sábado, 23 de mayo de 2009

CAROLINA


por Bruno Pedro De Alto

I


Carolina entró por primera vez al Teatro Victoria. En esa esquina de Buenos Aires -Victoria y San José- funciona en el subsuelo, el Centro Socialista Obrero y también el Centro Femenino Socialista.
Flaquita, cara de muñeca, pálida y de ojos enormes. Su cuerpito vuela al caminar. Es devota de la puntualidad. Pero no todos le corresponden. A pesar de ello es tolerante. Dice: "la misión de los puntuales es esperar a los impuntuales".
Lo cierto es que Carolina se propone estar en todos lados. Pocos le siguen el ritmo; su amiga Adelia Di Carlo es una de esas personas. Su hermano José, cuando puede, también.
Adelia si se trata de conferencias, tiene preferencias por las científicas, pero acompaña a Carolina cuantas veces puede. Esta tarde no pudo.
José, que junto con Carolina son los menores de los cinco hermanos Muzilli, es poeta. Ni más, ni menos. Diez meses menor, son casi mellizos. Muchos así lo creen, ellos no se preocupan demasiado por desmentirlo. Les gusta la idea. Se adoran. No soportan estar separados por mucho tiempo. A José le gustan las conferencias de arte, teatro y literatura. Juntos habían ido a las charlas de Edmundo D'Amicis el verano anterior. Pero esta tarde no se vio atraído por el invite de su hermana: "A esta mujer ya la hemos oído cuatro veces..! ¿de nuevo escucharla?", se quejó.
Esta tarde va sola, va a escuchar por quinta vez a Gabriela Laperriere de Coni.
Carolina vuela al caminar. No puede ser de otro modo, sino nunca llegaría puntual y muchas veces temprano a todos los lugares que se propone estar.
La Conferencia de la señora de Coni estaba anunciada para las 18:30. Faltan cinco minutos, "Pero seguramente se esperará hasta las 18:45 para empezar -Piensa-. Muchos compañeros dejan los trabajos a las seis de la tarde, otros a las seis y media y es bueno esperarlos". Carolina se queda de pié, mira todo como siempre. El lugar le resulta agradable.
El Victoria tiene quince hileras en fila y tiene dos niveles de palcos. Está decorado con una equilibrada combinación de madera clara y mármoles grises. Su dueño, un gallego que ama al teatro y que se declara admirador de la causa socialista, es un explotador de sus pocos empleados. Es, además, un disconforme eterno con los contratos que firma con las compañías de teatro que suelen alquilar el Victoria, y quejoso (¿arrepentido?) de "los pocos pesos que me dan los socialistas que tengo aquí abajo", mientras señala con el pulgar el subsuelo.
Sobre el escenario un hombre mayor, se mueve lentamente, termina de acomodar la pequeña mesita que será utilizada por la oradora. "Hay dos sillas. Alguien va a presentar la Conferencia." Carolina no se equivoca; la actividad ha sido organizada por el Centro Socialista Femenino. Quien va a presentar la charla es la Secretaria General del Centro, la doctora Cecilia Grierson, primer médica argentina, quien creó en 1891 la escuela de enfermeras y enfermeros.
Carolina y Cecilia nunca se llevarán bien. La Doctora Grierson tiene treinta y ocho años. Es una ilustre socialista, y ha participado en el primer Congreso Internacional Feminista, en Londres en 1899. Además de fundar el Centro, tiene ganada una alta reputación como feminista. Sin embargo, Carolina, mucho más joven encontrará en los dichos de Cecilia bastantes contradicciones. Solo unos años después, cuando se sintió segura, se los planteó y logró ganarle varios debates.
En cambio la señora de Coni, "Era un ser agigantado por su regia personalidad". La admira. Trata de aprender todo lo que esa individualidad paseé. Es su maestra.
Suben al estrado las dos mujeres. Son las 18:50. Empieza la Conferencia.
Como siempre Carolina se sienta al fondo. No es que sea tímida. Participa, pregunta y debate. Desde el fondo no se escucha muy bien, pero puede ver todo lo que ocurre. Le interesa no solo las palabras de los oradores, sino también como reacciona el público, y eso es solo posible desde una perspectiva como, por ejemplo, la que da la última fila. Allí está ella. Abre su cartera, en ella está su cuaderno, lo saca y en él tomará las notas. Volcará los párrafos que ella creé "más conceptuosos".
Abre la Conferencia la Secretaria General. Sus palabras iniciales son anotadas por Carolina: le interesan. La doctora habla de "dos feminismos, uno que preocupa a los poderes constituidos y otro que cae simpático a todo el mundo: el feminismo benéfico". El tema de los dos feminismos, le interesa a Carolina, pero no está aún documentada. "tengo que leer más -se reprocha-, creo que el planteo de la doctora es incompleto... no sé...".
Toma la palabra Gabriela L. de Coni. Recuerda al auditorio el tema de la exposición. Para Carolina es innecesario. Espera escuchar los conceptos de la señora desde hace doce días, desde que se enteró leyendo La Vanguardia.
Había anotado en su cuaderno:
"Vanguardia del 1° de diciembre: Conferencia. La compañera Gabriela L. de Coni, disertará sobre `La Moral de la Mujer Trabajadora'. Teatro Victoria. 12 de diciembre de 1907. 18:30 hs".
El lápiz vuela. Anota todo. Le fascina el enfoque que le da al tema.
En el cuaderno quedan las siguientes notas:
"La inspección, las confidencias de las obreras, las quejas de los padres, han demostrado que una gran causa de inmoralidad proviene del contacto diario del capataz con las mujeres"
