La economía del tiempo.
El artesano y sus tiempos.
por Bruno Pedro De Alto
Introducción.
Mi amigo Gonzalo Chaves contaba una situación muy representativa: “Un señor, había encomendado a un profesional la refacción del baño de su casa. Al enterarse del precio del vanitori y la bacha respectiva, puso el grito en el cielo: < ¡Es carísimo!>. Sin embargo, con cara de estar discutiendo banalidades, el profesional se defendió diciendo: <Señor, lo que se está discutiendo es un trabajo artesanal, de ahí su precio. Y no hablemos de la calidad, pues visto de ese modo diría que es un trabajo barato... >. Resultado: el dueño del baño se hizo también dueño del vanitori y la bacha respectiva de muy buena gana. Se estaba quedando con un trabajo artesanal. Se le oyó decir: < Y... es un trabajo de artesanos, es otra cosa >”.
Hoy en día el trabajo manual, el trabajo artesanal, tiene buena prensa.
No ocurre lo mismo con el concepto de Corporación. Si existe una palabra que ayuda a desacreditar algo, ésa es “Corporativo”.
La defensa entre pares, afecte o no intereses de terceros, es sistemáticamente calificada como una “actitud corporativa”. Artesanos y corporaciones tuvieron su tiempo, auge y debacle. Aún hoy, algunas de sus implicancias están presentes.
El trabajo artesanal en las economías primitivas y en las economías señoriales agrícolas.
Durante las economías agrícolas la actividad económica propiamente dicha -el intercambio, la compra y venta- era muy escasa y se desarrollará muy lentamente. Las actividades se dedicaban a la agricultura y a la ganadería.
La actividad industrial surge todavía más lentamente y será aún más escasa. Toma la forma de una industria artesanal muy pequeña.
Los artesanos especializados en ciertos productos aparecen como consecuencia de las guerras. En efecto, la producción de armas, elementos para el transporte de las tropas, etc., fueron actividades que iniciaron la producción masiva que iba más allá del intercambio dentro de la comunidad.
Mientras tanto, la captura de prisioneros muestra la diversidad de aptitudes de los pueblos vecinos, por lo tanto se enriquecen las técnicas utilizadas, y son esos extranjeros quienes se instalan como artesanos.
La economía señorial agrícola apareció hacia finales del imperio romano y se generalizó durante la alta Edad Media.
El ámbito donde se desarrolla la actividad económica ya no es la familia, sino el solar feudal. La actividad continuó diversificándose, pero aún con técnicas muy rudimentarias (1).
Los artesanos urbanos de la Edad Media europea.
La economía artesanal, fruto del trabajo artesanal es la transición entre la economía pastoril-agraria y la industrial. Aunque con orígenes más remotos, centró la producción de toda la Edad Media y convivió con la revolución industrial. La organización productiva dominante fue el taller artesanal.
Las razones que lo favorecieron, fueron la formación de las ciudades y el ensanchamiento de la geografía producto de las Cruzadas.
Los cambios sobre los derechos de propiedad sobre las tierras expulsa a numerosos siervos y campesinos hacia las ciudades. Para lograr sustento empiezan a desarrollar sus oficios y habilidades en el ejercicio de las profesiones, ya no para una escala de autosuficiencia y subsistencia, sino para cantidades que le permita el intercambio.
Esto permitió pasar de una economía casi exclusivamente agraria a una economía agraria con una pequeña industria artesanal, vinculada al intercambio mercantil interno y externo de las incipientes ciudades.
En este período la industria se desarrolla bajo la forma conocida como pequeña industria artesanal en domicilios. Se caracteriza por la reunión de los factores de producción en manos de una misma persona que pone a la vez capital y trabajo.
En un principio el artesano es un simple obrero que trabaja en su domicilio, que frecuentemente trabaja con las materias primas traídas por sus clientes. Luego se convertirá en un productor independiente, que trabajará por su cuenta y venderá el mismo sus productos.
