viernes, 28 de agosto de 2009

SOBRE EL TIEMPO Y EL TIEMPO DE TRABAJO - CAPÍTULO 6


La clase obrera va al paraíso.
Métodos y tiempos en el cine.


por Bruno Pedro De Alto

El 6 de diciembre de 1994, recorría el andén de la línea Mitre, en Retiro. Como solía hacer ese recorrido en forma periódica era lógico entonces que algunas imágenes, por repetidas, se hicieran familiares. Una de ellas es un canillita parado sobre el andén voceando las quintas ediciones, siempre del mismo modo: "Quinta, diarios; hay importantes noticias...". Por cierto, los diarios traen importantes noticias, pero eso de vocear todos los días "hay importantes noticias...", me resultaba simpáticamente chanta. Sin embargo, ese día un título en la portada de la Razón, me tocó: "Murió Gian María Volonté".

No compré ese diario, pero me lo propuse para el día siguiente. Al día siguiente, tampoco lo hice. Con el paso de los días la noticia dejaba de serlo, pero mi sensación de haber perdido algo, crecía. ¿Quién era Gian María Volonté?

Volonté fue (es) un actor italiano, que nació en Milán en 1933.

Su educación y sus primeros pasos actorales en grupos aficionados se iniciaron en su ciudad natal. Luego viaja a Roma, con dieciocho años de edad, para estudiar teatro. Egresado, con otros compañeros de promoción, forma una compañía teatral dedicada a mostrar obras comprometidas política y socialmente.

Paralelamente, en sus momentos iniciales, trabajó en teatro clásico, en televisión, y también en los recordados spaghetti-westerns.

Sin embargo, su concepción de la vida y de la actuación lo impulsaba a extraordinarios papeles actorales dentro de una época comprometida. El cine europeo de las décadas del `60 y del `70 lo cuentan como uno de sus máximos exponentes. Es protagonista en "Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha"; "La clase obrera va al paraíso"; "Sacco y Vanzetti"; "el Caso Mattei"; "Cristo se detuvo en Eboli"; etc.

Afiliado al partido comunista italiano, llegó a ser electo diputado por el Lazio, aunque sin embargo renunció al cabo de dos meses.

Nuestro cine lo contó en 1992, participando de "Funes, un gran amor", el film de Raúl de la Torre, actuando junto a Graciela Borges y Pepe Soriano.

Murió el 6 de diciembre de 1994 en Florina, Grecia, mientras rodaba una película, tenía 61 años (1).

Sigo sin contar el porqué de mi vacío.

Gian María Volonté interpreta al obrero Ludovico "Lulú" Massa, en la película "La clase obrera va al paraíso" (2). Ambientada en la fabril Milán, durante 1968, Lulú es obrero metalúrgico de la BAN, ficticia empresa de autopartes.

Años de crisis. El modelo de acumulación económica empieza a deteriorarse. El sistema de aliento a la producción, basado en los premios y primas, cada vez convence menos a capitalistas y a obreros. Los primeros, presionados por los Estados y por los Sindicatos, deben aumentar los salarios y los premios, para hacer más atractivo estos sistemas. Los segundos, preocupados por el círculo vicioso que significan estos sistemas, pues deben trabajar más para ganar más, a expensas de su salud y de su tiempo.

Sueños, utopías, sindicatos organizados, producción en serie; la época de las "huelgas salvajes" en Italia.

Lulú, es un marxista dormido, tiene un retrato de Stalin guardado en su ropero. Ha aceptado las reglas del juego del sistema: mejora su salario como tornero imponiéndose un ritmo de trabajo infernal, el más alto de toda la sección. En una antológica escena, Lulú les cuenta a dos bisoños operarios cual es su secreto: se imagina que cada pieza que tornea es la cola de Adalgisa, su virgen compañera de trabajo.

Sus conductas dejan de lado la solidaridad, se presta como referente para marcar los ritmos de cada una de las máquinas, que son por cierto imposibles para sus compañeros. El técnico "tomatiempos" con cronómetro en mano, es un alcahuete insoportable y lo admira como obrero. Lulú se tortura pensando porqué le dicen "chupamedias" del patrón: "El patrón no existe en la fábrica, es una sociedad anónima..."

Lulú sufre las consecuencias de la vorágine de los premios por producción: pierde un dedo; el torno lo mutila de por vida. Empieza la lucha, los obreros contra la empresa y sus sistemas de remuneración por rendimiento y Lulú contra su propia conciencia.

Se ganan los conflictos, contra la empresa y contra la conciencia. La solidaridad de clase condujo a la victoria. La escena final de la película muestra que, sin embargo, al reiniciarse las tareas, los obreros que impulsaron el conflicto y el mismo Massa, han sido trasladados a la línea de producción continua. Trabajan en serie, el ruido les imposibilita la comunicación. A pesar de ello, están felices.

Lulú Massa les cuenta un sueño que tuvo: "Estaba yo detrás de un muro y me dijeron que detrás del muro estaba el paraíso. Yo golpeaba, y golpeaba el muro; hasta que se derrumbó...", "¿Y que había detrás del muro, -le preguntaron los compañeros que apenas entendían el relato a causa del ruido- que había? Lulú se ponía serio y dice: "Nada. No había nada, estaba la niebla y estábamos nosotros".

"La clase obrera...", es una película con la cual trabajábamos un grupo de profesionales dedicados a la formación sindical de delegados en la Unión Obrera Metalúrgica, Seccional Quilmes. Gian María Volonté, nos acompañó durante esa etapa. Cuando volvamos a repetir esos talleres, se explicará en parte mi vacío: se me fue quien me ayudó tantas veces a pensar.

Los obreros de Quilmes veían la película; se reían, se preocupaban, se indignaban, acusaban a Lulú de carnero y de ser usado por la patronal, reflexionaban, comparaban y decían "en todos lados es igual". Pero fundamentalmente me enseñaron a entender la escena final de la película.

La clase obrera de Quilmes.

¿Pero que le estaba pasando a la clase obrera de Quilmes en aquel entonces? De aquella experiencia, se generó una investigación (4). Rescatamos algunas definiciones, que nos permiten entender lo que sucedía:

  • "Se están realizando importantes cambios en las empresas metalúrgicas de la zona. Una verificación de esto es el nuevo discurso de los empresarios: Dumping, polifuncional, incertidumbre de los mercados, mejora continua, competitividad, productividad, Just in Time, flexibilidad, etc. Estos términos impulsados por las empresas, empiezan a adueñarse de la terminología de los trabajadores.
  • Los cambios son presentados y fundamentados en razones tecnológicas, en el progreso y en las leyes de mercado, es decir siempre razones externas a la empresa, nunca por interés propio. Quien las cuestiones corre el riesgo de aparecer como retrogrado o ignorante.
  • La mayoría de los cambios son de baja inversión, pues se trata de la aplicación de cambios en la organización y la gestión -tecnología blanda-; muy pocos son los casos de inversión en tecnología y máquinas
  • A pesar de ello, los aumentos de productividad son grandes. En casi todas las empresas se produce más o igual que hace cuatro años, pero con menos personal. La ocupación del sector cayó un 17%; la productividad aumentó un 30%. No hubo aumentos de salarios."

