sábado, 15 de agosto de 2009

SOBRE EL TIEMPO Y EL TIEMPO DE TRABAJO - CAPÍTULO 4


¿Qué es el Tiempo?
La especulación filosófica sobre la naturaleza del Tiempo.

por bruno Pedro De Alto

“¿Qué es, pues, el Tiempo?
Si nadie me lo pregunta, lo sé;
pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.”
San Agustín.

Es cierto lo dicho por San Agustín. Esta recopilación de escritos sobre el Tiempo y el Tiempo de Trabajo estaba ya muy avanzada y yo me seguía preguntando: “Pero en definitiva, ¿Qué es el Tiempo?”

Una curiosa tarde cálida de julio, tuve la fortuna de entrar a una librería de la Avenida Cabildo. No tenía ningún objetivo específico para entrar allí, salvo la eterna atracción por los libros. Sobre una mesa de ofertas, un título me llamó: “El problema del tiempo”. Lo hojeé, y comprendí con satisfacción que era el libro, que yo como lector estaba buscando.

El libro esta presentado por Jorge Luis Borges. En ella, el autor de “El aleph”, dice -me dice a mi-: “Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. La rosa es sin porqué, dijo Angelus Silesius; siglos después, Whistler declararía El arte sucede.
Ojalá seas el lector que este libro aguardaba.” (1).

El arte sucedió. Devoré el libro, y ahora puedo contar con una serie de pistas para responderme, o como San Agustín rogaba, poder contestar a quién me pregunte: ¿Qué es el Tiempo?


El Tiempo (con mayúscula).

Todas las reflexiones, que hagamos sobre el Tiempo, con mayúsculas pues es el nombre propio de una entidad, conducen a problemas que trató, y trata, la filosofía. Preguntarse cuál es la naturaleza del Tiempo es, en efecto, preguntarse qué es la Realidad.

Las búsquedas para saber sobre el Tiempo, han recorrido los caminos del análisis psicológico, tanto como el físico. Sin embargo el concepto filosófico del Tiempo contiene a ambos análisis. Tanto el concepto matemático o físico, como el psicológico solo pueden acercar una explicación de la naturaleza del Tiempo según las ciencias que los originan, pero no el todo. En efecto, tanto el físico como el psicológico son sólo criterios parciales de lo mismo. Cada uno por su lado presenta un falso absoluto, una abstracción válida dentro de las respectivas ciencias en las que surgen, pero engañosa si se plantea en si misma como la única descripción de la Realidad.

El físico se limita en gran parte a consideraciones sobre la medición, es decir, sólo en lo mensurable; mientras que el pensador psicologista y subjetivista está interesado simplemente en nuestra conciencia subjetiva del tiempo, es decir, sólo en lo percibido.

Ambos puntos de vista contribuyen a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo, por ello no debe enfrentárselos, pero cada uno, por si solos, no pueden ser identificados con ella. Se trata entonces de definir que El Tiempo es a la vez “concepto” y “percepto”


El tiempo como concepto.

El concepto de Tiempo es una construcción a la que llegamos por análisis, síntesis y abstracción. Nuestra conciencia del tiempo surge de la experiencia.

Los acontecimientos, por ejemplo la caída de un objeto, nuestro propio deambular, no son sucesos que están con o en un momento de tiempo; son sucesos que constituyen el momento mismo. Los acontecimientos son los hechos concretos que constituyen el tiempo. El Tiempo no consiste en instantes o momentos, sino en el fluir de los acontecimientos en un orden y proceso continuo. El tiempo no crea acontecimientos, sino que los acontecimientos crean tiempo.

Cualquier acontecimiento es parte de otro que tiene una extensión temporal mayor. Cada acontecimiento es divisible en otros que ocupan menos tiempo. Sin embargo, los acontecimientos están siempre formados de otros acontecimientos, no de momentos, o de instantes, que no son concretos como acontecimientos, sino meras abstracciones del continuo proceso de tránsito del tiempo.

No puede haber una unidad natural de tiempo, aunque podamos idear unidades de medición del tiempo, de hecho la medición del tiempo es todo un cuerpo de conocimientos. Los acontecimientos son nuestra única data. El verdadero sistema espacio-temporal no es una mera forma, sino una totalidad concreta de acontecimientos.