Las dimensiones de esta explotación es reducida: algunas herramientas, sin máquinas, un pequeño stock de materias primas, poco personal. El artesano trabaja con ayuda de su familia y algunos colaboradores, oficiales y aprendices, a lo sumo una docena de personas.
La producción es de calidad antes que de cantidad sin embargo permitirá la expansión del intercambio.
La organización productiva del taller artesanal perduró y culminó en las “corporaciones de oficio”
Las corporaciones de oficio (2).
El origen del sistema corporativo se remonta hasta la Edad Antigua, pero su consolidación se da durante los siglos XIII y XIII. Tampoco es un sistema general ni absoluto, algunas regiones y oficios no están bajo su organización.
Las organizaciones de compañeros o corporaciones que unían a maestros y oficiales, sin distinción, actuaban para reglamentar la competencia entre ellos dentro de un mismo oficio, garantizar el monopolio de la venta de fuerza de trabajo de la profesión que representaban: la adquisición en común de las materias primas, sobre la cantidad de productos a elaborar, de los precios, los salarios y el número de personas que podían incorporarse al oficio. Ello garantizaba una cierta seguridad en el empleo y remuneraciones mínimas (3).
El acceso a la profesión no es libre. Los productores de un mismo oficio están agrupados en cuerpos llamados corporaciones, maestrazgos o veeduría. Este cuerpo de oficio, en donde estuviera instalado, es obligatorio, pues nadie puede ejercer la profesión sin ser miembro.
El número de miembros es limitado; dicho límite es dictado por la autoridad pública o por la misma corporación; además su estructura es jerarquizada: se comienza como aprendiz, se pasa a oficial y, después de una prueba técnica, la obra maestra, pueden ser promovidos a maestros en el oficio.
“Al mismo tiempo que se fue controlando el mercado urbano, los maestros fueron controlando, en su beneficio, la organización y las condiciones de trabajo. Los oficiales recibían un salario, en general mixto, fijado por el gremio. Ese salario se componía de una suma en metálico y de especies, como ser un determinado número de productos fabricados por él (4)”.
Desde sus orígenes hasta el siglo XV el sistema corporativo da a la producción artesanal un impulso notorio. Luego vendrá un proceso de deterioro y desprestigio que tendrá un punto culminante con las prohibiciones de las Corporaciones durante la Revolución Francesa (5).
En efecto, a causa de las limitaciones que se imponían en cada oficio, el maestro estaba cada vez más frecuentemente en ese puesto por el hecho de tener capital antes que por su conocimiento del oficio. Por ejemplo, para la realización del capo laboro o chef d’oeubre se requería cada vez más tiempo, se trataba de una obra costosa y se llegaba a pedir una tasa en dinero para la admisión como maestro. Resultaba entonces común, encontrar que los nuevos maestros no eran más que los mismos hijos de los maestros que formaban la corporación.
Por otro lado la relación económica entre maestros y oficiales se empieza a semejarse a la actual relación salarial. Los aprendices rara vez cobraban, en cambio, los maestros los alojaban y los alimentaban mientras duraba el aprendizaje. La formación en el oficio, el techo y el alimento eran la paga.
Para afrontar las guerras, los soberanos y los poderes públicos, requieren cada vez más de los capitales acumulados por los mercaderes. Estos préstamos son aprovechados por los mercaderes para condicionar al poder.
El crédito es otorgado a cambio de incorporar cada vez más artesanos libres a las corporaciones y más profesiones al régimen corporativo. Ello ocurre porque los mercaderes empiezan a controlar la producción e eliminan la competencia. Sin embargo de ese modo se desalienta la innovación y la recreación de las técnicas.
Otro factor que atenta contra la innovación que significó el taller artesanal fue que algunos estados europeos, con el fin de desarrollar la industria para el intercambio, crea manufacturas de Estado y alientan la reglamentaciones y el control de los precios y salarios.
Estos procesos significan una decadencia para la institución corporativa como institución económica, dando lugar a un lento cambio hacia la economía de colaboración conocida como Manufactura.
