores de velocidad –se decía Joaquín a sí mismo- ¡Qué pavada! Como si por la sola presencia de esas lomadas los autos redujesen automáticamente la velocidad”. Tenía razón, los lomos de burro adrementan a los conductores de autos a frenar, por ello reducen la velocidad, y en definitiva el tránsito se vuelve más seguro. Pero nunca es de esperar que se encarguen por si solos de reducir la velocidad.

“Reductores de velocidad –se seguía diciendo Joaquín a sí mismo- ¡Qué pavada! Como si dentro de ellos tuviesen un dispositivo, un rayo mágico, una especie de láser que frenara los autos...”.

Sin embargo, la idea del rayo que afecte las conductas de las cosas y las personas, días después le empezó a interesar.

Joaquín había leído que unos investigadores de Paquistán ensayaron con distintas frecuencias de ondas que eran aplicadas a operadores de centrales eléctricas y lograron sorprendentes resultados: a bajas frecuencias un grupo de esos operadores paquistaníes se volvieron fogosos en el amor e irascibles en el trato. Mientras que otro grupo, sometidos a altas frecuencias, se comportaron como verdaderos zombies.

“Si a una persona determinada se la somete a una radiación media, resultará una conducta media –Pensó- Una conducta media puede ser el enamoramiento...”.

Joaquín, además de reirse de los eufemismos; le gustaban los aparatos eléctricos. Era capaz de desarmar dos aparatos y reamarlos intercambiando las piezas y lograr dos nuevos artefactos. Cada uno con una mezcla de las funciones de los aparatos desarmados: una licuafeitadora, por ejemplo.

En virtud de esa habilidad pensó que podía lograr un aparato que modificase la conducta de Magdalena.

Porque Joaquín, además de reirse de los eufemismos; y gustarle los aparatos eléctricos, estaba enamorado de Magdalena.


II

Todas las semanas se encontraba con Magdalena en el Bar “Bero”. Se conocían desde hace varios años, y desde hace dos mantenían esa rutina de reunirse semanalmente para contarse sus cosas y hablar de todo y también de nada.

A Magdalena y a Joaquín les gustaba hablar casi siempre del amor, del amor de los otros: Romeo y Julieta; Dante y Beatriz; o más sencillamente de los encuentros y desencuentros de sus amigos comunes. Joaquín no sabía si Magdalena tenía novio, si lo había tenido, ni nada. Y ella nunca le preguntó a él sobre el mismo tema.

De tanto hablar de los demás, Joaquín se dio cuenta que hablaba de sí mismo sin nombrarse; de tanto hablar del amor, se dio cuenta que hablaba del amor que sentía por Magdalena sin nombrarla.

Había llegado el momento en que ella tenía que enamorarse también de él. De allí que se le ocurrió la valiosa utilidad de un aparato, que basándose en ondas de frecuencia media, le modifique la actitud no enamoradiza de Magdalena. “Manos a la obra" Se dijo Joaquín a sí mismo.

Fueron varias semanas de trabajo, pero lo logró. El aparato emisor de frecuencia media estaba construido. Tenía el tamaño aproximado de una radio Spika. Su fuente de energía eran dos pilas grandes.

Ansioso fué a su encuentro semanal con Magdalena. Llevó el aparato oculto en una carterita tipo colectivero, que no usaba desde hace quince años.

- ¿Y esa carterita, Joaquín? ¿De donde salió? – Pregunto Magdalena sorprendida y algo molesta por la mugre que tenía dicha carterita.

- Llevo mis papeles –contestó evasivamente Joaquín, mientras trataba de lograr que el emisor apuntara hacia la zona del corazón de Magdalena, pués creía que era el mejor lugar para el impacto de las ondas. – Los papeles me están volviendo loco.

- La verdad es que te queda fea; además es antigua y ordinaria – Fusiló Magdalena.

Joaquín pensó rápidamente “La frecuencia debe ser baja, por eso está algo agresiva conmigo” Ese día la charla fue más corta que de costumbre.

Durante la semana siguiente, Joaquín trabajó sobre el aparato. Logró aumentar la frecuencia de emisión, pero ahora el aparato había crecido en tamaño en virtud de la batería de auto que necesitó adosarle para aumentarle la energía. Para transportarlo, encontró una valija de cartón que probablemente era de su abuelo.

Más ansioso que la semana anterior fue a su encuentro semanal con Magdalena, llevando el aparato en la valija de cartón de su abuelo.

- ¿Y esa valija de cartón, Joaquín? ¿De donde salió? – Pregunto Magdalena sorprendida y algo molesta por la mugre y destrucción que tenía dicha valija.

- Llevo mis papeles –contestó evasivamente Joaquín, mientras trataba de lograr que el emisor apuntara hacia la zona del corazón de Magdalena, pués seguía creyendo que era el mejor lugar para el impacto de las ondas. – Los papeles me siguen volviendo loco.

- La verdad es que te queda espantosa; además está toda rota... – Acribilló Magdalena.

Ese día la charla fue más corta y superficial que la de la semana pasada.

Por primera vez en mucho tiempo se dejó de ver con Magdalena con una frecuencia semanal, porque ella salió del Bar “Bero” sin arreglar nada para la semana próxima.