Se estaba dando allí un proceso de reconversión industrial (3).

La realidad del sector metalúrgico de Quilmes, no podía ni debía, extrapolarse al país. Sin embargo la advertencia era grande: la reconversión del sector -especialmente las Pymes- se apoyaba en la expulsión de la mano de obra; la aceleración de los ritmos e intensidad del trabajo; y una disminución del costo laboral en salarios. Dicho de otra manera, un importante aumento de la productividad del trabajo, casi sin inversiones, ni distribución.

La clase obrera de Ushuaia.

Mientras se hacía aquella experiencia - 1991, 1992, 1993 - el mundo obrero empezaba a estallar. Un conflicto muy duro fue el de Ushuaia que se instaló fuertemente en la opinión pública. El drama de los obreros sale por televisión. Se transforma en noticia. Casi 100 empleados de la empresa Continental Fueguina quedan en la calle (isla). La represión y la muerte de Víctor Choque, un obrero de la construcción.

¿Los obreros van al paraíso? Si a Lulú le habían dicho que detrás del muro estaba el paraíso, y solo se encuentra niebla y obreros desorientados... ¿Cual es el paraíso?

Gian María Volonte lo sugería desde la pantalla. Los obreros de Quilmes me lo explicaron. Los obreros de Ushuaia se lo explicaban al país. El paraíso no es un lugar; sino que es una situación: la lucha, el estar juntos y resistir. Después la nada, la niebla, y volver a empezar.

A propósito, el 6 de diciembre de 1994 Volonté dejó el paraíso. Quienes quedamos en él lo extrañamos.


Notas:

(1) Ámbito Financiero, 7 de Diciembre de 1994. "Murió Ayer en Grecia Gian María Volonte".
(2) "La clase obrera va al paraíso", es un film de Elio Petri, con Gian María Volonté y Mariangela Melato. Recibió el 1er Premio a la mejor película en el Festival de Cannes. Se la puede encontrar en video y en DVD. En Yuotube un fragmento extraordinario: http://www.youtube.com/watch?v=ta4Ur9Tn17I
(3) "La reconversión entra en escena"; por Bruno Pedro De Alto, de próxima publicación en este blog.
(4) Gonzalo Chaves. "La reconversión en la industria metalúrgica de Quilmes"; en Reconversión y Movimiento Obrero, publicado por CIPES en 1995.

sábado, 22 de agosto de 2009

SOBRE EL TIEMPO Y EL TIEMPO DE TRABAJO - CAPÍTULO 5


La teoría del Big-Bang (1).

El inicio del tiempo.

por Bruno Pedro De Alto


El inicio.

La validez de la teoría del Big Bang lleva a una afirmación fantástica: la gran explosión no tuvo lugar dentro del espacio existente, sino que lo creó mientras se expandía. Y especialmente en lo que a nosotros nos interesa: en ese instante se habría iniciado el tiempo.

En 1920, el astrónomo americano Edwin Hubble descubrió que las galaxias se estaban alejando entre si y que las más distantes eran las que se apartaban más deprisa, como si el universo entero estuviera en expansión.

La conclusión que sugería este descubrimiento era que: si las galaxias estuvieron en otro tiempo más próximas unas a otras, todo el cosmos debía haber sido creado por una gigantesca explosión. En efecto, la idea original del Big Bang la desarrolló entre 1927 y 1933 Georges Henri Lemaître, un sacerdote belga dedicado a la astronomía. Sin embargo, no fue hasta 1964 cuando la teoría emergió como la explicación dominante de cómo el universo llegó a ser lo que es. Ese año dos radioastrónomos americanos descubrieron lo que parecía ser un débil resplandor del primitivo cataclismo. Ese brillo, es conocido como radiación cósmica de fondo.

Entonces la formulación de la Teoría del Big Bang, quedó enunciada así: hubo un momento en que el universo fue infinitesimalmente diminuto, infinitamente denso y extremadamente caliente. En un tiempo cero, hace miles de millones de años, aquella bolita no mayor que un átomo o una partícula subatómica explotó a una temperatura un trillón de veces más alta que el núcleo del sol.

Pero ¿Cuando ocurrió aquello? Hallar el radio del universo es equivalente a obtener su partida de nacimiento. De acuerdo con las observaciones realizadas hasta la fecha, el espacio tendría una edad entre 10.000 y 20.000 millones de años y un diámetro aproximado de 20.000 a 40.000 millones de años luz.

Una vara de medir que pueden usar los astrónomos para calcular distancias cósmicas con gran precisión es la constante de Hubble, propuesta por Edwin Hubble en los años 20 al descubrir que el universo en su conjunto se expande de manera uniforme. La velocidad de expansión y separación de las galaxias es proporcional a la distancia entre ellas.

Una constante de Hubble grande da lugar a un universo joven. Si el cosmos se dilata muy deprisa, es que ha llegado rápidamente a su tamaño actual y el Big Bang sería reciente. Por su parte, una constante de Hubble pequeña da lugar a un universo viejo. El problema que se deriva del uso de esta constante es que nadie sabe con certeza su longitud exacta.

Conseguir determinar de forma más precisa estos impresionantes datos se ha convertido en el mayor problema de la cosmología actual, de hecho, decenas de astrónomos lo están intentando desde 1920 y todavía no han sido capaces de ponerse de acuerdo. De todos modos, se coincide generalmente en asignarle al universo una edad de 15.000 millones de años.

Un problema adicional: una medición exacta de sus fronteras nos permitiría conocer si el universo se expande eternamente hacia una muerte de equilibrio termodinámico o si desaparecerá en un gran colapso, el Big Crunch.


El final.

Los científicos opinan que existirá un final del universo. Únicamente difieren en la forma:

· según unos, moriremos congelados a 273 grados bajo cero,

· según otros achicharrados a miles de millones de grados.

Como vemos, sus discusiones se limitan al cómo y al cuando de un final que todos, sin excepción, consideran inevitable.

El quid de la cuestión está en saber si el estado actual de expansión del universo continuará indefinidamente o no. Si la respuesta es afirmativa, entonces las estrellas, las galaxias, los quásares y demás estructuras cósmicas seguirán alejándose entre sí, hasta que se desintegre el último protón. Si, por el contrario, la expansión se detiene en algún momento, comienza un proceso de contracción. El universo irá haciéndose cada vez más pequeño, hasta quedar reducido a un punto menos que microscópico, pero de infinita densidad; un punto similar al que, hace cerca de 15.000 millones de años, explotó para dar origen a todo lo que hoy existe.

De las dos posibilidades la respuesta está en la materia. Conociendo cuánta materia hay en el universo, podemos saber cómo está actuando la gravedad, como fuerza cosmológica fundamental. La gravedad es una fuerza de atracción que tiende a comprimir la materia y que, por lo tanto, se opone a la expansión.

Por ejemplo, si lanzamos una piedra al aire pueden suceder dos cosas: o bien la piedra, después de elevarse un poco, vuelve a caerse al suelo, o si la tiramos con la suficiente fuerza seguirá subiendo hasta vencer el campo gravitatorio terrestre y se perderá para siempre en el espacio.

