sábado, 29 de agosto de 2015

Contrabando yendo por dignas carretas.

Los industriales argentinos, organizados como Unión Industrial Argentina (UIA), conmemoran cada 2 de septiembre el Día de la Industria.


por Bruno Pedro De Alto

Es duro para los entusiastas del desarrollo industrial nacional descubrir que la fecha elegida para conmemorar a la actividad fabril recuerda un hecho vergonzoso, haciendo casi imposible alguna defensa sobre lo acertado de la fecha. El historiador Felipe Pigna, divulgó recientemente el indecoroso dato más importante de la anécdota: el Día de la Industria conmemora también un contrabando encubierto.
Al final del relato haremos el esfuerzo de encontrar y destacar una insipiente, escondida, pero persistente tozudez del desarrollo productivo local entre semejantes ignominias.
La UIA nació el 7 de febrero de 1886, al reunirse dos organizaciones patronales preexistentes. Esa fecha fue tomada acertadamente como Día de la Unión Industrial Argentina y era utilizada para eventos reivindicativos, como correspondía: en la Argentina de aquellos tiempos, el campo era todo.
Durante la década de los años 30 se hace cargo de la Organización Luis Colombo, múltiple empresario, de corte proteccionista en lo industrial y conservador en lo político, quien promueve una serie de acciones que la van llevando a la UIA a configurarse como la influyente representación empresarial que conocemos hoy. No es casual: la Argentina vive el despertar del proceso de sustitución de importaciones, y la industria va dejando de ser un sector subsidiario de la gran actividad agrícola ganadera.
Colombo llena de contenidos simbólicos a la UIA con la clara intención de darle identidad. Para homenajear a la industria, y no a la organización patronal, Colombo promueve el 2 de septiembre de 1931 como Día de la Industria Nacional, y se remonta a un hecho de 1587. Aquí tenemos la primera sorpresa: la fecha es claramente previa al desarrollo industrial nacional argentino, pero rescata a las manufacturas coloniales del territorio aún español que luego sería Argentina. Lo que busca Colombo es señalar que antes del desarrollo del modelo agroexportador, había producción local. Saca una ventaja temporal. Hurga en la historia y rescata a las producciones coloniales que se localizaron particularmente en la colonial Gobernación del Tucumán. Es forzado, la colonia no era Argentina aún y no era industria, ni siquiera existía el concepto, porque eran manufacturas artesanales.
No sabemos si el dirigente fabril sabía con detalles el caso elegido, en especial el capítulo del contrabando…
Vamos a contarlo. A finales del siglo XVI, la colonización de América había sumado a la explotación de oro y plata, distintos negocios. Uno de ellos era la venta de aborígenes que llevaban adelante los encomenderos. Juan Ramírez de Velasco, como primer gobernador del Tucumán (actuales Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, La Rioja, Santiago del Estero y Córdoba) entre 1584-1593 combatió esa práctica, y aún más: se empeñó en evangelizar a los aborígenes.
Al crear en Tucumán la Diócesis de Tucumán dependiente del Arzobispado de Lima y dada la abundancia de obispos y curas en Lima, el gobernador se abocó a conseguir allí al nuevo Obispo. La tarea no resultaba fácil: dejar la ya importante ciudad de Lima por el precario territorio de pobres aldeas dejó la suma de cuatro intentos y respectivos fracasos de autoridad religiosa para Tucumán.
No resulta raro entender porque el quinto candidato lo aceptó: era un malandra y llegó para hacer negocios. Era el sacerdote dominicano Francisco de Victoria, o Vitoria.
Apenas instalado como obispo y casi sin empezar su tarea pastoral, puede decirse que nunca la inició en realidad, viajó a Brasil. Tenía un plan.
Su mandato estuvo marcado de permanentes quejas por los cristianos de la gobernación: se dedicaba la mayor parte del tiempo a actividades de venta de vacunos, ausentándose largas temporadas, especialmente en Potosí. Los vecinos decían que el obispo los maltrataba, no frecuentaba el púlpito ni las procesiones, cobraba comisiones por avalar concubinatos, excomulgaba a sus detractores, etc. El Gobernador informó que el obispo Victoria había vendido y falsificado registros oficiales, en su propio y exclusivo beneficio de unos 4.000 indígenas del Tucumán.
Pero volvamos al plan Brasil del obispo Victoria. En 1585 el obispo comisionó al Tesorero de la Iglesia y a un sirviente personal para traer mercaderías del Brasil. La comisión partió del puerto de Buenos Aires. Fue un viaje de 15 meses con dificultades, pero lo peor ocurrió al llegar con las mercaderías y esclavos a la boca del Río de la Plata. Allí los abordaron barcos piratas que los despojaron de todos los bienes. Parece que a valores actuales, el daño económico del obispo y sus financistas fue de unos 9 millones de dólares.