"Recuerdo: las obreras de Campomar y Compañía de Valentín Alsina, Fábrica de Alpargatas La Argentina, cigarreras de La Generosa y de la Favorita, etc; 1902, año de luchas y huelgas. Decían que sus compañeros varones no siempre estaban dispuestos a incluir entre las reivindicaciones que los capataces respeten la moral de las obreras".
"Mi opinión: Hay que poner blanco sobre negro sobre esto de la inmoralidad de las obreras."
"Nuestra lucha es doble, primero: sumarnos como iguales en la organización gremial a nuestros compañeros. Segundo: junto a ellos vencer al capital y su formas inmorales."
"A los odiosos capataces, hay que eliminarlos de su mando sobre las mujeres, reemplazados por mujeres, serán menores los abusos"".
"En las clases ricas e intelectuales, el mejor amigo de la mujer es el hombre, pues no dependen de él económicamente. En la clase trabajadora es su mayor enemigo".
Al terminar la exposición se da un momento de debate y preguntas a la señora de Coni.
Carolina está reconfortada con las ideas de la señora de Coni. Pide la palabra, hace una pregunta. Quiere saber si la señora está conforme con la ley, sancionada el año pasado, que protege el trabajo de la mujer y del niño, dado que "...usted inspiró al Doctor Palacios, sobre tan necesaria ley, pero que resultó no incluida la temática de la charla de hoy...", concluye la pregunta con una eventual afirmación: "¿No será hora de pedir una ley específica sobre el tema de la moral de la mujer obrera?".
Gabriela L. de Coni vuelve a notar que esa muchachita, que siempre se sienta al fondo, que anota todo en su enorme cuaderno negro, o al menos parece enorme en sus pequeñas manos, es una mujer de garra. Le está obligando en una sola pregunta que evalúe los tres años de trabajo del único diputado socialista y de paso propone una ley, poniendo blanco sobre negro, como a ella le gusta.
La expositora rescata la acción parlamentaria del partido socialista y toma nota de la propuesta: "Si es cierto, una ley que rescate y proteja la moral de las obreras, sigue siendo hoy una reivindicación".
Al terminar la Conferencia, la señora de Coni le hace señas a Carolina. Le pide que no se retire.
Se emociona, tan ilustre mujer quiere hablar con ella.
¿Porqué? Se pregunta: "Quizás se dio cuenta que es la quinta vez que la escucho, porque le llamó la atención mi costumbre de anotar sus dichos en mi cuaderno... ¿Le habrá molestado la impertinencia de mis preguntas?"
Esperó que la señora de Coni se librara del asedio de quiénes la rodeaban para felicitarla o comentar las ideas expresadas en la tribuna. Entonces corrió a su encuentro.
-¿Como te llamás hijita?- Preguntó la señora.
-Carolina Muzilli.
-Te he visto en varias charlas mías, siempre activa, atenta. ¿Donde trabajás?
-En el taller de costura de Mes Munir. Coso y plancho.
Los ojos de la señora de Coni empezaron a brillar, "Los talleres de costura: esos malditos lugares". A continuación su voz es firme y casi con enojo.
-¿Cuando vamos a tener sindicato de costureras, de planchadoras, de camiseras, etc.? ¿Cuando vamos a organizar a esas compañeras para que no solo se quejen de las miserias que cobran, sino del modo animal que las hacen trabajar?
-Señora, en mi taller no hay sindicato... yo trato de explicarles a mis compañeras...
-¿Que les explicás? -interrumpió la Coni, manteniendo la firmeza- Hay que concientizar y organizarse. Tú deber como socialista...
-No soy socialista, mejor dicho, no estoy afiliada, recién cumplí 18 años en noviembre -Interrumpió Carolina. Ahora ella es la que pone firmeza en sus palabras. Se da cuenta que la señora maneja la voz y el tono de enojo como recurso para la convocatoria a las causas de su convencimiento, pero que mientras tanto, por dentro está feliz y disfruta poner en conocimiento de los otros su pensamiento. Carolina la empieza a imitar. -En mi taller no hay sindicato, y no es precisamente porque no haya explotación e injusticia. ¿Porque no recorre los talleres el Partido Socialista?
-Bueno, bueno -Ríe la señora. Ha entendido el desafío- El socialismo va a llegar a todos los lugares que haya trabajadores que sufran. Pero necesitamos de socialistas. Ya estás en edad de afiliarte.
-¿Como puedo hacerlo?
-Primero leer la prensa y los libros socialistas para que una vez conocida la doctrina de la agrupación y realizado un examen de conciencia, concretes la adhesión, al Centro Socialista Obrero ó si lo preferís al Centro Socialista Femenino, ambos funcionan aquí mismo, en el subsuelo del teatro.
El teatro se había vaciado. Sólo quedaban unos pocos militantes de los Centros "de abajo". Dos mujeres se aceraron al diálogo entre Carolina y la señora de Coni. Son Susana Clerk y Magdalena Rossetti.
La Coni las presenta, "Te van a orientar en tu ingreso al socialismo".
-Señoras, ¿Cuando...? -Carolina sintió protección y mucha fortaleza, en esa oportunidad. En otros temas, no sería igual.- ¿Podemos vernos mañana?.
-Mañana te esperamos -Le contestó Susana Clerk. Intuye en Carolina una persona interesante. Aprovecha y le aclara -Podés decirnos compañeras, eso de señoras no lo usamos mucho. Por ejemplo: a las Damas de Caridad se les puede decir señoras, pero nunca compañeras. Cuando decimos compañera, no hay dudas: es de las nuestras...!
Las cuatro festejan la aclaración.
-Compañera Coni -Carolina se inicia en el rito recién sugerido- ¿Y yo, cuando puedo volver a verla a Ud.?
-Todas las semanas paso por el Centro Femenino, espero verte para ese entonces.
Dándose la mano se despiden. Carolina sale del Teatro Victoria. Está feliz. Apreta su cuaderno contra el pecho, luego lo guarda en su cartera. Vuela de regreso a su casa paterna.