En el primer modelo de un universo abierto el lanzamiento de la piedra comenzó hace cerca de 15.000 millones de años a partir de la explosión inicial -el Big Bang-, de un punto muy denso del que surgió toda la materia, todo el espacio y todo el tiempo. La expansión que se observa en la actualidad podría ser considerada como la onda expansiva de aquella explosión.

Si existe en el cosmos la cantidad suficiente de materia, esto es, si tiene la densidad crítica, la gravedad podría finalmente detener la expansión, y nada podría salvar al universo del colapso total. Si la densidad resultara ser menor que ese valor crítico, entonces el universo permanecería abierto; la gravedad frenaría la expansión, aunque nunca llegaría a detenerla.

El fin de este modelo, sería lentísimo, solo quedarían algunas rastros del universo en forma de radiación. Ello ocurriría a los 10100 años. Toda la maquinaria cósmica se habría parado, prevalecerá el equilibrio y la entropía habrá alcanzado su punto culminante. La temperatura reinante llegará al cero absoluto: 273 ºC. Sin embargo el fin de la vida es un suceso mucho más anterior: las estrellas terminarían su combustible y se apagarían dentro de 85.000 millones de años.

Pero en el caso contrario, si después de todo existiera en el universo materia suficiente como para detener la expansión, su final será mucho más rápido y espectacular. La fase de contracción será bastante parecida a su inversa, la de la expansión actual. Suponiendo que la expansión se detuviera ahora mismo, al universo le quedaría de vida exactamente el mismo tiempo que ha transcurrido desde el Big Bang: 15.000 millones de años. Durante ese período -miles de millones de años- se observará el movimiento involutivo de miles de más y más galaxias. Al mismo tiempo empezará a aumentar la temperatura de la radiación de fondo, pues cualquier cuerpo que se contrae se calienta.

Mientras sigue la contracción de las estrellas, su velocidad aumentará paulatinamente. De pronto, el movimiento de las estrellas quedará alterado por la lenta comprensión de los cúmulos estelares. Al no ser ya distinguibles las galaxias, las estrellas llenarán todo el universo y el cielo nocturno brillará cubierto por una verdadera alfombra de estrellas.

La radiación de fondo, hasta ahora inapreciable, se vuelve cada vez más caliente. La contracción del espacio será entonces tan grande que la temperatura de esta radiación alcanzará pronto miles de grados, mayor que la de la superficie de las estrellas. como estas no podrán desprenderse de la energía generada por los procesos nucleares, su temperatura interna aumentará para acomodarse a las elevadas temperaturas de su entorno. Seguramente se producirán inestabilidades explosivas, pero, en cualquier caso, el tremendo calor creciente que las rodeará las irá vaporizando hasta que desaparezcan todas.

Cuando el universo llegue a los 10.000 millones de grados, los procesos cuánticos adquirirán importancia y el espacio-tiempo empezará a resquebrajarse. a partir de aquí nada se sabe, porque deja de ser aplicable la física conocida.

Aunque sea posible que para ese entonces la humanidad esté muy evolucionada, el final se producirá tarde o temprano. Contra eso no hay nada que el hombre pueda hacer.


¿Otra vez el inicio?

Siguiendo la segunda posibilidad, la de un universo que luego de expandirse vuelva a concentrarse, es probable que toda la materia se comprimida en un punto parecido al original, con una densidad infinita. Existen algunas teorías que hablan de la posibilidad de que llegado a ese punto, el universo rebote en otro Big Bang, con el que comenzará un nuevo ciclo de existencia. El universo volvería a nacer y se expandiría hasta que comenzara otra fase de contracción. Sería un universo cíclico, con períodos alternos de expansión y contracción. Según los cálculos de los científicos, en cada ciclo sucesivo el universo sería mayor y duraría más tiempo. En el ciclo siguiente al nuestro, la fase de expansión duraría dos veces la actual, y las anteriores habrían sido más cortas: el cosmos que habitamos estaría, como máximo, a cien rebotes del primordial.


Dudas.

La teoría del Big-Bang presentó durante mucho algunas dudas.

En primer lugar, si bien para los científicos era ciertamente creíble la hipótesis de una gran explosión a partir de un punto de concentración infinitamente denso, no se podían explicar porqué la distribución de la materia del universo era uniforme en sus principios, la radiación cósmica así lo indicaría, y las aglomeraciones que, en cambio, presenta en la actualidad, con muros de galaxias dispuestas en torno a gigantescas esferas vacías semejantes a burbujas de aire. El universo parece tener una estructura bastante similar a la de una esponja, formada por agujeros interconectados y sujetos entre sí por filamentos de galaxias enlazadas por la atracción gravitacional.

Si la homogeneidad se ubiera mantenido, es posible imaginar al universo actual, unos 15.000 millones de años después de haberse formado, como una nube de gas virtualmente interminable. El cielo sería negro y nosotros no estaríamos aquí para observarlo. Sin embargo, sabemos por nuestra existencia misma que algo en la evolución cósmica hizo que la materia se condensase para formar estrellas y planetas, y finalmente la vida.

Tal paradoja desconcertaba a los astrónomos. El astrónomo Georges Smoot y su equipo (2) trabajaron sobre dos ideas: la radiación de fondo no es homogénea y que la razón de ello es que durante el primer instante del Big-Bang, rigieron las leyes de la mecánica cuántica.

La posibilidad era ésta: muy poco después del Big Bang, al cabo de pequeñísimas fracciones de segundo, la cantidad de energía liberada comenzó a expandirse rápidamente. Las leyes de la física cuántica -que rigen los ámbitos de lo diminuto, y el universo entonces lo era-, dejan un margen de incertidumbre que explicaría el origen de la materia que puebla el cosmos, no sólo en su génesis, sino también a lo largo de su evolución.

Encontrar diferencias de valor en la radiación cósmica sería además de un importante descubrimiento, una prueba contundente para la validez del Big-Bang.

Smoot, logró detectar esas pequeñas variaciones en el año 1993, en su libro dice: “Es a través de la radiación de fondo como mis colegas y yo descubrimos nuestras arrugas en el tiempo, el santo Grial de la cosmología”.

La segunda cuestión a revisar en ésta teoría, es si existió una singularidad en el origen del tiempo, es decir si realmente existió un tiempo cero.

En la noción de tiempo lineal sólo hay dos posibilidades: que éste se prolongue hacia atrás en el pasado para siempre, o que tenga un principio. Puede entonces imaginarse como una línea que va del Big Bang al Big Crunch.

Si la Teoría De La Relatividad General (3) es cierta, debió existir esa singularidad originaria del tiempo. Este fenómeno constituiría el principio del universo. Pero ante él, todas las leyes de la ciencia conocidas se vendrían abajo, pues supone un estado infinitamente concentrado y denso, sin espacio, sin tiempo y por ende sin gravitación. Esto significa que, los científicos no podrían deducir cómo comenzó el cosmos.

Evidentemente se necesitan leyes que pudieran ser válidas en cualquier estado. Cualquier cosa que hubiera antes no podría considerarse parte del cosmos.