Este tipo de organización sigue contando como miembros a los artesanos como poseedores del conocimiento de un determinado proceso de trabajo, de un oficio, pero alejándose de la propiedad de los medios de producción y del beneficio directo de su trabajo. Empiezan a ser asalariados de un incipiente capitalista. En ellas también se ensayan las primeras divisiones del trabajo en el seno del proceso productivo.
En el seno de las manufacturas, entre los siglos XVI y XVII, y de las producciones fabriles del siglo XVIII y XIX, seguirán las corporaciones funcionando como organizaciones sociales, para autodefensa de los artesanos, ya desposeídos del capital y para la reproducción de los saberes del oficio. Serán éstos, fundamentalmente en Europa, unos de los elementos constitutivos en los orígenes del sindicalismo.
Pocas noticias se tienen en la Argentina colonial sobre las corporaciones. El poco desarrollo industrial, casi todo venía de la metrópoli, evitaba la proliferación de los oficios y su organización en corporaciones. Alfredo López, en su libro sobre sindicalismo (6), descarta por esa ausencia, la ligazón entre éste tipo de organizaciones y las insipientes organizaciones sindicales de la Argentina del siglo XIX. Además, rescatando un aporte del historiador Ricardo Levene, cita cómo Cornelio Saavedra, siendo Síndico del Cabildo en 1775, a la razón de sus principios liberales recomienda denegar el pedido de los zapateros en constituirse en gremio con estatutos.
Los tiempos del artesano y el aprendizaje.
Las jornadas de los artesanos eran prolongadas, pero no intensas en ritmos. Evitaban trabajar con luz que no fuera diurna “[...] porque la claridad de la noche no es bastante para que puedan durante ella hacer trabajo alguno de su oficio bueno y leal” (7).
En efecto, la duración del uso de la fuerza de trabajo estaba regulada por los límites institucionales que significaban los estatutos y reglamentos de cada uno de los oficios. De ese modo se fijaba la duración diaria y semanal de las tareas.
A diferencia de las tareas rurales, en el taller no se siguen las variaciones estacionales. El trabajo era de 14 a 16 horas continuas, a la luz del sol o, a pesar de las recomendaciones del buen arte, iluminados por candelas.
Los días festivos eran más abundantes que en la actualidad, pero no existían períodos de vacaciones. En realidad, se dejaba de trabajar cuando ya se había cumplido la cuota impuesta por la corporación.
Al no existir el concepto moderno de “tiempos muertos”, la fatiga del trabajo era regulada por los mismos miembros del taller, modificando permanentemente el ritmo a las necesidades de recuperación.
La estructura organizativa del taller no implicaba una profunda y sistemática división del trabajo. Todos los trabajadores del taller eran productores.
Debido a esa escasa división de tareas, cada artesano difícilmente realizaba tareas repetitivas. No se conocían las dificultades que de ella surgen: monotonía, pérdida de identificación con el producto, desgaste mental y físico localizado, etc. (8).
El relato sobre la fabricación de alfileres de Adam Smith, muestra todas las operaciones que un maestro artesano sabía hacer y que fueron divididas para un espectacular mejora en la producción. Las operaciones eran estirar el alambre, enderezarlo, cortarlo en trozos iguales, hacerle la punta, preparar el extremo donde lleva la cabeza, las operaciones para realizar la cabeza, esmaltarlo, colocarlos en el papel encerado, etc.
El maestro artesano sabía todas las operaciones. Mientras fue riguroso el modo de lograr el título de maestro, éste realmente conocía todo el proceso de producción de sus productos y además le daba el toque de distinción que asociaba el producto con su nombre y prestigio.
Los aprendices y en gran medida los oficiales, necesitaban del maestro. El les tenía que enseñar el oficio. Gran parte del tiempo de trabajo en el taller artesanal estaba dedicado a la transmisión de conocimientos. Especialmente a rodear al maestro y verlo trabajar, mientras explicaba sus secretos.
El aprendizaje constituía una institución dentro del trabajo artesanal. Con él se garantizaba la reproducción del oficio, pero al mismo tiempo, limitándolo, se controlaba el número de maestros y oficiales autorizados.