Enterado de todo esto, el gobernador Ramírez de Velazco prestaba cada vez más atención a las actividades de Victoria, informa a España todas estas trapisondas del religioso, intentando su expulsión del Tucumán.
El suceso que dará fecha al Día de la Industria es el siguiente.
Victoria pretende ahora vender mercancías a Brasil, pero el negocio verdadero será llevar oro y plata escondido, y solo declarar una pequeña parte y pagar el tributo al rey por esa ínfima cantidad.
Para generar confianza, recoge una cantidad importante de artesanías que se elaboraban en la región. No eran productos industriales, no existían en el mundo tal tipo de actividades económicas hasta avanzado el siglo XVIII, sino manufacturas hechas en una importante cantidad de talleres artesanales esparcidos por la región noroeste de la actual Argentina. Llegan al puerto de Buenos Aires en 30 carretas tucumanas, según el puntilloso detalle del historiador Guillermo Furlong: “25 pabellones (probablemente cortinas para camas y altares), 38 frazadas, 51 cubrecamas, 180 costales, 212 sombreros, 526 pieles curtidas de cabrita, 546 metros de tela burda de lana, 571 metros de tela de algodón, 581 metros de tela delgada de lana y 1824 kilogramos de lana”.
Pero el gobernador lo deschavó: Victoria envió al Brasil mucha más plata y oro que la que declaró, sacándolos del territorio sin pagar el porcentaje que le correspondía al rey, el llamado quinto real, es decir un 20% del precio o valor del bien. El obispo contrabandeó una cantidad que nadie supo calcular, aunque sabemos que había tenido en el año anterior pérdidas equivalentes a 9 millones de dólares actuales, que bien quisiera recuperar...
Este segundo barco, cumplió exitosamente la misión comercial que algunos consideran la primera "exportación industrial" argentina. Partió de Buenos Aires el 2 de septiembre de 1587, fecha que siglos después será el Día de la Industria Nacional por voluntad política de la UIA. Ahora sabemos que fue un brutal contrabando, entremezclado con manufacturas artesanales que no eran industriales, de una región que aún no era Argentina.
Hay argumentos sólidos que avalan el esfuerzo de la gremial empresaria en darse una fecha relevante y en oposición a aquellas que vendrán con la Argentina empoderada en su modelo agroexportador: la Argentina que nació en la segunda mitad del siglo XIX. Colombo, era un hombre que tenía esa voluntad. A lo mejor creyó que aquella exportación fuese el mejor símbolo, o menospreció la posibilidad de que algún día se conociese la verdad.
Vamos a tirarle al suceso una soga en auxilio.
Los productos norteños, y el metal precioso oculto, viajó del norte al puerto de Buenos Aires en las míticas carretas tucumanas. Producidas artesanalmente por carreteros (nombre que coincide tanto para quien las elaboraba como conducía) que aplicando técnicas instauradas por el poderoso gremio español Real Cabaña de Carreteros, se habían adaptado a estas distantes latitudes. Eran hechas íntegramente en madera, no había metalurgias en esta parte del continente. Para una buena manufactura, se contaba con los ladinos, pueblo originario del Tucumán, pueblo que desarrollaba la carpintería con destreza: era un pueblo que habitaba los montes tucumanos desde épocas precolombinas.
Los talleres carreteros, las hilanderías y tejedurías, entre otros, fueron las industrias que empezaron a debilitarse a partir de las erráticas políticas de los gobiernos revolucionarios que nacieron en 1810, y finalmente sucumbieron con el libre cambio señoreando el país a parir de la segunda mitad del siglo XIX. Hubo que esperar medio siglo más, para que en Argentina se empezase a hablar de industria nacional.

Bibliografía.
Lebedinsky, Viviana. De mitos, rituales y viajes. Un estudio antropológico de la Unión Industrial Argentina. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XXI. Buenos Aires. 1996.
Pigna, Felipe. 2 de septiembre - Día de la Industria. www.elhistoriador.com.ar.
La enciclopedia de ciencias y tecnologías en Argentina. Día de la Industria en Argentina. www.cyt-ar.com.ar.
Carretas y transporte terrestre bioceánico: la ruta Buenos Aires-Mendoza en el siglo XVIII*
Pablo Lacoste. Estudos Ibero-Americanos. PUCRS, v. XXXI, n. 1, p. 7-34, junho 2005
Indios Ladinos del Tucumán Colonial: Los Carpinteros de Marapa. Estela S. Noli. 2001. www.educ.ar
Calixto Bustamante Carlos Inca (Concolocorvo). El lazarillo de ciegos caminantes. De Buenos Aires a Lima. Biblioteca Virtual. 2006. www.biblioteca.org.ar.