Ya hemos hablado de cómo las observaciones de las galaxias remotas indican que se están alejando de nosotros; el universo está en expansión. Esto implica que los astros tenían que estar juntos en el pasado. Aquí surge la cuestión: ¿Hubo un tiempo pretérito en el que todas las galaxias estuvieron comprimidas y la densidad del cosmos era infinita o hubo una fase previa de contracción en la cual las galaxias evitaron chocar entre si? Quizá pasaron unas al lado de otras a gran velocidad y luego comenzaron a distanciarse.

Quién se hizo estas preguntas y logró hallar respuestas es el científico norteamericano Stephen Hawking. Para ello se requería nuevas técnicas matemáticas. Estas, en su mayor arte, fueron desarrolladas entre 1965 y 1970 por Roger Penrose y por el mismo Hawking.

Para contestar a la pregunta que planteaba que si era posible que no existiese ninguna singularidad y que si la teoría general de la relatividad era cierta, ¿Existió un estado de densidad infinita en el pasado? Hawking sugiere: “[...] que el espacio y el tiempo eran finitos en expansión, pero que estaban encerrados en sí mismos sin límites, al igual que la superficie del planeta Tierra es finita aunque no tiene fronteras.

Si la propuesta de la ausencia de límites es correcta, no habría ninguna singularidad, y las leyes de la ciencia serían siempre válidas, incluso al comienzo del universo”.

Luego dice algo fascinante sobre la dirección del tiempo: “[...] aunque también puede considerarse otro sentido del tiempo en ángulo recto al real. Es la llamada dirección imaginaria. En ella no tiene porqué haber ninguna singularidad que constituya un comienzo o un fin para el universo. El espacio no sería creado ni destruido.

Quizá el tiempo imaginario sea el auténtico tiempo real y lo que llamamos tiempo real sea sólo un producto de nuestra imaginación” (4).


Notas:

(1) La información que contiene este artículo fue mayormente extraída de la lectura de diversas revistas de divulgación científica y del interesante libro de Isaac Asimov: Introducción a la Ciencia, de Editorial Hyspamérica, Madrid 1986.

(2) Arrugas en el tiempo. Georges Smoot. P&J. Barcelona, 1994.

(3) La Teoría de la Relatividad General fue propuesta por el físico alemán Albert Einstein entre los años 1916 y 1917. En ella se formula una estrecha relación entre la gravitación, el espacio y el tiempo.

(4) Historia del tiempo. Stephen Hawking. Una guía para el lector. Recopilado por Gene Stone. P&J. Barcelona, 1993.

sábado, 15 de agosto de 2009

SOBRE EL TIEMPO Y EL TIEMPO DE TRABAJO - CAPÍTULO 4


¿Qué es el Tiempo?
La especulación filosófica sobre la naturaleza del Tiempo.

por bruno Pedro De Alto

“¿Qué es, pues, el Tiempo?
Si nadie me lo pregunta, lo sé;
pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.”
San Agustín.

Es cierto lo dicho por San Agustín. Esta recopilación de escritos sobre el Tiempo y el Tiempo de Trabajo estaba ya muy avanzada y yo me seguía preguntando: “Pero en definitiva, ¿Qué es el Tiempo?”

Una curiosa tarde cálida de julio, tuve la fortuna de entrar a una librería de la Avenida Cabildo. No tenía ningún objetivo específico para entrar allí, salvo la eterna atracción por los libros. Sobre una mesa de ofertas, un título me llamó: “El problema del tiempo”. Lo hojeé, y comprendí con satisfacción que era el libro, que yo como lector estaba buscando.

El libro esta presentado por Jorge Luis Borges. En ella, el autor de “El aleph”, dice -me dice a mi-: “Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. La rosa es sin porqué, dijo Angelus Silesius; siglos después, Whistler declararía El arte sucede.
Ojalá seas el lector que este libro aguardaba.” (1).

El arte sucedió. Devoré el libro, y ahora puedo contar con una serie de pistas para responderme, o como San Agustín rogaba, poder contestar a quién me pregunte: ¿Qué es el Tiempo?


El Tiempo (con mayúscula).

Todas las reflexiones, que hagamos sobre el Tiempo, con mayúsculas pues es el nombre propio de una entidad, conducen a problemas que trató, y trata, la filosofía. Preguntarse cuál es la naturaleza del Tiempo es, en efecto, preguntarse qué es la Realidad.

Las búsquedas para saber sobre el Tiempo, han recorrido los caminos del análisis psicológico, tanto como el físico. Sin embargo el concepto filosófico del Tiempo contiene a ambos análisis. Tanto el concepto matemático o físico, como el psicológico solo pueden acercar una explicación de la naturaleza del Tiempo según las ciencias que los originan, pero no el todo. En efecto, tanto el físico como el psicológico son sólo criterios parciales de lo mismo. Cada uno por su lado presenta un falso absoluto, una abstracción válida dentro de las respectivas ciencias en las que surgen, pero engañosa si se plantea en si misma como la única descripción de la Realidad.

El físico se limita en gran parte a consideraciones sobre la medición, es decir, sólo en lo mensurable; mientras que el pensador psicologista y subjetivista está interesado simplemente en nuestra conciencia subjetiva del tiempo, es decir, sólo en lo percibido.

Ambos puntos de vista contribuyen a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo, por ello no debe enfrentárselos, pero cada uno, por si solos, no pueden ser identificados con ella. Se trata entonces de definir que El Tiempo es a la vez “concepto” y “percepto”


El tiempo como concepto.

El concepto de Tiempo es una construcción a la que llegamos por análisis, síntesis y abstracción. Nuestra conciencia del tiempo surge de la experiencia.

Los acontecimientos, por ejemplo la caída de un objeto, nuestro propio deambular, no son sucesos que están con o en un momento de tiempo; son sucesos que constituyen el momento mismo. Los acontecimientos son los hechos concretos que constituyen el tiempo. El Tiempo no consiste en instantes o momentos, sino en el fluir de los acontecimientos en un orden y proceso continuo. El tiempo no crea acontecimientos, sino que los acontecimientos crean tiempo.

Cualquier acontecimiento es parte de otro que tiene una extensión temporal mayor. Cada acontecimiento es divisible en otros que ocupan menos tiempo. Sin embargo, los acontecimientos están siempre formados de otros acontecimientos, no de momentos, o de instantes, que no son concretos como acontecimientos, sino meras abstracciones del continuo proceso de tránsito del tiempo.

No puede haber una unidad natural de tiempo, aunque podamos idear unidades de medición del tiempo, de hecho la medición del tiempo es todo un cuerpo de conocimientos. Los acontecimientos son nuestra única data. El verdadero sistema espacio-temporal no es una mera forma, sino una totalidad concreta de acontecimientos.

El Tiempo está en el Universo, no el Universo en el tiempo. No es verdad que haya un Tiempo fuera de los acontecimientos del Universo. Algo así como un telón de fondo donde se proyectan como sombras los acontecimientos y al medir esas proyecciones conocemos las duraciones de aquellos sucesos. Un mundo que no tuviese acontecimientos, es un mundo que no tendría Tiempo; sería un mundo en el que nada sucedería y en el que no habría nada que hacer. El Tiempo es un rasgo real dentro del Universo.