II

Al día siguiente, el 13 de diciembre de 1907, Carolina Muzilli se afilia al Partido Socialista.
En él sostuvo una profusa tarea intelectual y estadística, a partir de su trabajo como obrera. Trabajó en las grandes tiendas, cosió, planchó, pedía trabajo donde las mujeres más padecían y así conocer mejor sus penurias. No creía en los "informes de escritorio". Todo lo que contó, lo vivió.
Organizó y colaboró con sindicatos mayoritariamente formado por mujeres: lavanderas, planchadores, dependientes de comercio, costureras, etc.
Publicó en revistas, folletos y en los diarios "La Vanguardia", "La Razón" y "La Humanidad Nueva". Las revistas "PBT" y "Fray Mocho" publicaron reportajes a Carolina.
Con sus ingresos como modista, financió "La Tribuna Femenina", que ella misma repartía mano en mano.
Todos los lugares les sirvieron como tribuna: la esquina, el sindicato, la universidad, los locales del partido.
Sus escritos hablan de sus preocupaciones: "La madre y el menor obrero"; "El trabajo de las mujeres y los niños"; "Alcoholismo"; "El trabajo femenino"; "Alimentación deficitaria, fatiga, mal alojamiento de las fábricas"; "Por qué el trabajo de los niños no beneficia ni económica ni moralmente" y "La mortalidad infantil como elemento de bancarrota social". Algunos de estos trabajos fueron premiados en el extranjero.
También le ocupó tiempo el teatro. Admiraba a Tolstoi y a Florencio Sánchez. No es posible confirmar si es verdadero que escribió y puso en escena una obra suya, pero si es cierto que colaboró con Manuel Gálvez, para que éste pueda escribir "Nacha Regules", la historia de una muchacha dependiente de comercio, oficio que Carolina conoció bien y describió mejor.
Carolina Muzilli fue amiga de Alfonsina Storni, Alicia Moreau de Justo, Edmundo Guibourg y el ya citado Manuel Gálvez, entre otros.
Enfermó de tuberculosis, la enfermedad de los trabajadores y de los pobres. Viajó a Córdoba, se radicó en el recientemente bautizado pueblo Bialet Massé. Murió en 1917. Vivió solo 28 años.
Dejó su imagen de muchachita inquieta, vivaz, inteligente, menuda y bonita.
Una calle de Buenos Aires desde 1933 lleva su nombre. Son seis cuadras, desde la altura del 5300 hasta el 5800 de la Avenida Juan Bautista Alberdi.