Por Bruno Pedro De Alto
Licenciado en Organización Industrial (UTN) y
Especialista en Gestión de la Tecnología y la Innovación (Untref)
Autor de “Autonomía Tecnológica (2013. Ciccus) y “Tozuda
industria nacional” (2018. Ciccus – Lenguaje Claro)
Analizar el
pasado nos permite responder sobre cuestiones actuales, pero sobre todo nos
permite soñar y diseñar el futuro teniendo en cuenta las lecciones aprendidas. Detenernos
en sucesos, como los que vamos a mostrar aquí, ocurridos hace varias décadas
atrás, puede recibir la crítica de que no hay puntos de comparación: cuestiones
geopolíticas, modelos económicos de acumulación, instituciones y legislación,
densidad poblacional, la tecnología, etc. Todo ha cambiado. Es cierto.
Sin embargo,
hay otra posibilidad, otra manera de observar sucesos y relatos pasados. Es que
si no fuera así, por ejemplo, no sería interesante leer en la literatura
universal las obras consideradas “clásicas”. Se siguen leyendo porque tienen la
fuerza de retratar al hombre en su esencia más profunda y permanente: sus
obsesiones, sus miedos, sus deseos, sus lealtades, sus creencias, sus
tradiciones, etc. En definitiva, las fuerzas que expliquen sus acciones y decisiones.
En este sentido se presenta el siguiente relato histórico, donde se muestra la
convergencia de distintos personajes, que a pesar de identificarse
políticamente en distintas facciones, convivieron notablemente, a partir de la
coincidencia sobre el proyecto nacional – modelo de país que detentaba cada
uno, y las fuerzas interiores que gobernaron sus acciones y decisiones.
El relato se
ubica en Argentina, en un momento entre la década de los ´50 y medianos de los
´70. Era el período de institucionalización de la ciencia y la tecnología, de
la intensificación de las relaciones entre mundo académico y mundo productivo,
y del paso del ciclo de sustitución de importaciones a uno más cercano a la
instalación de industrias pesadas y / o estratégicas. A pesar de la
inestabilidad política, gobiernos militares, peronistas, desarrollistas, y
radicales, no había llegado aún el neoliberalismo, ni los monetaristas. El
telón de fondo era la presencia de proyectos desafiantes, motivantes, demandantes
de obreros calificados, de técnicos, de ingenieros, de tecnólogos, y de
científicos; también de empresarios nacionales, intelectuales, sindicalistas
lúcidos, comunicadores y políticos. La densidad social que facilita la unidad
nacional alrededor de un proyecto de país.
Bernardo
Houssay, Manuel Sadosky, Rolando García y Eduardo Braun Menéndez.
Los prestigiosos
Manuel Sadosky y Rolando García, conducían la Facultad de Ciencias Exactas de
la UBA en 1958.
Facultad Ciencia Exactas y Naturales de la UBA, en construcción
Para comprar a la mítica computadora Clementina, les
solicitaron una partida de fondos por u$s 400 mil al CONICET presidido por Premio
Nobel Bernardo Houssay.
Rolando García
Tanto García
como Sadosky expresaban una mirada distinta a Houssay sobre las ciencias. Los
primeros estaban convencidos que las ciencias – las aplicadas, fundamentalmente
– eran factores de progreso en la medida que se aplicaran a problemas de
desarrollo e industria. Don Bernardo Houssay, no. Su idea de progreso era
especialmente que si se hacía buena ciencia básica, ello empujaría el bienestar
de la Patria.
Bernardo Houssay
Reivindicándose
como un hombre de izquierda, de ideas socialistas, García encaró al presidente
del CONICET, un verdadero baluarte de la derecha argentina y le pidió dinero –
mucho – para un proyecto extraño a las líneas generales de la política
científica de ese momento. A Houssay, el pedido le pareció exorbitante, no
apropiado, y lo rechazó.
Los hombres
de ciencias exactas, tenían una carta para convencer al Premio Nobel, y la
usaron. Solía decir Rolando García que en aquella época había profesores muy
conservadores, "pero muy del país" con los que nunca tuvo problemas.
Dijo una vez García: "Yo con nadie me entendí mejor que con Braun Menéndez
sobre lo que había que hacer en la universidad, aunque naturalmente él venía de
otra clase distinta de la mía. Pero era un hombre inteligente, bien formado y
con una concepción de país, que es algo que se ha perdido".
Eduardo Braun Menéndez
El
investigador Eduardo Braun Menéndez, era también fisiólogo y el discípulo
predilecto de Houssay. Braun Menéndez era el hombre ideal para la difícil
misión, también miembro del directorio del CONICET, fue el ariete que taladró
la negativa de su maestro. El CONICET aprobó el pedido que conformaba el
presupuesto para comprar la computadora Clementina y su puesta en marcha. El
directorio sesionó con don Bernardo en ausencia como resultado de las gestiones
de Braun Menéndez.
Computadora "Clementina"
Ciencia, tecnología,
ideología y consensos.
Luego de la
noche neoliberal, 1976 – 2001, se recuperó en gran parte esa senda de
desarrollo tecnológico que enhebraba la trama de retazos que habían quedado
sueltos, que al final convergieron en un proyecto de país con tecnología
satelital, energía nuclear y alternativas, biotecnología, nanotecnología, etc.
En la derrota
electoral del proyecto nacional y popular del año 2015 en manos de una renovada
versión del neoliberalismo periférico con una nueva ruptura de aquel modelo de
país, se cayó en una trampa de la supuesta continuidad de políticas de Estado
con un Lino Barañao desconcertante. Quien ha sabido señalar lo delicado de esta
cuestión, temprana y claramente, fue el ingeniero Eduardo Dvorkin. En
interesantes artículos afirmó, y demostró que la continuidad de Barañao al
frente del ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la
Nación no garantizó “cuidar” el sistema. A pesar de la presencia del ahora secretario,
el contexto nacional para la ciencia y la tecnología había cambiado. Dice
Dvorkin: “Las características dominantes de Cambiemos son: detención del
desarrollo tecnológico autónomo, desindustrialización y desnacionalización
cultural”. Otro modelo de país.
Garantizar
que la ciencia, la tecnología y el desarrollo pueden materializarse en
Políticas de Estado, sostenibles y sustentables, necesita de acuerdos
ideológicos mínimos, es decir, el mismo modelo de país. Sin embargo, en la
historia reciente es evidente que no se lograron a tiempo los necesarios
consensos políticos que hicieran sustentable el proceso. Las elecciones de este
año darán una nueva oportunidad para recuperar un modelo de país donde la
mayoría de los argentinos encuentren un lugar de trabajo calificado y
satisfacción, donde las diferencias partidarias se diluyen en un contenedor
grande y generoso: un proyecto de industria nacional estrechamente vinculado a
un proyecto de soberanía tecnológica. Será un tiempo de ciencia, tecnología,
ideología y consensos.
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