Nada de lo que conocemos como vida puede manifestarse en un instante que no posee duración. El instante es una noción restrictiva, como el punto de la geometría. Todo Tiempo incluye intervalo, tramo o duración. El Tiempo no consiste en instantes o momentos, sino en el fluir de los acontecimientos en un orden continuo. El Tiempo es absolutamente continuo, aunque se mida y exprese numéricamente. La duración implica continuidad de los acontecimientos u objetos en el Tiempo.


El tiempo como percepción.

Percibimos tiempo; somos conscientes de ciertas cantidades de duración y también, habitualmente, de una sucesión de acontecimientos. Este conocimiento se da en el nivel perceptivo de la experiencia.

El Tiempo es una percepción. Pero cuando acrecentamos y organizamos nuestro conocimiento, y esforzamos nuestro poder de análisis, síntesis y abstracción, llegamos a un concepto de Tiempo. El tiempo perceptual y el conceptual no son del todo iguales en sus características, o más estrictamente podemos decir que el tiempo percibido no es idéntico al concebido. Lo vamos a explicar:

El tiempo percibido es siempre limitado. Nunca percibimos la totalidad del Tiempo. También se lo percibe como sensiblemente continuo, como poseedor de cierta cualidad direccional. Sólo si al lapso inmediatamente experimentado, más una amplia perspectiva temporal, hacia atrás y hacia adelante, se los capta como un continuo, se logra el concepto de un Tiempo continuo. Por este camino del pensamiento se llega a la idea del Tiempo como de carácter ilimitado; se lo considera infinitamente divisible y matemáticamente continuo como una serie infinita. A este concepto sólo se le antepone el conocimiento de la duración del Tiempo. Este último, está asociado a el origen y el fin del Universo.


El aprendizaje de la percepción.

No sólo percibimos que las cosas han cambiado, sino que tenemos una clara percepción de su cambio. El término cambio se utiliza en su significado fundamental: el devenir de acontecimientos, no simplemente cambio de lugar o de cualidad.

La experiencia del cambio, sin embargo, es más primitiva que la percepción del tiempo, y no necesariamente implica percepción de tiempo. Nuestra experiencia de cambio es inmediata y última, pues todos nuestros datos sensibles son cambios presentes ante nosotros como acontecimientos.

Nuestra experiencia del tiempo, como cualquier otra, se logra por aprendizaje. La conciencia del Tiempo surge de una experiencia fundamental e irreductible, y esto lo debemos reconocer cualquiera sea la teoría metafísica de la naturaleza del Tiempo que adoptemos. Se desarrolla con la mente, y la investigación ha mostrado que las personas no tienen una apreciación similar del tiempo transcurrido, que no existe una unidad natural del tiempo a modo de cadencia común. No existe esa condición a priori de nuestro conocer el mundo exterior. Pero cuando llegamos a conocer ese mundo de acontecimientos, nuestro sentido del tiempo crece, y erigimos un concepto de Tiempo. Es interesante notar que en este desarrollo se encuentran grandes diferencias entre personas y civilizaciones, y entre las mismas personas en diferentes etapas de su vida. Por ejemplo en el desarrollo de la mente infantil, la conciencia del tiempo llega más tarde que la conciencia del espacio. El niño vive en el presente y está interesado en las cosas fuera de sus relaciones en el tiempo. El niño se hace consciente del tiempo y su significación cuando, por ejemplo, está forzado a esperar un objeto deseado.

En definitiva nuestra experiencia es la percepción de un acontecimiento. Fuera de los acontecimientos, no podríamos tomar conciencia del tiempo, pues éste no existiría. Se rechaza, de éste modo, la teoría del Tiempo Absoluto (2), de un tiempo que transcurre independientemente de los acontecimientos. También tomamos conciencia del acontecimiento como poseedor de una duración. Este acontecimiento es sucedido por algún otro y surge la idea de la sucesión en la duración. La relación antes/después del cambio objetivo y del tiempo llega a ser, así captada.


Presente, pasado y futuro.

Las sociedades industriales representan el Tiempo como una línea, pero debe reconocerse que el puro Tiempo, como extensión sin pausa, es una abstracción. Si presentamos imaginariamente el curso de Tiempo como una línea, sólo puede querer decir sucesión. Por lo tanto, necesitamos otra línea perpendicular a aquella para representar la simultaneidad. Hay otro peligro en la presentación lineal. Sólo se vuelve verdadera cuando se le da un sentido o dirección a la línea, y puede llevarnos fácilmente a concebir el presente percibido como un mero punto, un punto entre un pasado que se ha ido y un futuro que se aproxima. Nuestro presente percibido no es así, aunque el presente objetivo tiene ese carácter. Nuestra conciencia de un punto o instante; es más bien de cierta longitud en la línea temporal. Lo explicamos con un ejemplo:

Supongamos que A, B, C, D, E, F y G representan una serie de acontecimientos que podemos considerar instantáneos, por ejemplo relámpagos en una tormenta eléctrica. Como el Universo está en continuo cambio, si uno de esos relámpagos, D, es presente, A, B y C entonces son pasados, mientras que E, F y G son todavía no existentes o futuros. En la experiencia perceptual, sin embargo, se encuentra que nuestro “presente” incluye una conciencia de B, C y D, como sucesión, pero como “simultánea-mente presentes”, aunque sucesivos. Alguien inclusive podría afirmar que E también estaba contenido de alguna manera anticipatoria, en ese presente psíquico, pues lo esperábamos. Sabemos que nuestro presente, en tanto percibido, no es un punto móvil o instante del tiempo objetivo, sino una línea móvil, o más bien una línea cuyo contenido está cambiando permanentemente.

Desde el punto de vista de la matemática el presente es un punto sin duración; es el último instante de una serie que retrocede hacia el pasado y el primero de una serie que se extiende hacia el futuro. Pero desde el punto de vista de la psicología, la cuestión es muy diferente. El presente es en esencia una duración, breve, pero que tiene una extensión en el tiempo, una anchura de carácter temporal. El momento presente de la experiencia es siempre un trecho o lapso definido de duración.

La unidad de composición de nuestra percepción del tiempo es una duración. La sucesión, la simultaneidad y la duración son rasgos de nuestra experiencia del tiempo. El tiempo percibido no es sólo un instante que reemplaza a otro que se ha ido. El presente percibido es real, concreto, vivo, y hasta cierto punto durable o extenso. Es siempre una cantidad de tiempo.