El Tiempo está en el Universo, no el Universo en el tiempo. No es verdad que haya un Tiempo fuera de los acontecimientos del Universo. Algo así como un telón de fondo donde se proyectan como sombras los acontecimientos y al medir esas proyecciones conocemos las duraciones de aquellos sucesos. Un mundo que no tuviese acontecimientos, es un mundo que no tendría Tiempo; sería un mundo en el que nada sucedería y en el que no habría nada que hacer. El Tiempo es un rasgo real dentro del Universo.

Nada de lo que conocemos como vida puede manifestarse en un instante que no posee duración. El instante es una noción restrictiva, como el punto de la geometría. Todo Tiempo incluye intervalo, tramo o duración. El Tiempo no consiste en instantes o momentos, sino en el fluir de los acontecimientos en un orden continuo. El Tiempo es absolutamente continuo, aunque se mida y exprese numéricamente. La duración implica continuidad de los acontecimientos u objetos en el Tiempo.


El tiempo como percepción.

Percibimos tiempo; somos conscientes de ciertas cantidades de duración y también, habitualmente, de una sucesión de acontecimientos. Este conocimiento se da en el nivel perceptivo de la experiencia.

El Tiempo es una percepción. Pero cuando acrecentamos y organizamos nuestro conocimiento, y esforzamos nuestro poder de análisis, síntesis y abstracción, llegamos a un concepto de Tiempo. El tiempo perceptual y el conceptual no son del todo iguales en sus características, o más estrictamente podemos decir que el tiempo percibido no es idéntico al concebido. Lo vamos a explicar:

El tiempo percibido es siempre limitado. Nunca percibimos la totalidad del Tiempo. También se lo percibe como sensiblemente continuo, como poseedor de cierta cualidad direccional. Sólo si al lapso inmediatamente experimentado, más una amplia perspectiva temporal, hacia atrás y hacia adelante, se los capta como un continuo, se logra el concepto de un Tiempo continuo. Por este camino del pensamiento se llega a la idea del Tiempo como de carácter ilimitado; se lo considera infinitamente divisible y matemáticamente continuo como una serie infinita. A este concepto sólo se le antepone el conocimiento de la duración del Tiempo. Este último, está asociado a el origen y el fin del Universo.


El aprendizaje de la percepción.

No sólo percibimos que las cosas han cambiado, sino que tenemos una clara percepción de su cambio. El término cambio se utiliza en su significado fundamental: el devenir de acontecimientos, no simplemente cambio de lugar o de cualidad.

La experiencia del cambio, sin embargo, es más primitiva que la percepción del tiempo, y no necesariamente implica percepción de tiempo. Nuestra experiencia de cambio es inmediata y última, pues todos nuestros datos sensibles son cambios presentes ante nosotros como acontecimientos.

Nuestra experiencia del tiempo, como cualquier otra, se logra por aprendizaje. La conciencia del Tiempo surge de una experiencia fundamental e irreductible, y esto lo debemos reconocer cualquiera sea la teoría metafísica de la naturaleza del Tiempo que adoptemos. Se desarrolla con la mente, y la investigación ha mostrado que las personas no tienen una apreciación similar del tiempo transcurrido, que no existe una unidad natural del tiempo a modo de cadencia común. No existe esa condición a priori de nuestro conocer el mundo exterior. Pero cuando llegamos a conocer ese mundo de acontecimientos, nuestro sentido del tiempo crece, y erigimos un concepto de Tiempo. Es interesante notar que en este desarrollo se encuentran grandes diferencias entre personas y civilizaciones, y entre las mismas personas en diferentes etapas de su vida. Por ejemplo en el desarrollo de la mente infantil, la conciencia del tiempo llega más tarde que la conciencia del espacio. El niño vive en el presente y está interesado en las cosas fuera de sus relaciones en el tiempo. El niño se hace consciente del tiempo y su significación cuando, por ejemplo, está forzado a esperar un objeto deseado.

En definitiva nuestra experiencia es la percepción de un acontecimiento. Fuera de los acontecimientos, no podríamos tomar conciencia del tiempo, pues éste no existiría. Se rechaza, de éste modo, la teoría del Tiempo Absoluto (2), de un tiempo que transcurre independientemente de los acontecimientos. También tomamos conciencia del acontecimiento como poseedor de una duración. Este acontecimiento es sucedido por algún otro y surge la idea de la sucesión en la duración. La relación antes/después del cambio objetivo y del tiempo llega a ser, así captada.