Joaquín seguía suponiendo que la frecuencia era baja, de allí la inesperada agresividad de Magdalena. Sin embargo, al recordar lo que había leído sobre los investigadores paquistaníes, recordó que la agresividad iba acompañada de fogosidad en el amor. El tema lo perturbaba, pues en realidad deseaba primero que Magdalena se enamorara de él y que después si, ella sintiera pasión y fogosidad.

Durante semanas Joaquín trabajó sobre el aparato. Logró aumentar aún más la frecuencia de emisión, pero el aparato había crecido descomunalmente en tamaño pués necesitó adosarle siete baterías de auto para lograr la energía necesaria que destrabara la situación. Para transportarlo y esconderlo, encontró un viejo arcón, que probablemente era de su bisabuela. Le colocó rueditas y una soga para arrastrarlo.

Llamó por teléfono a Magdalena y acordó una nueva cita.

Más ansioso que todas las veces anteriores fué a su encuentro, llevando el aparato escondido en el viejo arcón de su bisabuela.


III

Apenas traspasó la puerta del Bar “Bero”, la vió a Magdalena. Estaba de espaldas, esperando y tomando un café, cosa extraña pués siempre el que llegaba primero esperaba al otro para pedir.

El ruido de las oxidadas rueditas que Joaquín colocó en el arcón hizo que Magdalena se diera vuelta.

- ¿Y ese arcón con rueditas, Joaquín? ¿De donde salió? – Pregunto Magdalena indignada ante la imagen de un hombre arrastrando con una cuerda una ruina de arcón con rueditas oxidadas.

Joaquín no contestó, intentaba colocar el arcón de tal manera que ahora apuntara a la cabeza de Magdalena, “allí están los sentimientos –pensaba desesperadamente Joaquín- , porque el amor en realidad, posiblemente, nace desde la mente...”

- ¡Joaquín! ¡Me oís, por Dios! ¿Qué significa semejante porquería? ¿Qué tenés ahí? – Ametrallaba Magdalena.

- Llevo mis papeles –contestó evasivamente Joaquín, mientras intentaba en vano terminar de ubicar el arcón y la escondida máquina de frecuencias medias con siete baterías de auto.– Los papeles me siguen volviendo loco.

- Joaquín, ¡Basta! ¡Basta! ... ¡Me voy, y no quiero verte nunca más! ¡Me oís, por Dios! ¡Nunca más! – Remató Magdalena que mientras se levantaba de la mesa volcó pocillo, café, cucharita y sobrecitos de azúcar, de los cuales algunos cayeron sobre el arcón.

Magdalena y Joaquín no se volvieron a ver nunca más. Sin embargo, Joaquín mantuvo la costumbre semanal de tomar un café en el Bar “Bero”, pero siempre solo. Pensaba y repensaba paso a paso los detalles técnicos de su máquina y no lograba encontrar el error.

La dolorosa rutina se cortó cuando una mujer se le acercó y se presentó:

- ¿Joaquín? ¡Hola, soy Lucía! ¿Me recordás? Trabajaba en el VideoClub “Cyrano”. Vos ibas seguido y charlábamos sobre cine francés y todas esas cosas. Hace meses te ví en este bar, pero como estabas acompañado de una mujer no quise molestarte. Pero hace dos semanas te ví solo y hoy, otra vez, te veo sólo... ¿Me puedo sentar? ¡Gracias! Ahora me dedico a la venta de azúcar en sobrecitos. Vengo seguido aquí por ese motivo ¿No me habías visto antes? ¡Que pena! ¿No?

La recordaba. Ahora, él la miraba. Era realmente una bella mujer, algo charleta, pero muy interesante y atractiva. Alta, tenía el pelo castaño claro casi rubio, y lo estaba usando con un corte casi varonil. Llevaba puesto una blusa y un pantalón pinzado, estaba realmente elegante.

- Estás igual Joaquín, lindo como siempre. Aunque me parece que estás triste.. ¿es por amor?

Joaquín se dio cuenta que si decía si, lo diría con la voz quebrada. Optó por decir no, pero se le llenaron los ojos de lágrimas. Ensayó entonces una contestación con un movimiento de cabeza, pero la movió de tal manera que no se supo si era si ó no. Finalmente balbuceó algo imposible de entender.

- ¡Estás triste por amor Joaquín! –Acertó Lucía- Mirá, de esos dolores se puede aprender. Lo más importante es que finalmente logres entender a las mujeres, o al menos hagas lo que ellas esperan que hagas. El amor es en esencia muy sencillo, hay que darse a entender, con gestos, pero también con palabras. A las mujeres nos encanta que los hombres se nos declaren. Podemos esperar durante mucho tiempo una cosa así: una declaración de amor. Generalmente nos damos cuenta desde un principio lo que está pasando en el corazón de un hombre, pero esperamos la palabra. Llega un momento que las demostraciones sin palabras nos cansan. Joaquín, me gusta mucho volverme a encontrar con vos

Joaquín mientras oía a Lucía se sentía derretir como una vela. Cuando ella hizo una pausa, logró recomponerse y se enderezó en la silla. Tomó aire. Cuando tuvo la certeza de no balbucear y poder hablar sin quebrarse por las penas pasadas, dijo:

- Lucía, ¿Querés un café?

FIN