El tiempo se considera como un fluir. No pasa instantáneamente, sino que posee una duración, una cualidad que suele llamarse permanencia temporaria o relativa.
A esta experiencia perceptiva algunos autores han denominado “el presente especioso”. Todas las notas de una canción parecen para el oyente estar contenidas en el presente. Todos los cambios de lugar de un meteoro parecen al observador estar contenidos en el presente. Sin embargo, el presente al cual se refiere el dato -las notas musicales, la trayectoria del meteoro- es realmente una parte del pasado reciente, ilusoriamente dado como un tiempo que interviene entre el pasado y el futuro. Las investigaciones en el campo de la psicología dan al presente especioso una duración de entre ½ y 4 segundos, variando de acuerdo al individuo, en interés, la fatiga y el estado de salud. Cada cosa se percibe en un presente especioso, pero el presente real objetivo no es especioso; sólo el presente percibido tiene ese carácter. Esto se debe a que el mundo está en continuo cambio, y lo que está sucediendo realmente nunca es especioso. Pero nuestro equipamiento y organización mental es de tal modo que lo percibimos como especioso.


Notas:
(1) J. Alexander Gunn. El problema del tiempo. Estudio histórico y crítico.
Biblioteca personal Jorge Luis Borges. Editorial Hispamérica, Buenos Aires, 1986.
(2) Issac Newton publica entre 1686 y 1687 su Principia. En ella se encuentra su concepción del Tiempo. Plantea al Tiempo Real como un Tiempo Absoluto. Dice: “El Tiempo Absoluto, verdadero y matemático, no relacionado con nada exterior, fluye unifórmente y se llama duración. El tiempo relativo, aparente o común, es esa medida sensible y externa de una igual o desigual porción de duración en estado de movimiento, tales como las medidas de las horas, los días, los meses, los años.”

viernes, 7 de agosto de 2009

SOBRE EL TIEMPO Y EL TIEMPO DE TRABAJO - CAPÍTULO 3


La economía del tiempo.

El artesano y sus tiempos.

por Bruno Pedro De Alto


Introducción.

Mi amigo Gonzalo Chaves contaba una situación muy representativa: “Un señor, había encomendado a un profesional la refacción del baño de su casa. Al enterarse del precio del vanitori y la bacha respectiva, puso el grito en el cielo: < ¡Es carísimo!>. Sin embargo, con cara de estar discutiendo banalidades, el profesional se defendió diciendo: <Señor, lo que se está discutiendo es un trabajo artesanal, de ahí su precio. Y no hablemos de la calidad, pues visto de ese modo diría que es un trabajo barato... >. Resultado: el dueño del baño se hizo también dueño del vanitori y la bacha respectiva de muy buena gana. Se estaba quedando con un trabajo artesanal. Se le oyó decir: < Y... es un trabajo de artesanos, es otra cosa >”.

Hoy en día el trabajo manual, el trabajo artesanal, tiene buena prensa.

No ocurre lo mismo con el concepto de Corporación. Si existe una palabra que ayuda a desacreditar algo, ésa es “Corporativo”.

La defensa entre pares, afecte o no intereses de terceros, es sistemáticamente calificada como una “actitud corporativa”. Artesanos y corporaciones tuvieron su tiempo, auge y debacle. Aún hoy, algunas de sus implicancias están presentes.


El trabajo artesanal en las economías primitivas y en las economías señoriales agrícolas.

Durante las economías agrícolas la actividad económica propiamente dicha -el intercambio, la compra y venta- era muy escasa y se desarrollará muy lentamente. Las actividades se dedicaban a la agricultura y a la ganadería.

La actividad industrial surge todavía más lentamente y será aún más escasa. Toma la forma de una industria artesanal muy pequeña.

Los artesanos especializados en ciertos productos aparecen como consecuencia de las guerras. En efecto, la producción de armas, elementos para el transporte de las tropas, etc., fueron actividades que iniciaron la producción masiva que iba más allá del intercambio dentro de la comunidad.

Mientras tanto, la captura de prisioneros muestra la diversidad de aptitudes de los pueblos vecinos, por lo tanto se enriquecen las técnicas utilizadas, y son esos extranjeros quienes se instalan como artesanos.

La economía señorial agrícola apareció hacia finales del imperio romano y se generalizó durante la alta Edad Media.

El ámbito donde se desarrolla la actividad económica ya no es la familia, sino el solar feudal. La actividad continuó diversificándose, pero aún con técnicas muy rudimentarias (1).


Los artesanos urbanos de la Edad Media europea.

La economía artesanal, fruto del trabajo artesanal es la transición entre la economía pastoril-agraria y la industrial. Aunque con orígenes más remotos, centró la producción de toda la Edad Media y convivió con la revolución industrial. La organización productiva dominante fue el taller artesanal.

Las razones que lo favorecieron, fueron la formación de las ciudades y el ensanchamiento de la geografía producto de las Cruzadas.

Los cambios sobre los derechos de propiedad sobre las tierras expulsa a numerosos siervos y campesinos hacia las ciudades. Para lograr sustento empiezan a desarrollar sus oficios y habilidades en el ejercicio de las profesiones, ya no para una escala de autosuficiencia y subsistencia, sino para cantidades que le permita el intercambio.

Esto permitió pasar de una economía casi exclusivamente agraria a una economía agraria con una pequeña industria artesanal, vinculada al intercambio mercantil interno y externo de las incipientes ciudades.

En este período la industria se desarrolla bajo la forma conocida como pequeña industria artesanal en domicilios. Se caracteriza por la reunión de los factores de producción en manos de una misma persona que pone a la vez capital y trabajo.

En un principio el artesano es un simple obrero que trabaja en su domicilio, que frecuentemente trabaja con las materias primas traídas por sus clientes. Luego se convertirá en un productor independiente, que trabajará por su cuenta y venderá el mismo sus productos.

Las dimensiones de esta explotación es reducida: algunas herramientas, sin máquinas, un pequeño stock de materias primas, poco personal. El artesano trabaja con ayuda de su familia y algunos colaboradores, oficiales y aprendices, a lo sumo una docena de personas.

La producción es de calidad antes que de cantidad sin embargo permitirá la expansión del intercambio.

La organización productiva del taller artesanal perduró y culminó en las “corporaciones de oficio”


Las corporaciones de oficio (2).

El origen del sistema corporativo se remonta hasta la Edad Antigua, pero su consolidación se da durante los siglos XIII y XIII. Tampoco es un sistema general ni absoluto, algunas regiones y oficios no están bajo su organización.

Las organizaciones de compañeros o corporaciones que unían a maestros y oficiales, sin distinción, actuaban para reglamentar la competencia entre ellos dentro de un mismo oficio, garantizar el monopolio de la venta de fuerza de trabajo de la profesión que representaban: la adquisición en común de las materias primas, sobre la cantidad de productos a elaborar, de los precios, los salarios y el número de personas que podían incorporarse al oficio. Ello garantizaba una cierta seguridad en el empleo y remuneraciones mínimas (3).

El acceso a la profesión no es libre. Los productores de un mismo oficio están agrupados en cuerpos llamados corporaciones, maestrazgos o veeduría. Este cuerpo de oficio, en donde estuviera instalado, es obligatorio, pues nadie puede ejercer la profesión sin ser miembro.

El número de miembros es limitado; dicho límite es dictado por la autoridad pública o por la misma corporación; además su estructura es jerarquizada: se comienza como aprendiz, se pasa a oficial y, después de una prueba técnica, la obra maestra, pueden ser promovidos a maestros en el oficio.