El arte de conspirar.
Historia Nº 1.
Un relato cuenta lo siguiente (9): El Rey Salomón, hijo y sucesor de David, mandó construir el Templo de Jerusalén. En el encargo confió a Hiram-Abi, un sabio arquitecto tirio.
Al asumir la dirección de la obra, Hiram-Abi organizó a los constructores en estrictas jerarquías: 70.000 aprendices, 80.000 compañeros u oficiales, y 3.300 maestros. Este conjunto de constructores debían actuar “fraternalmente unidos” en su labor y responder a las reglas que emanaban los maestros.
Estos últimos eran poseedores de un santo y seña, que era un lema, y que mantenían en secreto. Finalizada la obra, tres compañeros abordaron a Hiram-Abi y le reclamaron que les dijese las palabras, signos y toques por los cuales los maestros se reconocían entre si, aún entre un país y otro. Ese era un pasaporte para los oficiales para pasar como maestros en otros lugares. Hiram-Abi se negó rotundamente, había jurado no revelar ese secreto. Los tres oficiales, ante esa actitud, lo mataron.
El primer compañero, llamado Aribala, lo golpeó en la nuca con un compás. El segundo compañero, llamado Sterquim, lo golpeó en el pecho con una escuadra.,El tercer compañero, llamado Terfut, lo golpeó en la frente con un mallete o mazo.
Los asesinos enteraron el cadáver del Gran Maestro y huyeron. Sin embargo, los maestros lograron resucitar a Hiram-Abi, y desde ese entonces, el compás, la escuadra y el mazo son símbolos que presiden a las Logias Masónicas, que se organizan jerárquicamente en Aprendices, Oficiales y Maestros.
Las Logias Masónicas (10), fueron históricamente sociedades secretas, cuyos fines era aspirar a la universalidad, borrando las nacionalidades; y tenían un fuerte contenido político, pues luchaban contra todas las instituciones que consideraban enemigas del progreso. Los masones se vieron en infinidad de veces ligados a revoluciones, especialmente en el mundo moderno y contemporáneo.
Las actuales pasos de los masones, a pesar de su secreto, nos hablan de un tipo de organización en decadencia y cercana al conservadurismo.
Historia Nº 2.
En plena Edad Media los artesanos, constituidos como un sector social y económico, fueron protagonistas de no pocas revueltas (11).
En efecto las nuevas ciudades medievales abrigan una población cada vez más variada. Si bien todos son burgueses por vivir allí, en el burgo, la composición cubre varias capas sociales: los ricos mercaderes, los prestamistas, la burocracia administrativa, el clero, los maestros artesanos, los oficiales y aprendices artesanos, además de una creciente capa de eventuales asalariados y mendigos.
Un ilustrativo ejemplo de conspiraciones, alianzas, traiciones e interese contrapuestos entre éstos sectores, es el caso de Florencia, la rica región italiana que a partir del siglo XII, tuvo etapas en la cual se organizó como República.
Entre 1282 y 1382, el poder de la República cambió varias veces de manos entre los sectores sociales que se identificaban como popolo grasso, el sector de los pudientes, es decir los mercaderes, jueces y notarios, financistas y artesanos de las artes mayores: telas, joyas, perfumería; y los sectores llamados popolo minuto, o pueblo pequeño, constituido por los miembros de las artes menores, como las artesanías que atendían el consumo diario, más los oficiales y aprendices de las artes mayores.
Sumados a estos sectores, estaban además los sottoposti o ciompi, formados por trabajadores recién llegados a la ciudad, sin agremiación ni calificación, por lo tanto desprotegidos por cualquier institución.
El resumen de los golpes de mano, que se dieron en el período citado en Florencia es el siguiente:
1282: el popolo grasso conduce una revuelta, pero excluyen a los magnates del gobierno impuesto.
1341: el popolo minuto, a través de una revuelta separa al anterior régimen y apoya una dictadura que gobierna a su favor.
1343: cae la dictadura. el popolo grasso reasume el poder.
