jueves, 12 de abril de 2007


Tanito

escrito por Bruno Pedro De Alto el 2 de julio de 2003, a pocas horas del fallecimiento de su padre

Hoy alrededor de las 19:00 falleció un tanito. Mi papá, Miguel De Alto a los 88 años.

Nació en Bitetto, un pueblito de Bari, Italia, que no figura en los mapas a causa de su pobreza original.

Esa pobreza modeló su temple y su rechazo a las cosas suntuosas. Cuando veía a alguien que gastaba demasiado decía algo así como "Shuponne". Creo que significa gastador, derrochón.

No creo tener perspectiva para saber que heredé de él. Posiblemente su amor al trabajo. Y en parte, la obsesión por el tiempo.

No fuimos buenos amigos. No supimos hacerlo. Ello me llevó muchos años de enojo. Estos últimos, cuando se da la inversión de dependencias, fueron los mejores: cuidarlo y reírme de sus "gagas". Era muy divertido preguntarle algo y escuchar que respondía otra cosa.

Siempre cantó canzonetas y óperas. La pobreza de su niñez no le impidió ir a los conciertos y aprenderse más de una ópera... y si era Verdi, mejor.

Dice que de chico lo llevaron por varios oficios: sastre, zapatero, y mecánico. Pero eligió la construcción: "albañil con tercer grado aprobado, nada más".

Su destino estaba en Milán, una ciudad ya poderosa entonces. Sin embargo la Segunda Guerra Mundial, le viró la ruta: norte de Africa, Sudáfrica, Escocia, Inglaterra, y finalmente de regreso a Bari.

Desde allí, buscar un nuevo lugar en el mundo. EEUU, como la mayoría, no. "Eran amigos de los ingleses". Argentina, si. "Perón era criticado por los ingleses... debe ser buen gobierno"

Llegó en 1948 y empezó a construir. De sus dichos, la mitad de los edificios de Argentina los construyó él; desde la verdad, solo un cuarto. Ladrillo sobre ladrillo, de lunes a lunes, hasta los 77 años, y 11 meses...

Mandó traer de Italia a su enamorada. Rosalía era hermana de un amigo que se hizo en Altamura, Bari, en 1934. Allí estaba trabajando en los empedrados de las calles y se hacía cargo de las reparaciones de las herramientas que tenían madera. Mi abuelo Pedro y mi tío Nicola, lo atendían. Por los fondos de la carpintería, andaba una mocosa de 14 años.

Pasaron los años, y al regreso de la guerra en 1946, en casa del Tío Nicola la vuelve a ver. Seguramente allí lo decidió, pero esperó tener algo para ofrecer.

En 1948, aquí en Argentina, los amigos Miguel y Nicola lo planean todo: Miguel le escribe a Rosalía y le propone matrimonio. Allá, en Italia, su padre Pedro acepta.

Matrimonio por poder; barco, con valijas de madera, un gobelino y una máquina de coser Singer. Estos últimos son nuestros tesoros.

Nace Armando, se mudan a Martínez (a una casa construida por Miguel, ladrillo por ladrillo). En 1958 nazco yo.

Están las historias de desencuentros y pugnas. A mi edad madura, veo como tonteras aquellas necedades de joven. Eran mis padecimientos por los conflictos de padres con una historia difícil y que conscientemente no quisieron transmitir... pero lo hicieron: pobreza, guerras (y sus locuras), patriarcado, desarraigo, miedo de regresar a la pobreza.

Por eso, y muy lejos de aquellos enojos, ver morir a un padre en paz consigo mismo, es contradictoriamente un placer. Estaba agradecido por una Argentina que le dió todo, y que por suerte su nivel de conciencia lo fué alejando de nuestras actuales tragedias.

Mi viejo, a su manera, amó a mi país y amó a su familia. Creo sentir la impronta bajo la piel.

Como podrán observar, este relato es un homenaje. Por ello agradezco que lo lean y le dediquen un minuto: con sonrisa en la boca, porque era un buen tipo y siempre estaba alegre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy conmovedor tu relato que puede ser el de tantos argentinos fundido en tu homenaje.
Mercedes