“Al mismo tiempo que se fue controlando el mercado urbano, los maestros fueron controlando, en su beneficio, la organización y las condiciones de trabajo. Los oficiales recibían un salario, en general mixto, fijado por el gremio. Ese salario se componía de una suma en metálico y de especies, como ser un determinado número de productos fabricados por él (4)”.

Desde sus orígenes hasta el siglo XV el sistema corporativo da a la producción artesanal un impulso notorio. Luego vendrá un proceso de deterioro y desprestigio que tendrá un punto culminante con las prohibiciones de las Corporaciones durante la Revolución Francesa (5).

En efecto, a causa de las limitaciones que se imponían en cada oficio, el maestro estaba cada vez más frecuentemente en ese puesto por el hecho de tener capital antes que por su conocimiento del oficio. Por ejemplo, para la realización del capo laboro o chef d’oeubre se requería cada vez más tiempo, se trataba de una obra costosa y se llegaba a pedir una tasa en dinero para la admisión como maestro. Resultaba entonces común, encontrar que los nuevos maestros no eran más que los mismos hijos de los maestros que formaban la corporación.

Por otro lado la relación económica entre maestros y oficiales se empieza a semejarse a la actual relación salarial. Los aprendices rara vez cobraban, en cambio, los maestros los alojaban y los alimentaban mientras duraba el aprendizaje. La formación en el oficio, el techo y el alimento eran la paga.

Para afrontar las guerras, los soberanos y los poderes públicos, requieren cada vez más de los capitales acumulados por los mercaderes. Estos préstamos son aprovechados por los mercaderes para condicionar al poder.

El crédito es otorgado a cambio de incorporar cada vez más artesanos libres a las corporaciones y más profesiones al régimen corporativo. Ello ocurre porque los mercaderes empiezan a controlar la producción e eliminan la competencia. Sin embargo de ese modo se desalienta la innovación y la recreación de las técnicas.

Otro factor que atenta contra la innovación que significó el taller artesanal fue que algunos estados europeos, con el fin de desarrollar la industria para el intercambio, crea manufacturas de Estado y alientan la reglamentaciones y el control de los precios y salarios.

Estos procesos significan una decadencia para la institución corporativa como institución económica, dando lugar a un lento cambio hacia la economía de colaboración conocida como Manufactura.

Este tipo de organización sigue contando como miembros a los artesanos como poseedores del conocimiento de un determinado proceso de trabajo, de un oficio, pero alejándose de la propiedad de los medios de producción y del beneficio directo de su trabajo. Empiezan a ser asalariados de un incipiente capitalista. En ellas también se ensayan las primeras divisiones del trabajo en el seno del proceso productivo.

En el seno de las manufacturas, entre los siglos XVI y XVII, y de las producciones fabriles del siglo XVIII y XIX, seguirán las corporaciones funcionando como organizaciones sociales, para autodefensa de los artesanos, ya desposeídos del capital y para la reproducción de los saberes del oficio. Serán éstos, fundamentalmente en Europa, unos de los elementos constitutivos en los orígenes del sindicalismo.

Pocas noticias se tienen en la Argentina colonial sobre las corporaciones. El poco desarrollo industrial, casi todo venía de la metrópoli, evitaba la proliferación de los oficios y su organización en corporaciones. Alfredo López, en su libro sobre sindicalismo (6), descarta por esa ausencia, la ligazón entre éste tipo de organizaciones y las insipientes organizaciones sindicales de la Argentina del siglo XIX. Además, rescatando un aporte del historiador Ricardo Levene, cita cómo Cornelio Saavedra, siendo Síndico del Cabildo en 1775, a la razón de sus principios liberales recomienda denegar el pedido de los zapateros en constituirse en gremio con estatutos.


Los tiempos del artesano y el aprendizaje.

Las jornadas de los artesanos eran prolongadas, pero no intensas en ritmos. Evitaban trabajar con luz que no fuera diurna “[...] porque la claridad de la noche no es bastante para que puedan durante ella hacer trabajo alguno de su oficio bueno y leal” (7).

En efecto, la duración del uso de la fuerza de trabajo estaba regulada por los límites institucionales que significaban los estatutos y reglamentos de cada uno de los oficios. De ese modo se fijaba la duración diaria y semanal de las tareas.

A diferencia de las tareas rurales, en el taller no se siguen las variaciones estacionales. El trabajo era de 14 a 16 horas continuas, a la luz del sol o, a pesar de las recomendaciones del buen arte, iluminados por candelas.

Los días festivos eran más abundantes que en la actualidad, pero no existían períodos de vacaciones. En realidad, se dejaba de trabajar cuando ya se había cumplido la cuota impuesta por la corporación.

Al no existir el concepto moderno de “tiempos muertos”, la fatiga del trabajo era regulada por los mismos miembros del taller, modificando permanentemente el ritmo a las necesidades de recuperación.

La estructura organizativa del taller no implicaba una profunda y sistemática división del trabajo. Todos los trabajadores del taller eran productores.

Debido a esa escasa división de tareas, cada artesano difícilmente realizaba tareas repetitivas. No se conocían las dificultades que de ella surgen: monotonía, pérdida de identificación con el producto, desgaste mental y físico localizado, etc. (8).

El relato sobre la fabricación de alfileres de Adam Smith, muestra todas las operaciones que un maestro artesano sabía hacer y que fueron divididas para un espectacular mejora en la producción. Las operaciones eran estirar el alambre, enderezarlo, cortarlo en trozos iguales, hacerle la punta, preparar el extremo donde lleva la cabeza, las operaciones para realizar la cabeza, esmaltarlo, colocarlos en el papel encerado, etc.

El maestro artesano sabía todas las operaciones. Mientras fue riguroso el modo de lograr el título de maestro, éste realmente conocía todo el proceso de producción de sus productos y además le daba el toque de distinción que asociaba el producto con su nombre y prestigio.

Los aprendices y en gran medida los oficiales, necesitaban del maestro. El les tenía que enseñar el oficio. Gran parte del tiempo de trabajo en el taller artesanal estaba dedicado a la transmisión de conocimientos. Especialmente a rodear al maestro y verlo trabajar, mientras explicaba sus secretos.

El aprendizaje constituía una institución dentro del trabajo artesanal. Con él se garantizaba la reproducción del oficio, pero al mismo tiempo, limitándolo, se controlaba el número de maestros y oficiales autorizados.


El arte de conspirar.

Historia Nº 1.

Un relato cuenta lo siguiente (9): El Rey Salomón, hijo y sucesor de David, mandó construir el Templo de Jerusalén. En el encargo confió a Hiram-Abi, un sabio arquitecto tirio.

Al asumir la dirección de la obra, Hiram-Abi organizó a los constructores en estrictas jerarquías: 70.000 aprendices, 80.000 compañeros u oficiales, y 3.300 maestros. Este conjunto de constructores debían actuar “fraternalmente unidos” en su labor y responder a las reglas que emanaban los maestros.