1378: revuelta y conquista del gobierno del popolo minuto, compuesta por las artes menores aliada a los ciompi.
1378: las artes menores, traicionan a los ciompi y los separan del gobierno.
1382: revuelta conducida por los magnates y apoyada por el popolo grasso constituido por las artes mayores. Todo vuelve a ser como antes.
Historia Nº 3.
En la primer parte del siglo XIX, ya estaba instalado el sistema económico conocido como capitalismo, se generalizaba el modo de producción fabril y empezaban a divulgarse las primeras ideas sobre el socialismo.
Todo ello significaba que en Europa, los artesanos habían perdido los medios de producción, eran asalariados de patrones capitalistas y que producía con máquinas, pero con una escasa división de tareas. Aún conservaba gran parte del dominio del oficio. Para ello se mantenían algunas corporaciones de oficio, casi con la única finalidad de transmitir ese saber, pues el interés por controlar el mercado y los precios eran ya historia vieja.
Una práctica iniciada en la Edad Media, era para ese entonces aún conservada. Los oficiales viajaban a otras ciudades, a otros países, y allí junto a los “compañeros” de oficio de ese lugar, intercambiaban experiencias y trabajaban si ello era posible (12).
Para evitar a los aventureros, pues al viajero se lo alojaba y atendía, las corporaciones habían creado consignas y directivas secretas que no salían nunca del círculo de sus miembros. éstas eran la manera de llevar las mochilas, de apoyar el sobrero, etc. Luego venía el momento de pronunciar las consignas y presentar la documentación.
Poco a poco, esta institución del viaje de los jóvenes artesanos, se fue utilizando para la organización de partidos y sindicatos socialistas. Las ideas anarquistas, socialistas y comunistas, viajaban en un derrotero oculto para nutrirse del ideario liberador y aprender la organización revolucionaria. Los compagnons formaban anodinas organizaciones culturales, que organizaban cursos y daban protección a los artesanos, de ese modo eran toleradas por los regímenes autoritarios y lograban así una eficaz red clandestina.
Notas:
(1) Los sistemas económicos. Joseph Lajugie. Eudeba. Buenos Aires 1984.
(2) Las corporaciones se llamaban guildas en el norte de Europa, sobre todo en los Paises Bajos, artes en Italia y métiers en Francia. El conjunto de de varias guildas de diferentes ciudades recibió, en el norte de Europa, el nombre de Hansa.
(3) Reyna Pastor de Togneri, en “Artesanos y campesinos en crisis”, en la Historia del Movimiento Obrero, Tomo 1, Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires 1984.
(4) Reyna Pastor de Togneri, op. cit.
(5) Las ideas liberales predominantes en el período 1789-1794 de la Revolución marcó con tres hitos la desacreditación de las Corporaciones de oficio: La prohibición de las mismas; la no enunciación, en la Declaración de los Derechos del Hombre, a la libertad de asociación; y la dura ley Chapellier -dirigida fundamentalmente a los asalariados- que prohibió en Francia la asociación de trabajadores desde 1791 hasta 1864.
(6) Historia del movimiento social y la clase obrera argentina. Alfredo López. Editorial Programa. Buenos Aires, 1971.
(7) Estatuto de los olleros de París, tomado del Livre des Métiers por Reyna Pastor de Togneri, en “Artesanos y campesinos en crisis”, en la Historia del Movimiento Obrero, Tomo 1, Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires 1984.
(8) El proceso de trabajo y la economía del tiempo. J.C. Neffa. Editorial Humanitas. Buenos Aires 1990.
(9) Que és la Masonería. Luis Pedrosa. Editorial La Gaya Ciencia. Barcelona, 1977.
(10) El término masonería, proviene del francés francmaçonerie, que quiere decir por un lado: libre o franco -franc-, y por el otro: constructor o gobernado por si mismo -maçon-.
(11) Reyna Pastor de Togneri, op. cit.
(12) Historia de la UITA. Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación. S. Nyström y P. Rütters. Friedrich Ebert Stiftung. Bonn, 1990.
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