100 años. 1ra Parte
por Bruno Pedro De Alto
Una prueba de ellos es creer que es posible imaginar una vida similar pero en otro momento histórico. La pregunta disparadora sería: “¿Qué otro momento pasado nos hubiera gustado vivir?”.
Para mi, la respuesta es clara y sin dudas: “En Buenos Aires, aproximadamente entre 1880 y 1920, porque fueron años extraordinarios” La aldea que es Buenos Aires se convierte en ciudad, cambia la composición poblacional, inmigrantes, esbozos de industrialización, se forma el Partido Socialista, se conmemora por primera vez el 1º de Mayo, luego nace
Puesto a reflexionar sobre esa afirmación, e intentando darle cuerpo, me encuentro en algunos bretes.
El primero es darse cuenta que esta vida (la real, la verdadera, la que vivo y me permite este relato) es fruto de miles de decisiones, contando solamente las personales, que la fueron delineando. Pero, otra vida… ¿Qué puntos de referencia podían tener para ser en alguna medida, vidas equiparables o comparables?
El segundo es en que medida el conocimiento que tengo hoy del pasado me influye en la elección de los factores de aquella otra vida y que hayan impactado en ella.
Y tercero, ¿Al recrearme en otro momento histórico no estaré, en realidad, debatiendo sobre lo que hice y dejé de hacer en este momento actual, es decir el que realmente me corresponde vivir?.
La prueba está planteada y es realmente fascinante. Empecemos.
Fijemos algunas cosas. ¿Nombre, nacionalidad, fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, padres?
Si tratamos de extrapolarnos hacia atrás, convengamos que para vivir el período citado y con una precisión claramente arbitraria –
La segunda es la siguiente: ¿hijo de quienes? Me seduce seguir pensando que también en aquel entonces era un hijo de inmigrantes italianos. Pero aquellos pocos italianos que habitaban Argentinas antes de 1858 eran bastantes distintos a los que empezaron a llegar luego de la dominación austriaca y la unidad política italiana lograda a partir de 1861 que produjo la expulsión de un enorme excedente poblacional. Esos eran inmigrantes pobres, empobrecidos o en muchos casos perseguidos políticos.
Los pocos que habían llegado antes estaban en mejor posición. Eran pequeños empresarios, artesanos y operarios calificados. Venían principalmente del norte italiano.
¿Entonces?. Dalo nacido en 1858, hijo de inmigrantes, había nacido en el seno de una familia humilde pero con cierta movilidad social. Por ejemplo los padres de Florentino Ameghino – nacido en 1854 - , que venían de Génova, poseían unas tierras en Luján. Y tenían cierta instrucción, lo que a su vez, motivó al pequeño Florentino a estudiar.
Algo semejante, para Dalo. Hogar humilde, con instrucción y ganas de progreso.
Supongamos entonces que nació en un hospital de la ciudad. No eran muy abundantes: 4 o 5 - el General de Hombres, el Buenos Aires, el hospicio de las Mercedes y el San Roque - y dependían de la asistencia Pública, pero administrados por la vieja Sociedad de Beneficencia[1] creada por Rivadavia unos 40 años atrás.
En 1858, existía
Yo, nacido en San Isidro, en 1958, lo hice bajo el gobierno de Arturo Frondizi y la gobernación de Oscar Alende. Contaba mi mamá que nací en el Sanatorio San Isidro. Aún es el día de hoy que no se bien de que se trataba. ¿Era un lugar privado? Lo dudo, dada la situación de mis padres, un albañil mutando hacia pequeño empresario y madre ama de casa, sería un lugar público. Tal vez, luego fusionado al hospital municipal de San Isidro.
La renta nacional se repartía en un 60% capital y un 40% trabajo. Argentina volvía a crecer y el desarrollismo como idea intentaba reemplazar al modelo nacional peronista. En definitiva, en relación de lo que sucedería después, Argentina era una fiesta.
Miguel y Rosalía tenían poca, pero buena instrucción. Sin televisión y sin biblioteca, los hermanos Armando y Bruno iban a crecer yendo si o si a la primaria; seguramente a la secundaria y tal vez (“ojalá”) a la universidad.
Cien años atrás, en Buenos Aires, la escuela se transformaba en algo serio y laico. Detrás de ello: Domingo Faustino Sarmiento a cargo del Departamento de Escuelas de
El sueño de Miguel era que fuéramos constructores.
Armando contará su historia. Pero algo ocurrió para que yo no lo fuera. Ocurrió que no querría ser igual a él. Y es probable que Dalo tampoco querría ser igual al padre.
[1] Se trataba de una institución oficial costeada por el Estado y administrada con autonomía parcial por una comisión de señoras. Estas, que designaban a sus reemplazantes entre las damas de la burguesía terrateniente y tradicional.