Estos últimos eran poseedores de un santo y seña, que era un lema, y que mantenían en secreto. Finalizada la obra, tres compañeros abordaron a Hiram-Abi y le reclamaron que les dijese las palabras, signos y toques por los cuales los maestros se reconocían entre si, aún entre un país y otro. Ese era un pasaporte para los oficiales para pasar como maestros en otros lugares. Hiram-Abi se negó rotundamente, había jurado no revelar ese secreto. Los tres oficiales, ante esa actitud, lo mataron.

El primer compañero, llamado Aribala, lo golpeó en la nuca con un compás. El segundo compañero, llamado Sterquim, lo golpeó en el pecho con una escuadra.,El tercer compañero, llamado Terfut, lo golpeó en la frente con un mallete o mazo.

Los asesinos enteraron el cadáver del Gran Maestro y huyeron. Sin embargo, los maestros lograron resucitar a Hiram-Abi, y desde ese entonces, el compás, la escuadra y el mazo son símbolos que presiden a las Logias Masónicas, que se organizan jerárquicamente en Aprendices, Oficiales y Maestros.

Las Logias Masónicas (10), fueron históricamente sociedades secretas, cuyos fines era aspirar a la universalidad, borrando las nacionalidades; y tenían un fuerte contenido político, pues luchaban contra todas las instituciones que consideraban enemigas del progreso. Los masones se vieron en infinidad de veces ligados a revoluciones, especialmente en el mundo moderno y contemporáneo.

Las actuales pasos de los masones, a pesar de su secreto, nos hablan de un tipo de organización en decadencia y cercana al conservadurismo.

Historia Nº 2.

En plena Edad Media los artesanos, constituidos como un sector social y económico, fueron protagonistas de no pocas revueltas (11).

En efecto las nuevas ciudades medievales abrigan una población cada vez más variada. Si bien todos son burgueses por vivir allí, en el burgo, la composición cubre varias capas sociales: los ricos mercaderes, los prestamistas, la burocracia administrativa, el clero, los maestros artesanos, los oficiales y aprendices artesanos, además de una creciente capa de eventuales asalariados y mendigos.

Un ilustrativo ejemplo de conspiraciones, alianzas, traiciones e interese contrapuestos entre éstos sectores, es el caso de Florencia, la rica región italiana que a partir del siglo XII, tuvo etapas en la cual se organizó como República.

Entre 1282 y 1382, el poder de la República cambió varias veces de manos entre los sectores sociales que se identificaban como popolo grasso, el sector de los pudientes, es decir los mercaderes, jueces y notarios, financistas y artesanos de las artes mayores: telas, joyas, perfumería; y los sectores llamados popolo minuto, o pueblo pequeño, constituido por los miembros de las artes menores, como las artesanías que atendían el consumo diario, más los oficiales y aprendices de las artes mayores.

Sumados a estos sectores, estaban además los sottoposti o ciompi, formados por trabajadores recién llegados a la ciudad, sin agremiación ni calificación, por lo tanto desprotegidos por cualquier institución.

El resumen de los golpes de mano, que se dieron en el período citado en Florencia es el siguiente:

1282: el popolo grasso conduce una revuelta, pero excluyen a los magnates del gobierno impuesto.

1341: el popolo minuto, a través de una revuelta separa al anterior régimen y apoya una dictadura que gobierna a su favor.

1343: cae la dictadura. el popolo grasso reasume el poder.

1378: revuelta y conquista del gobierno del popolo minuto, compuesta por las artes menores aliada a los ciompi.

1378: las artes menores, traicionan a los ciompi y los separan del gobierno.

1382: revuelta conducida por los magnates y apoyada por el popolo grasso constituido por las artes mayores. Todo vuelve a ser como antes.

Historia Nº 3.

En la primer parte del siglo XIX, ya estaba instalado el sistema económico conocido como capitalismo, se generalizaba el modo de producción fabril y empezaban a divulgarse las primeras ideas sobre el socialismo.

Todo ello significaba que en Europa, los artesanos habían perdido los medios de producción, eran asalariados de patrones capitalistas y que producía con máquinas, pero con una escasa división de tareas. Aún conservaba gran parte del dominio del oficio. Para ello se mantenían algunas corporaciones de oficio, casi con la única finalidad de transmitir ese saber, pues el interés por controlar el mercado y los precios eran ya historia vieja.

Una práctica iniciada en la Edad Media, era para ese entonces aún conservada. Los oficiales viajaban a otras ciudades, a otros países, y allí junto a los “compañeros” de oficio de ese lugar, intercambiaban experiencias y trabajaban si ello era posible (12).

Para evitar a los aventureros, pues al viajero se lo alojaba y atendía, las corporaciones habían creado consignas y directivas secretas que no salían nunca del círculo de sus miembros. éstas eran la manera de llevar las mochilas, de apoyar el sobrero, etc. Luego venía el momento de pronunciar las consignas y presentar la documentación.

Poco a poco, esta institución del viaje de los jóvenes artesanos, se fue utilizando para la organización de partidos y sindicatos socialistas. Las ideas anarquistas, socialistas y comunistas, viajaban en un derrotero oculto para nutrirse del ideario liberador y aprender la organización revolucionaria. Los compagnons formaban anodinas organizaciones culturales, que organizaban cursos y daban protección a los artesanos, de ese modo eran toleradas por los regímenes autoritarios y lograban así una eficaz red clandestina.


Notas:

(1) Los sistemas económicos. Joseph Lajugie. Eudeba. Buenos Aires 1984.

(2) Las corporaciones se llamaban guildas en el norte de Europa, sobre todo en los Paises Bajos, artes en Italia y métiers en Francia. El conjunto de de varias guildas de diferentes ciudades recibió, en el norte de Europa, el nombre de Hansa.

(3) Reyna Pastor de Togneri, en “Artesanos y campesinos en crisis”, en la Historia del Movimiento Obrero, Tomo 1, Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires 1984.

(4) Reyna Pastor de Togneri, op. cit.

(5) Las ideas liberales predominantes en el período 1789-1794 de la Revolución marcó con tres hitos la desacreditación de las Corporaciones de oficio: La prohibición de las mismas; la no enunciación, en la Declaración de los Derechos del Hombre, a la libertad de asociación; y la dura ley Chapellier -dirigida fundamentalmente a los asalariados- que prohibió en Francia la asociación de trabajadores desde 1791 hasta 1864.

(6) Historia del movimiento social y la clase obrera argentina. Alfredo López. Editorial Programa. Buenos Aires, 1971.

(7) Estatuto de los olleros de París, tomado del Livre des Métiers por Reyna Pastor de Togneri, en “Artesanos y campesinos en crisis”, en la Historia del Movimiento Obrero, Tomo 1, Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires 1984.

(8) El proceso de trabajo y la economía del tiempo. J.C. Neffa. Editorial Humanitas. Buenos Aires 1990.

(9) Que és la Masonería. Luis Pedrosa. Editorial La Gaya Ciencia. Barcelona, 1977.

(10) El término masonería, proviene del francés francmaçonerie, que quiere decir por un lado: libre o franco -franc-, y por el otro: constructor o gobernado por si mismo -maçon-.

(11) Reyna Pastor de Togneri, op. cit.

(12) Historia de la UITA. Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación. S. Nyström y P. Rütters. Friedrich Ebert Stiftung. Bonn, 1990.