Presente, pasado y futuro.

Las sociedades industriales representan el Tiempo como una línea, pero debe reconocerse que el puro Tiempo, como extensión sin pausa, es una abstracción. Si presentamos imaginariamente el curso de Tiempo como una línea, sólo puede querer decir sucesión. Por lo tanto, necesitamos otra línea perpendicular a aquella para representar la simultaneidad. Hay otro peligro en la presentación lineal. Sólo se vuelve verdadera cuando se le da un sentido o dirección a la línea, y puede llevarnos fácilmente a concebir el presente percibido como un mero punto, un punto entre un pasado que se ha ido y un futuro que se aproxima. Nuestro presente percibido no es así, aunque el presente objetivo tiene ese carácter. Nuestra conciencia de un punto o instante; es más bien de cierta longitud en la línea temporal. Lo explicamos con un ejemplo:

Supongamos que A, B, C, D, E, F y G representan una serie de acontecimientos que podemos considerar instantáneos, por ejemplo relámpagos en una tormenta eléctrica. Como el Universo está en continuo cambio, si uno de esos relámpagos, D, es presente, A, B y C entonces son pasados, mientras que E, F y G son todavía no existentes o futuros. En la experiencia perceptual, sin embargo, se encuentra que nuestro “presente” incluye una conciencia de B, C y D, como sucesión, pero como “simultánea-mente presentes”, aunque sucesivos. Alguien inclusive podría afirmar que E también estaba contenido de alguna manera anticipatoria, en ese presente psíquico, pues lo esperábamos. Sabemos que nuestro presente, en tanto percibido, no es un punto móvil o instante del tiempo objetivo, sino una línea móvil, o más bien una línea cuyo contenido está cambiando permanentemente.

Desde el punto de vista de la matemática el presente es un punto sin duración; es el último instante de una serie que retrocede hacia el pasado y el primero de una serie que se extiende hacia el futuro. Pero desde el punto de vista de la psicología, la cuestión es muy diferente. El presente es en esencia una duración, breve, pero que tiene una extensión en el tiempo, una anchura de carácter temporal. El momento presente de la experiencia es siempre un trecho o lapso definido de duración.

La unidad de composición de nuestra percepción del tiempo es una duración. La sucesión, la simultaneidad y la duración son rasgos de nuestra experiencia del tiempo. El tiempo percibido no es sólo un instante que reemplaza a otro que se ha ido. El presente percibido es real, concreto, vivo, y hasta cierto punto durable o extenso. Es siempre una cantidad de tiempo.

El tiempo se considera como un fluir. No pasa instantáneamente, sino que posee una duración, una cualidad que suele llamarse permanencia temporaria o relativa.
A esta experiencia perceptiva algunos autores han denominado “el presente especioso”. Todas las notas de una canción parecen para el oyente estar contenidas en el presente. Todos los cambios de lugar de un meteoro parecen al observador estar contenidos en el presente. Sin embargo, el presente al cual se refiere el dato -las notas musicales, la trayectoria del meteoro- es realmente una parte del pasado reciente, ilusoriamente dado como un tiempo que interviene entre el pasado y el futuro. Las investigaciones en el campo de la psicología dan al presente especioso una duración de entre ½ y 4 segundos, variando de acuerdo al individuo, en interés, la fatiga y el estado de salud. Cada cosa se percibe en un presente especioso, pero el presente real objetivo no es especioso; sólo el presente percibido tiene ese carácter. Esto se debe a que el mundo está en continuo cambio, y lo que está sucediendo realmente nunca es especioso. Pero nuestro equipamiento y organización mental es de tal modo que lo percibimos como especioso.


Notas:
(1) J. Alexander Gunn. El problema del tiempo. Estudio histórico y crítico.
Biblioteca personal Jorge Luis Borges. Editorial Hispamérica, Buenos Aires, 1986.
(2) Issac Newton publica entre 1686 y 1687 su Principia. En ella se encuentra su concepción del Tiempo. Plantea al Tiempo Real como un Tiempo Absoluto. Dice: “El Tiempo Absoluto, verdadero y matemático, no relacionado con nada exterior, fluye unifórmente y se llama duración. El tiempo relativo, aparente o común, es esa medida sensible y externa de una igual o desigual porción de duración en estado de movimiento, tales como las medidas de las horas, los días, los meses, los años.”